Talento IBERO 2021

Presentación…………………………………………………………….……………………………….…Pág. 1 Obras seleccionadas • Fanzine de imaginación para el futuro. Dibujar nuevos mundos. Autora: María José Casazza González………………………..……….…... Pág. 2 • De la maldad y otros placeres, antología de cuentos. Autor: Alonso Rojas Cruz………..………………………………………………….. Pág. 22 • CRUDO. Dios aprieta, pero ¿qué tal ahorca? Cortometraje. Autor: José Manuel Garduño Cobo…………………………………………… Pág. 99

1 Con el objetivo de contribuir al desarrollo y promoción del talento artístico universitario, la Coordinación de Difusión Cultural de la IBERO Puebla convoca anualmente a sus estudiantes a participar en “Talento IBERO” por medio de la presentación de proyectos de creación en las disciplinas de artes escénicas, artes visuales y creación literaria. La convocatoria invitó a los interesados a diseñar proyectos que reflejaran el entorno social y cultural del momento a través del arte; particularmente en lo relativo a: • Superación de la adversidad • Cooperación, responsabilidad social, solución comunitaria de conflictos • Sensibilización, concientización de la realidad social • Rescate y conmemoración de valores y acciones en pro de la dignidad, la igualdad y la libertad Este catálogo reúne las propuestas artísticas inéditas de los jóvenes seleccionados que desde distintas manifestaciones artísticas expresan sus posturas al respecto. Informes Coordinación de Difusión Cultural Responsable del programa: Lic. Deyanira Valladares Rodríguez Correo: deyanira.valladares@iberopuebla.mx Facebook: Difusión Cultural Ibero Puebla

2

3 María José Casazza González Estudiante de la Licenciatura en Arte Contemporáneo Seleccionada en artes visuales Originaria de Xalapa;, Veracruz, María José Casazza se inclina por la producción visual, la curaduría y la investigación en las artes. Es cofundadora y miembro activo del Colectivo “Equis”, con quien en 2020 desarrolló la exposición virtual “Cápsula” como curadora y museógrafa. Actualmente forma parte de la generación 2021 del Laboratorio de Imaginación Artística (LaBIAR) de Lolita Pank, con la muestra individual “Paisaje de lo íntimo” Dentro de tanta incertidumbre, el ejercicio que presento busca compartir y divulgar nuestras visiones a futuro. El Fanzine de imaginación para el futuro pretende unir aportaciones de personas en diferentes circunstancias de vida con el fin de no dejar de lado nuestros anhelos, rescatar la esperanza en la vida y recordar que la imaginación forma parte de la construcción de mejores mundos. Desde las cosas más pequeñas a los sueños más grandes puestos en papel para hacerlos tangibles, llamarlos a la realidad. De manera poética o literal, es una ocasión para preguntarse cuál queremos que sea nuestro horizonte, cuáles son nuestros sueños, qué imaginamos para nuestra vida, qué deseamos que cambie, etcétera. Además del ejercicio de imaginación, la posterior publicación del fanzine y su divulgación hará que el campo de incidencia se expanda. Quien sea que tenga un ejemplar podrá hacerlo propio, abrirlo y encontrar sus imaginaciones para el futuro.

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21 CONOCE LA PRESENTACIÓN VIRTUAL DEL PRODUCTO FINAL AQUÍ

22

23 Alonso Rojas Cruz Estudiante de la Licenciatura en Literatura y Filosofía Seleccionado en creación literaria Alonso es originario de la Atenas Veracruzana (Xalapa). Comenzó su vicio por la lectura a muy temprana edad y tomó la decisión de dedicarse a la literatura a los catorce años; desde entonces sigue este camino. Ha publicado cuento y poesía en publicaciones de la IBERO Puebla, así como ensayo en diferentes plataformas de la BUAP. Recientemente fueron seleccionados un par de sus cuentos para participar en los números XVII y XVIII de la revista Ágora, publicada por el COLMEX. La perspectiva desde la cual se abordan los cuentos es la del marginado, la del aborrecido socialmente; en otras palabras, ponen el reflector sobre el sujeto relegado, disidente, vulnerado. Cuentos que nos muestran otra cara de nuestra condición humana; personajes a los que se les ha arrebatado la dignidad, esclavos de su alienación y de la monotonía que buscan tomar de la sociedad aquello que se les arrebató injustamente. Muestran un rostro más de la fragilidad humana. Buscan, por tanto, concientizar de la realidad social. La antología es asimismo una crítica a la sociedad de masas, a la dependencia tecnológica del mundo posmoderno, a la hiper tecnologización de la vida humana, al enaltecimiento social de las apariencias en el mundo del espectáculo y, también, a la hipocresía y doble moral de la pequeña burguesía mexicana.

24 De la maldad y otros placeres Alonso Rojas Cruz

25 Índice La amante del fantasma ....................................................................................................................26 El abogado más hermoso ..................................................................................................................34 El hijo de la criada............................................................................................................................37 Uña y mugre .....................................................................................................................................48 Mil años de perdón ...........................................................................................................................53 Domina gemmata .............................................................................................................................59 Ante las puertas del paraíso ..............................................................................................................78 Esperando el aullido .........................................................................................................................82 Ojos marrones ..................................................................................................................................84 La cucaracha ....................................................................................................................................86

26 La amante del fantasma “Apreciadas amigas, se ha hablado de muchas maneras sobre la industria humana; más si Licisca no hubiese venido, dándome materia para los razonamientos de mañana, no hubiera hallado fácilmente tema. Ella dijo que no hay mujer que se case doncella, y que además conocía las burlas que hacen a los maridos. Dejando lo primero, que es cosa infantil, debe resultar divertido tratar sobre lo segundo. Así pues, quiero que mañana se hable de las burlas que hacen las mujeres a sus maridos, sabiéndolo ellos o no”. El Decamerón, Giovanni Boccaccio De esto me enteré hace ya algunos meses, y el hecho se reveló tan insólito que me pareció oportuno escribir sobre ello. Por no ser mi intención incomodar a quienes participaron en el suceso, dadas las razones que luego se entenderán, fue necesario alterar sus nombres a la hora de pasar al papel la anécdota. Bien pude haber dejado a los personajes sin nombre, pero eso volvería confusa la narración por ser el tema un triángulo amoroso. En todo caso, me apegaré a la realidad, alterando un poco el diálogo por haber sido algo escurridizo para quien nos hizo enterarnos de este relato, pues como bien sabrá el lector, no es lo mismo leer una historia a escucharla de boca ajena, no obstante, no me gustaría que se piense, por ser parte de la naturaleza humana la exageración de los hechos, que aquí se dio tal caso. Esto dicho, comienzo. Según tengo entendido, Teresa llevaba meses metiendo a hurtadillas a su amante Federico a su lecho, logrando burlar el celoso censor de su marido. No me sorprendería, sin embargo, que Juan, marido de Teresa, se oliera algo raro en el continuo trato con su mujer.

27 Juan siempre ha sido un tipo muy desconfiado, y según nos contaron, estas actitudes hostiles de Juan para con su esposa la tenían harta, encontrando, naturalmente, consuelo a su desdicha en los joviales brazos de su nuevo querer. Los celos de Juan obligaban a Teresa a dar cuenta de todas sus actividades, siendo rara vez vista en la calle, no se oía de ella ni en los días de fiesta. Afortunadamente para Teresa, su marido trabajaba para una constructora, lo cual lo mantenía ocupado y lejos de casa por algún tiempo. Sospecho fue en estas horas de soledad (y completa libertad) que Teresa se daba sus escapadas, logrando disfrazar su honestidad de algún modo. Imagino el miedo de Teresa, checando cada veinte minutos el reloj con el fin de llegar antes que su marido a la casa, hacer una rápida cena o fingir que el tiempo se le fue volando al realizar algún quehacer del hogar. En algún punto de sus escapes habrá conocido a Federico, hombre joven y hermoso de buen talante para el amor, logrando con el tiempo formalizar su relación. El problema no sería tanto tapar sus salidas, sino lograr escabullir con éxito a su nuevo amante; la casa de Teresa servía de lugar de encuentro para mayor comodidad de ella, así lo decidió por previsión, pues los lugares propicios para darle rienda suelta a las recreaciones extramaritales quedaban lejos de su rumbo. Debían de ser sobre todo cautelosos con los vecinos, no fuera a ser que alguno le fuera con el chisme a Juan. Sucedió a los amantes que una tarde les sobrevino la inesperada llegada de Juan. Previendo la reacción de su marido al encontrarlos retozando en su alcoba, Teresa se ciñó una túnica de forma apresurada y como pudo llevó a Federico a ocultarse al único lugar que se le ocurrió: un pequeño cuarto de lavado debajo de la escalera, el cual también servía de alacena; la oscuridad y el desorden del cuarto proveerían un buen escondite. Por las prisas,

28 Federico logró únicamente vestirse con su ropa interior, dejando sus demás prendas desperdigadas por el cuarto. El marido llegó y encontró a Teresa con su túnica mal puesta, él sorprendiéndose de encontrarla en tales fachas, de este modo le interrogó: —¿Qué sucede, mujer, por qué estás así vestida? —El calentador no sirve. Otra vez. Justo iba a checarlo. Como siempre, soy yo la que debe hacer todo en esta casa. —¿Bañándote a estas horas? —No sería raro, considerando el calor que hace. —Ya. —Por lo mismo comprenderás que hoy no haya hecho de cenar. Pensaba que podríamos ir a comer a algún lado. Me tienes tan encerrada… —Hoy fue un día agotador, será como dices. —Entonces deja me arreglo y nos vamos. Teresa se apresuró a esconder debajo de la cama las ropas esparcidas por el suelo; se dio un baño rápido, pensando todo el rato en su oculto amante; debía mantener ocupado el suficiente tiempo a su marido para permitir al otro escapar. Mientras bajaba la escalera, una vez se hubo vestido para salir, un fuerte estruendo se escuchó del cuarto donde Federico se ocultaba. Teresa escuchó la grave voz de su marido. —¡Qué ha sido eso! —¿No has sido tú?

29 Teresa debía pensar algo rápido, pero sólo podía concentrarse en el miedo palpitante enroscándose en su pecho. Juan abrió la puerta del cuarto y se encontró frente a frente con Federico, quien (como ya se dijo) por las prisas no logró vestirse de forma adecuada, ocurriéndosele en su desesperación desvestirse completamente, quizá esperando suavizar la reprimenda del marido de Teresa cambiándola por algún tipo de pudor ante el desnudo masculino. Juan llamó a gritos a Teresa, exigiéndole explicaciones para el caso del hombre desnudo que ante sí tenía. Y aquí el lector juzgará la astucia de Teresa cuando le respondió: —¿Qué dices? Yo no veo nada. —¡No me quieras ver la cara de estúpido! ¿O es que eres ciega como para no ver a este sinvergüenza? Teresa fingió (con éxito) una mirada llena de curiosidad y asombro, sustituyéndola luego por una mirada que mostraba una honda preocupación por la salud mental de su marido. Volvió la vista para inspeccionar todo el cuarto, y entonces respondió: —En verdad no sé de qué hablas, el que se quiere pasar de listo eres tú. Sólo veo unas cajas tiradas… que no me has querido ayudar a acomodar… el moho en las paredes. ¿Te sientes bien? —¡Deja de jugar conmigo, mujer! Se disponía a jalarla de los cabellos cuando Federico, quien hasta ahora se había mantenido en silencio observando la escena que ante él se desenvolvía y entendiendo las intenciones de Teresa, se expresó de la manera más serena y grandilocuente que encontró.

30 —Teresa tiene la razón, Juan. Sólo tú puedes verme. —¡Pero se han vuelto locos! ¡Largo! ¡Largo de mi casa! —¡Válgame! Me parece que deliras, ahí no hay nadie, Juan. ¿Qué dices? ¿Con quién hablas? Juan comenzó a dudar de la entereza de su juicio, pero no quiso ceder ante los amantes. —¡Ahora mismo se me van los dos! ¡A mí nadie me va a tratar de estúpido! Se dispuso a tomar el brazo de Federico, pero este le contestó: —¡No me toques! Que tocarme sería tentar a la muerte. Tú a mí no me conoces, pero yo a ti sí. Tengo tiempo observándote, Juan. Ante ti lloraría mis penas si eso se nos permitiera a nosotros los muertos. —¿Muertos? —¿Qué dices? ¿Muerto? ¿Quién? Ay de mí, que me parece que en verdad mi esposo delira. Ven, siéntate, ¿no dijiste que hoy tuviste un día largo?... Juan hizo caso omiso de las palabras de Teresa y enseguida interrogó a Federico. —¿Cómo podrías ser un espectro si estás desnudo y no veo a través de ti como suele decirse que sucede con estos? —Necio. El león no es como lo pintan, querido Juan. ¿No entiendes que la ropa y demás posesiones de nada sirven cuando uno ha pasado por el umbral de la muerte? —Pero eso es imposible.

31 —¿Qué es imposible? Aún si el mortal tuviese ante así lo imposible, no sabría reconocerlo. Pocas cosas se les revelan a las almas mortales, y cuando así sucede es de necios mostrar escepticismo. Me revelo ante ti por ser mucho mi sufrimiento. Juan se quedó en silencio, había una gran duda y un terrible miedo revolviéndose adentro suyo. Cabía la posibilidad de que todo fuera una enorme broma (como en efecto lo era), pero también podía ser que se tratara de un hecho extraordinario y verdadero, o incluso que su juicio se encontrara dañado. Imagino que todas estas ideas corrían por su mente de un rincón a otro, como un rápido juego de tenis mental. Finalmente, el escepticismo dio paso al temor, y entonces habló. —¿Q-Qué necesitas, espíritu? Teresa poco podía hacer para contener su risa, sólo atinaba a contemplar la temerosa mirada de su esposo en el cuerpo desnudo de su amante. —Ay, ya entiendo. Es una broma. ¿Verdad Juan que es una broma? Si no querías ir a cenar mejor lo hubieras dicho, y así no me hacías arreglarme para nada. —No me lo vas a creer, pero ante mí hay un espectro, no sé qué quiera. Si tan sólo pudieras verlo, no es como dicen que son, está completamente desnudo y parece cargar con una gran pena. En este punto Teresa, para atajar mejor la risa, ocultó su rostro entre sus palmas y comenzó a llorar, diciendo a grandes voces: —¡Dios mío! ¡Está loco! ¡Mi marido está loco! ¡Qué haré! ¡Qué voy a hacer!

32 ¿Quién al verla en tal estado, derramando copiosas lágrimas, podría dudar de su profunda preocupación por la cordura de su esposo? ¿Quién entonces dudaría de su cariño hacia él y de lo insólito de la situación? Era imposible consolarla, cuanto más Juan lo intentaba, más redoblaba sus esfuerzos en gritar y agravar su llanto. Tan buena era ella para fingir sus lágrimas. Federico volvió a hablar. —Déjala, mis razones son contigo. Has de saber que yo habité hace muchos años en esta misma casa. Y aquí me quedé, no encontrando mi alma consuelo en el otro mundo. Yo fui un hombre muy celoso en vida, así como tú ahora. No dudaba en restringir toda libertad a mi esposa y resguardar fuertemente mis posesiones. Al final, nada de eso importó, mi mujer escapó de mi rigurosa vigilancia a la primera que pudo con un joven criado nuestro. Ay de mí, debí imaginármelo, entonces nada sospechaba, hasta que un día no volví a verle más; me despojaron de mis bienes, dejándome pobre y solo para morir de tristeza y soledad. El mismo futuro vaticino en tus pasos. Por eso me muestro hoy ante ti, por ver como tratas a tu Teresa y la ofendes con tu desconfianza. No podía esperar más, de ahí la forma tan rudimentaria en que ante ti aparezco. Sigue como hasta ahora y te auguro un amargo fin, tan amargo como el mío, vagando sin consolación por estos mismos muros, hasta que el peso de tus penas sea tanto que quieras morir doblemente. Este es mi consejo, deja de disponer de la vida de tu esposa como si fuera la propia, si no quieres acabar como yo. Y no te sorprendas de verme merodear por la casa, pues aún me queda un enorme dolor por purgar. Acto seguido, cerró la puerta de aquél cuarto lanzando lastimeros gritos; esperaría el momento oportuno para salir. Juan, por su parte, no se atrevió a volver abrir la puerta, convencido de todo cuanto había escuchado, tanto era su miedo a la visión. Para consolar a

33 Teresa, decidió que lo mejor sería llevarla a un buen lugar para cenar, celebrando así el renacimiento de su vida en pareja. Desde aquel día, Juan no ha vuelto a meterse en la vida privada de su esposa. Estas amonestaciones tuvieron doble finalidad, pues si bien sirvió para darle tranquilidad a Teresa, también fue de ayuda a los amantes para refocilarse cuando les viniera en gana, despreocupándose de que el marido fuera a encontrarse de nuevo ante un desnudo Federico, dando pie a que esto sucediera sin que le sorprendiera; siendo así la representación de aquel proverbio que dice: “Anda como Juan por su casa”. Será el lector quien juzgue si pudo más la necedad del marido o la astucia de los amantes, pues fue un asunto que no logramos zanjar en una acalorada discusión después de habérsenos referido esta historia. Por lo demás, me enteré de estos hechos por habérselos contado “Teresa” a una confidente suya, quien claro no pudo callarla debido a lo curioso de sus acotaciones. Sólo espero que esta narración no llegue a manos suyas.

34 El abogado más hermoso El litigio daría comienzo en cualquier momento. Sería un juicio como cualquier otro, no obstante, y para ser justos, ha de reconocerse la potencia de una batalla legal para sembrar el sino de una generación en la historia de la humanidad. Pensemos en Orestes, a quien Esquilo dio voz contra las acusaciones de las Erinias por el asesinato de su madre; en Sócrates, sentenciado a la muerte por cicuta por envenenar la mente de la juventud ateniense (por citar algunos famosos casos del Areópago); o bien, para tener algo más próximo a nuestro mundo traigamos a colación los juicios de Núremberg que sacudieron al pasado siglo. Sin embargo, los procesos jurídicos de los que aquí se hace mención, poco pueden relacionarse con la crudeza del matricidio, el despertar de la ciencia o el genocidio. Es un asunto común y quizá trivial, sin dejar de asombrar las conciencias de los expectantes, pues un coraje rencoroso suele inducir quien vive del erario público. Pero poco importa dar constancia aquí de los argumentos que corrieron de un lado de la sala al otro, de las delegaciones e incluso de la veracidad de los hechos. Todos en la sala (incluidos los medios) ya sabían el veredicto: el acusado saldría libre. Esto no debe observase con ojos suspicaces que busquen las irregularidades del proceso. La razón es simple, si en verdad se insiste en contemplar los hechos a través de estos ojos de nada serviría por ser algo ya perteneciente al dominio público. La razón se acepta de forma parsimoniosa, con la parsimonia con que Moisés recibió el mandamiento en el monte Sinaí, o inclusive con docilidad curiosa, como la del bovino que no teme el visible cuchillo del carnicero o la del padre que acepta sin repelar el sacrificio de su hijo. Pero nada se podría hacer, pues la descomunal belleza del abogado defensor hacía a todos estremecerse y aceptar la suerte del juicio con gusto.

35 De hecho, podría darse fe de la inconfesa resignación del opuesto litigante, pues ya sabía de antemano que perdería, se dedicaba simplemente a dar las patéticas patadas de un ahogado. Este era una actitud normalizada entre quienes se enfrentaban al abogado de hermosura desmesurada, porque salía victorioso de todos los procesos en donde se presentaba. Era el Aníbal del mundo jurídico. No se debe, sin embargo, a la eficacia o estratagema de sus apelaciones, estos eran un mero hecho añadido. Siempre tuvo facilidad para ganar sus pleitos, inclusive de niño, cuando entraba en disputa con algún compañero (cosa que realmente casi nunca sucedía por las razones ya manifestadas), sus demás conocidos se posicionaban de su parte para dar fin al enredo. Resultaría difícil describir su semblante o el motivo que hechiza al público, es un tipo alto, con una nariz delicadamente aguileña, ojos alegres, faz risueña. Quizá es la sorpresa producida por la presencia de estos atributos en alguien que vive codeándose con el mundo de la burocracia. Imposible mantener la sonrisa cuando, en efecto de cascada, se escancia con cierto ritmo y cadencia la mierda burocrática. En su rostro no asomaba culpabilidad alguna por dar inocencia a tanto culpable. El público (más concentrado en observar sus facciones y gestos que atender al juicio), a pesar de ser conocedor de esto, no podía enfadarse, era algo que se acataba, como se acata el cambio de las estaciones o el ajuste de horarios de quien viaja de un continente a otro. Notó un miembro del jurado incómodo a la hora de ser revelado el veredicto. Una vez acabado el juicio y como le era costumbre para descansar la mente después de haberle dado brillo, se dirigió a la taberna. No quiera confundirse el lector, nuestro abogado no es un hombre de vicios, sólo es su simple forma de celebrar sus victorias, si bien, debido a la

36 eficacia y seguimiento con que da fin a sus pleitos, es fácil caer en el error de tomar esta costumbre como un problema de alcoholismo. Pidió licor de anís. Observaba pensativo el fondo de su copa. —No fue unánime el veredicto—, dijo mientras una delgada arruga descomponía su entrecejo. —Pienso retirarme—. Manifestó a ningún lado, mientras el brillo de unas lágrimas intrusas aparecía en sus párpados, si se dudara de su condición humana y se tomara por divina, podría pensarse que lloraba el licor que hace unos momentos reposaba frente a él. —Me estoy haciendo viejo—. Y antes de tomar un nuevo trago, mientras las lágrimas resbalaban por su mejilla, dijo como en murmullo: —Irremediablemente viejo.

37 El hijo de la criada Cumpliré seis años el próximo mes. Mi mamá anda de aquí para allá con los preparativos de la fiesta, dice que habrá muchos regalos y un pastel de chocolate con seis velitas. Sobre el pastel, un letrero de chantillí dirá “Feliz cumpleaños Carlitos”. Ando muy emocionado y más porque mamá dice que va a traer inflables y un payaso. Mi hermana Laura no quiere que haya payaso, dice que eso muy naco. “Naco como tu amiguito José”. José le cae mal desde que nos vio ahogando un pollito en el tinaco. Pero no lo hacíamos por maldosos, lo que pasa es que el pobre pollo andaba moribundo; una noche de lluvia se nos olvidó su caja afuera, el pobre apenas si abría los ojos cuando lo encontramos a la mañana siguiente. Por eso José decidió que lo mejor era acabar con su sufrimiento. A mamá no le gusta que suba para la azotea, por eso cuando Laura fue de acusona se enojó muchísimo, tanto así que al chofer le prohibieron volver a traer a José a jugar conmigo. José es su hijo, y es dos años mayor que yo. Dentro de un mes será menos mayor, porque será mi cumpleaños; soy casi igual de alto que él y sigo creciendo día a día, dicen que soy muy alto para mi edad. Laura dice que no debería andar juntándome con esas amistades, porque según ella son crueles y de mal gusto, como los payasos. Desde esa vez del tinaco me he portado bien, no he hecho enojar a mamá desde entonces, no he hecho berrinches ni nada. Una que otra travesura, nada más, como tomar galletas a espaldas de Amelia. Pero no son para mí, yo nomás me como una o dos; en realidad, son para las hormigas. Hay veces que son demasiadas y andan en fila india por toda la casa, infestan la cocina, los cuartos y el comedor. Por eso les llevo galletas, para que nos dejen en paz. Pero luego se me suben a los brazos y a los zapatos, y terminan picándome por todas partes. Ya mejor cuando veo una, la mato; así no me pican ni se meten en la casa a molestar.

38 Amelia siempre se queja de las hormigas, y como la quiero mucho, las mato por ella. Todos en la casa queremos mucho a Amelia, mamá se lo dice a cada rato: “Ay, Amelia, qué sería de mi vida sin ti”. Mi mamá es una mujer muy buena, y muy bonita. Las cursis de mis tías siempre me dicen, cuando me llenan de arrumacos, que tengo sus hermosos ojos verdes, y luego dicen: “¿No me los quieres regalar?”. Yo me chiveo y me escapo a mi cuarto, pero papá me regaña diciéndome que debo convivir con las visitas. A mamá le gusta ser bondadosa con quienes le rodean. Siempre anda dando lo que ya no utilizamos a la beneficencia, eso no me gusta, termina regalando mis juguetes, o luego le da ropa a Amelia para que se vaya a vender a su pueblo. Lo que sí no le dejo regalar son mis cochecitos, esos a mí me gustan mucho, pero sí se los presto al hijo de Amelia porque no soy envidioso. Yo quiero al bebé de Amelia como si fuera mi hermanito, apenas tiene seis meses. Amelia llegó una tarde después de meses de no verla, y al abrir la puerta la encontramos llorando con su hijo recién nacido en brazos. Mamá la consoló y dejó que se quedara aquí con nosotros, como si fuéramos una gran familia, siempre y cuando le ayudara con el quehacer. Lo mejor de todo fue que corrió a Eufrosina, me caía mal porque me pellizcaba las orejas cuando no quería comerme los vegetales. Mi mamá a cada rato le hace cariñitos al bebé de Amelia. A Laura en cambio no le gusta estar con él, porque dice que es muy berrinchudo. En la casa todos andan siempre con prisa, mamá con lo de la fiesta, papá en su trabajo, Laura como loca haciendo quién sabe qué cosas, y Amelia haciendo la comida o limpiando la casa. No sé si me gustaría tener la misma edad que ellos si lo único que tendré será prisa. Desde que murió mi pollo Blanquito y no viene más José, me la paso jugando con Nathanael, así se llama el hijo de Amelia. Mi hermana se burla de su nombre porque dice que va a juego

39 con su cara curiosita. Mamá se enoja cuando dice esas cosas, por eso las dice cuando ni ella ni Amelia están cerca, que es cuando ando solito con Nathanael jugando a los coches. … Amelia y mamá se la pasaron discutiendo toda la tarde. Amelia lloraba y lloraba. No supe bien lo que decían porque me mandaron a mi cuarto. Todo comenzó porque le pegué por accidente a Nathanael en el pecho. No lo hice a propósito, había una hormiguita trepando por su babero y, queriendo matarla, agarré uno de mis carritos con los que jugábamos y lo estampé contra su cuerpecito. Según yo no le di fuerte, nomás lo suficiente para matarla, pero creo que se espantó o algo, porque empezó un berrinche con todas sus fuerzas. Mamá y Amelia habían salido a comprar cosas para la comida y ver algunas cosas de mi fiesta; Amelia quería llevarse a su bebé, pero mamá le dijo que sólo le iba a estorbar, que lo dejara, aquí se lo cuidaríamos. Pusieron a Laura a cargo. Entró gritando enojada al cuarto de Amelia, que era donde estábamos. —¡Qué le ocurre a ese niño! Yo le expliqué que había una hormiguita trepando sobre su babero y de cómo quise matarla. Ella se enojó aún más y me culpó del escándalo, salió furiosa del cuarto ordenándome que lo callara. Pasaron los minutos y Nathanael no dejaba de gritar. Laura volvió a entrar. —¡Me tiene harta el pinche escuincle! ¡Harta! Ella lo tomó de su silla y lo alzó sobre su cabeza. Yo pensé que lo mecería como solía hacer Amelia cuando lloraba. En vez de eso, lo sacudió con todas sus fuerzas diciéndole que parara.

40 —¡Así no es, bruta! —le grité. Ella me lo dio. —¡Hazle como quieras, pero cállalo! Para no tener ni un año pesaba mucho. Ella se encerró en su cuarto y me dejó solo, con Nathanael en brazos. Intenté arrullarlo, pero él era muy pesado para mí. No quería que Laura siguiera enojada conmigo, porque si no, iría de chismosa con mamá de que le pegué al niño, y entonces me regañaría y hasta podría cancelar mi fiesta. Recordé la ocasión en que Nathanael lloraba por calentura, Amelia lo acostó en una tina y le dio un baño, sólo así se calmó. Pensé que, si yo le daba un baño, se calmaría. Lo malo que la tina del bebé estaba sobre el armario de Amelia, ni saltando le llegaba. Es por eso que me gustaría crecer más, para alcanzar las cosas que están lejos. Dejé a Nathanael sobre la cama donde dormía con Amelia, esperando que así se calmara un poco, pero seguía con sus pucheros. Si seguía molestando a Laura entonces tendría muchos problemas, así que se me ocurrió una idea: si lograba ponerlo en una canasta, podría bajarlo por el tinaco a darle un baño, así como he visto en las películas cuando quieren recolectar agua de un pozo y bajan una cubeta con una cuerda. Lo bueno que el tinaco casi siempre está lleno y no me sería difícil meterlo al agua. Subí las escaleras hacia la azotea, logrando apenas mantener el equilibrio con el peso del bebé entre mis brazos, éste ahora daba patadas en mi estómago, lo cual hizo más difícil mi subida. Debía descansar con cada escalón que subía. Logré llegar al tinaco, me tropecé como dos veces, pero creo más me lastimé yo que Nathanael, porque caí sobre mis brazos y me los raspé; aun así, el susto del golpe hizo que gritara más fuerte. Para llegar al tinaco hay que subir unos escalones de metal en forma de espiral, pasando por una puerta que da hacia

41 el exterior. Dudé si subir hacia la azotea, tenía miedo de que me descubrieran, pero el llanto del bebé no me dio tiempo para dudas. No logré encontrar una cesta o cubeta con la cual colocarlo sobre el agua, decidí que yo mismo lo metería. Trepé un desnivel que me coloca justo a la altura del tinaco, primero subí a Nathanael y luego subí yo. La tapa del tinaco estaba abierta. Al intentar meter el bebé al agua, perdí el equilibrio y me caí de bruces. Yo no podía gritar, porque se me llenaba de agua la boca. Por fortuna, mi hermana dice que tengo un ángel muy grande, porque escuchó ruidos extraños y subió investigar; cuando llegó yo ya estaba dentro del tinaco, así que rápido logró sacarme. Cuando se cercioró de que yo estuviera bien, fue de nuevo al tinaco para rescatar al hijo de Amelia. Cuando salió ya no lloraba, estaba pálido como mi pollo Blanquito, y del mismo modo, apenas abría los ojos. Nathanael no era el único así, el rostro de Laura estaba igual de pálido, hacía muecas de terror horribles. Lo llevó corriendo al cuarto de Amelia, yo le seguí el paso, pero más lento para no resbalarme. Me pidió que me quitara los zapatos y que me cambiara de ropa. Así lo hice y cuando regresé con ella, ya había sentado a Nathanael en su silla, trataba de hacerlo reaccionar. —Papilla. ¡La papilla, Carlos! ¡Pásame la papilla rápido! Tomé un Gerber y una cuchara del cajón donde los guardaba Amelia. Se lo pasé a Laura y ella trató de darle en la boca, pero Nathanael apenas si movía los labios. Laura temblaba y por eso le ensució toda su carita. Yo también temblaba, por el frío y porque sabía que algo andaba mal. El rostro del bebé estaba lleno del Gerber que no quiso meterse a la boca. Creíamos que dándole de comer podríamos hacerle reaccionar, pero no fue así. —Esto es malo, Carlitos, muy malo.

42 En ese momento oímos la puerta abrirse. Era Amelia, llegaba con las cosas para la comida. —Quédate aquí —susurró— No te muevas. Déjamelo a mí… Algo se me ocurrirá. —Se quitó la sudadera, mojada de las mangas y me la entregó. —Ve a ponerla en mi cuarto y no te muevas de ahí. Bajó las escaleras. En cuanto llegó a la puerta de la cocina le preguntó a Amelia: —¿Y mamá? —Se quedó viendo unas cosas para la fiesta del niño. —Ya. ¡Qué bueno que llegas! Tengo un buen de hambre, ¿qué comeremos hoy? —La patrona tenía ganas de enchiladas suizas, así que eso comeremos… ¿Qué tienes? Te veo muy pálida. —Es que anoche no pude dormir, no logré pegar ojo, por eso mejor me puse a aprovechar el tiempo. —Mi madre sabía de un remedio muy bueno para el insomnio, ora que vaya al pueblo deja le pregunto. ¡Pero niña, qué pinta traes! —No te preocupes por eso. Pero mejor apúrate con la comida, que ya tengo hambre. Y mi mamá no tarda en llegar. —Primero quiero ver cómo anda mi niño. —¿Cómo?

43 —Mi niño, Nathanael. ¿Segura andas bien? Nomás deja le doy algo rápido de comer, que ya se me pasó su hora de la comida. Y Laurita rugió con todas sus fuerzas: —¡No! ¡Te pedí que hicieras la comida! —y dulcificando su tono— Además, Carlos y yo ya le dimos de comer, por eso no te preocupes… Ahorita anda durmiendo. Amelia pareció ignorar el grito de Laura y digo: —Qué gusto me da que así sea. Se ve que acá lo quieren un montón, no sé qué sería de mí sin ustedes. Yo estaba en las escaleras oyéndolo todo, cuando escuché los pasos de Laura saliendo de la cocina, fui corriendo a mi habitación. Me metí a mi cuarto y ahí me quedé, solo. No supe bien porqué, pero de repente el llanto empezó a correr por mis mejillas. Intenté ahogar mis sollozos con la almohada, y así estuve, chillando sobre la cama hasta quedarme dormido. Cuando desperté me sentía débil, con esa sensación que a uno le da cuando se siente enfermo. Escuché ruidos en el primer piso. Bajé a la sala aún débil y entré al comedor. Ahí estaba mamá con Amelia. —Honey, justo te iba a llamar para comer. ¿Quieres ver lo que te compré? Me condujo a la sala, y ahí saco de una bolsa negra de plástico una piñata de Mickey Mouse. Ella quería que mi fiesta fuera de Mickey, yo la quería de dinosaurios, pero la piñata estaba muy bonita, así que abracé a mi mamá. —¿Qué tienes, Carlitos? Estás caliente.

44 —Es que me dormí —mentí, aunque apenas me dio la voz. A mí no me gusta mentir, casi nunca lo hago, pero esta vez me salió de repente, como si fuera natural. —Ve por tu hermana y dile que la comida ya está lista, mientras yo voy por el termómetro. La obedecí. Cuando llegué al cuarto de Laura parecía que ya se había tranquilizado, estaba menos pálida y ya no temblaba, aunque pareciera que ni me escuchó llegar. Su mirada estaba perdida. Tuve que repetirle dos veces que bajara a comer. Ella se movió lentamente. —No tengo hambre. Fue su única respuesta, pero aun así bajó conmigo al comedor. Cuando llegamos mamá me sentó en mi silla, me tomó la temperatura poniendo el termómetro en mi axila, su fría superficie me hizo cosquillas. Ella me lanzó una mirada para que me quedara quieto. Mientras tanto, Amelia servía la comida. Cuando hubo acabado, dejó la cacerola sobre la estufa y salió del comedor. Laura le preguntó: “¿A dónde vas?”. —Por mi niño. No lo he visto desde que salí al mandado. Vayan a decir que soy mala madre. Laura quiso decir algo, pero decidió mejor quedarse callada y se perdió de nuevo su mirada en su plato. —No tengo hambre —volvió a susurrar. No había pasado un minuto cuando de repente, un grito salido del piso de arriba nos sobresaltó (aunque de cierta forma ya lo esperábamos) rasgando nuestros tímpanos. Se escucharon los pies de Amelia bajando las escaleras de forma ruidosa y acelerada.

45 —¡Mi niño! ¡Mi niño, Señora! ¡Vea usté cómo me dejaron a mi bebé! ¡Mire a mi niño, señora! La cara de Amelia estaba roja y llena de lágrimas; ya la había visto llorar antes, sobre todo cuando mamá la regaña por hacer las cosas mal, pero nunca así. Sobre sus brazos se mostraba la imagen más monstruosa que jamás he visto; el rostro de Nathanael, o lo que antes era su tierno rostro, estaba cubierto de hormigas, grandes manchas rojas lo deformaban. Pero lo que más llamó mi atención fueron sus labios, o mejor dicho, donde debían de haber dos delicadas líneas, había una sangrante herida llena hormigas que iban y venían y mordían su suave carne de bebé. Las mejillas también sangraban, había grandes manchas oscuras donde antes había cachetes llenos de vida. Los ojos de Nathanael estaban cerrados, las hormigas seguían moviéndose por su rostro, babero y mameluco. Mi madre lanzó un grito y Laura comenzó a llorar. Yo dejé caer el termómetro. Mamá nos lanzó una mirada llena de incomprensión y terror, como nunca antes había visto, y nos mandó enseguida a nuestros cuartos. Amelia se aferraba a su niño y lloraba a mares. En cuanto salimos del comedor mamá comenzó a hablar, Laura y yo nos quedamos en las escaleras para escuchar. —¿En qué cabeza cabe traer semejante visión aquí a la mesa, sobre todo estando los niños? —Señora, mi bebé no respira, no se mueve, no… Mi bebito querido. Los niños, señora, algo han de saber.

46 —¿Qué insinúas?, ¿que mis hijos tienen algo que ver con la lamentable condición de tu bebé? ¡Eso es una calumnia! ¿Es eso lo que intentas hacer, culpar a unos pobres niños de un acto tan horrendo? —¡Pero señora, yo no insinué nada!… —¡Cómo te atreves! Después de todo lo que mi marido y yo hemos hecho por ti. —Señora, yo no… ¡Mi Nathanael! —Así nos pagas, ¿eh? ¿Crees justo calumniar a los hijos de tus patrones? Cómo te atreves. —Yo nomás dije que… —¡Son niños, Amelia! ¡Niños! Estoy segura que ellos no tuvieron nada que ver. Pensar otra cosa sería monstruoso de tu parte. La inocencia es su antonomasia. “Automasia”, qué chistosa palabra. Debe de significar algo malo porque mamá estaba muy enojada, enojadísima, nunca la había visto gritar así. Amelia sollozaba desconsoladamente, parecía convulsionarse mientras se aferraba al cuerpecito de su hijo. —Ya no llores, sabes que me rompe el corazón verte llorar. Ya, Amelia, no llores, no se te entiende nada. —¡Señora, mire cómo está mi niñito! —Lamento mucho tu perdida. En verdad. Mira, tú me conoces bien, sabes lo buena cristiana que soy, por esta vez, dadas las condiciones, voy a dejar pasar la acusación que hiciste a mis hijos… Como madre, entiendo lo terrible de tu situación, y por eso quiero ayudarte. Algo tenemos que hacer.

47 Me sentía muy cansado, con calentura; preferí mejor dirigirme a mi cuarto. Cerré la puerta de la habitación, hacían bastante ruido. Laura se quedó escuchando más tiempo, me dijo que mamá echó a Amelia a la calle antes de que papá llegará de trabajar. Dice que fue por su bolso para darle un cheque con mucho dinero, con tal de que no dijera nada a nadie, y menos la causa de por qué le daban tal cantidad sus patrones. También dijo que ella se haría cargo del entierro y que cubriría todos los gastos del sepelio. Mi mamá es muy generosa. Desde hace días no hemos vuelto a ver a Amelia ni a su hijo, tampoco hemos preguntado nada a mamá. Nomás dice que quiere llevarnos a terapia por el mal rato que nos hizo pasar Amelia por su poco tacto al mostrarnos una escena tan horrible, dice que eso me ayudará con mis pesadillas. Yo la noto un poco molesta, espero se le pase pronto el coraje, en unos días será mi cumpleaños, habrá dulces, regalos, juegos inflables, piñatas y puede que hasta un brincolín.

48 Uña y mugre Somos como uña y mugre y no por dependientes no yo no lo creo somos muy unidos eso sí desde los primeros meses de novios yo debía marcar territorio él era guapo con facilidad el más guapo del salón todas mis compañeras querían con él ni modo de no cuidarlo si me hacía me hace más bella la vida los primeras semanas siempre son miel mi vida mi reina y los besos que te hacen olvidarte de ti de los demás como si los otros fueran simples bichos a los que apenas es se les presta atención bichos incapaces de entender ese lenguaje nacido en el amor mis amigas siempre me recriminaron eso cuando salíamos con ellas siempre nos andábamos comiendo a besos por eso me quedé sin amigas por envidiosas sí yo creo era eso no es culpa mía que nadie las quisiera con ella tuve un inicio precioso su coquetería y atenciones el tiempo se encargó de acabar con mi felicidad nos terminó derrotando cómo no se iba a llevar lo mejor de nosotros si nos la vivíamos pegados tanto nos acostumbramos a nuestra presencia que acabamos por ser como esas parejas de las que nos burlábamos llegó el día de no saber bien qué tanto era cada quién no quería ser como esas parejitas de ñoños que se visten igual y terminan la frase del otro no qué horror como si se amaran al ritmo de un metrónomo de esto tenía miedo según yo eso ya no nos sucede o al menos no con tanta frecuencia como antes por un tiempo me sentí así con ella me sentía atrapado no me sentía muy yo tal vez hasta suene egoísta ella me quiere mucho me lo ha demostrado con problemas y todo y a veces me siento culpable de encerrarme tanto en mí me angustia no poder llegar a conocerla del todo como si tratara de alcanzar algo muy al fondo a veces siento eso de nuevo luego me llegaba a empalagar tenerla todo el tiempo junto a mí comenzó lo nuestro como respuesta a un deseo profundo de sentirme querido a gritos ella me gustó y tomé esa leve atracción como amor como excusa para una relación se puede pasar una vida entera sin ver realmente la cara de una persona tal vez nunca la he visto de verdad pero bien puede ser porque ella no ha

49 querido ser vista cómo me acuerdo de nuestra primera cita él me invitó al cine frente a todos con dulcecitos en la mano y las miradas y sus boquiabiertos rostros cómo es la vida que nos llena de momentos perfectos e irrepetibles igual pudo ser mejor con un ramo gigantesco de rosas no sé los momentos vienen y pasan fugaces irrepetibles muchas veces he intentado crear las condiciones para que ciertas escenas de mi vida se repitan y nada sale como espero sólo queda repetirlas y repetirlas en esa televisión que es la cabeza propia dando imágenes borrosas ojalá no me de Alzheimer debo cuidarme ya no me acuerdo de la película aunque apenas le presté atención estábamos más concentrados en darnos besitos y acariciarnos las manos nos sentamos en la fila de hasta atrás bien oscura la sala como en todo cine no nos oían y aunque así hubiera sido no me hubiera importado el sí siempre fue muy recatado hasta la fecha muy noble muy pendejo cuando ando de malas y todo me desespera tenía casi dos horas para hacerlo desvivirse por mí bien astuta yo atrevida además entre beso y beso yo le iba encimando la pierna sobre su rodilla y él la empujaba quedito y le ponía las palomitas cerca de mi muslo para que lo fuera rozando cuando estiraba su mano para alcanzarlas dejó de quererlas y yo pensé que ya la había regado pero luego le vi intención de querer algo más empezó a tamborilear mi pierna con sus yemas como no queriendo la cosa ya por los créditos estiraba la mano para alcanzarme los calzones me llevó a mi casa a penas si hablamos creo estaba avergonzado apenas si pude dormir esa noche por el miedo de pensar que era una facilota en la mañana me llegó un mensaje suyo diciéndome lo grande que se lo había pasado tiempo después le preguntaría si fui la primera a la que le vio los chones pero por toda respuesta me dice que un caballero no tiene memoria eso me desespera de él su poca hombría para decirte las cosas así de frente quería sentirme otra vez dueño de mí mismo traté después recuperar mi soledad mi libertad pero me cuidaba con ojos de centinela cuando tocaba el tema se ponía a llorar a todo pulmón no sé qué le pasa con sus recientes malos modos fue

50 bonito así sucede cuando se ama por primera vez en la vida pero ahora es como si despertara de un dulce sueño y encontrara que todo es un fraude la sigo amando pero es un amor diferente envejecido debilitado no me gusta pensar eso pero así me hace sentir con sus malos tratos antes se desvivía por mí me llevaba de comer entre clase y clase era mi dicha más grande verla en el umbral con un envuelto de papel aluminio entre sus manos siempre fue muy vivaz le daba por mostrar nuestro amor en todos lados a mí nunca me incomodó no mucho me molestaban más sus escenas de celos sé que en toda relación hay quien quiere más y por un rato pensé que ese puesto no se me podía otorgar a mí aunque últimamente igual y sí ella es muy vivaz muy divertida pero no puedo pretender más que sé hacia dónde nos dirigimos si de verdad nos dirigimos a algún lado después de la salida al cine ni modo de que les dejara de gustar a las del salón de la noche a la mañana me sentía acorralada esa mañana le lleve de desayunar muchos creyeron que andaba desesperada a él le gustó los demás días le seguí llevando el desayuno y no era cualquier cosa le preparaba hotcakes y se los bañaba en mermelada llenos hasta el tope de crema chantillí o a veces huevos con tocino o pan francés con nutella o lechera me llegó la buena idea de engordarlo así gordito iba dejar de atraer las miraditas de las estúpidas del salón lo llevaba a los tacos por flautas cuando no teníamos tiempo le llevaba maruchan y una coca o unas galletas el caso era no dejarlo de alimentar él jugaba futbol pero tiempo después lo dejó me cayó como anillo al dedo le costaba correr pero eso es más culpa del cigarro pasaban los meses y no subía de talla me hacía perder la fe en mi plan hasta en mi amor todo por causa de su rápido metabolismo pensaba que si en verdad lo quería debía esforzarme más él era muy delgado al año mi objetivo ya empezaba a tomar forma se le veía pancita y papada su ropa empezaba a quedarle apretada al entrar a la universidad se me dificultó seguir el ritmo apenas si teníamos clases juntos y yo tenía miedo que alguna lagartona me lo quisiera bajar lo esperaba fuera de clases y le daba una

51 torta de milanesa o de huevo con chorizo bien llena de mayonesa y aguacate cuando no tenía tiempo le preparaba sándwiches con harto de nutella y plátano con su horrible horario hasta sus ojitos le brillaban no tenía tiempo ni para comer el pobre a veces le hacía berrinches a mitad del pasillo con tal de salir a comer no me daba pena y él corría tras de mí así me lo gané con años de dedicación sudor y esfuerzo si eso no es amor no sé qué pueda parecérsele eso no lo ve él no lo agradece me desvivo por él le ofrezco mi vida y me recibe con indiferencia se ha vuelto muy flojo muy poco creativo puedo pasarle cualquier cosa menos su falta de imaginación cuando me propuso irme a vivir con él yo no podía contener la emoción sentía que era la mayor muestra de amor pero pronto se volvió una de las peores decepciones desde que nos mudamos juntos se la pasa en el sillón cuando no está en la universidad tiene un olor chistoso agrio te acercas y te embriaga el mal olor de sus axilas ni su higiene procura yo tengo que andar haciéndole todo y así debo soportarlo un día de estos voy a ponerle laxante en su café ella es mi uña y yo soy su mugre inseparables aunque quizá por lo enfermizo o no sé ya no sé qué parezcamos me queda poco tiempo para estar con ella de repente me encargan dos o tres libros para el fin de semana y llego a la casa donde ahora vivimos juntos y ni buenas tardes mi amor mi vida cómo te fue en tu día nada hasta el sazón de su comida ha cambiado lo noto no le pone la misma dedicación dice que no cocina como antes porque me puse gordo y debo de cuidarme pero ni la yema de huevo le queda bien cocida además cuando me le acerco me hace el feo me dice que me tome un baño o me ponga desodorante últimamente me desespera me encuentro harta hastiada nunca imaginé mi vida así con él pero ni modo de dejarlo con todas las cosas bonitas vividas cuándo voy a encontrar algo igual lo he dado todo por él no me queda nada para darle a alguien más quizá sólo la amé para pasar el rato pero ni modo de dejarla con las cosas que hemos pasado tantos años no pueden dejar de tener significado el tiempo no puede hacer desechable a alguien no puedes

52 ir por la vida creyendo que tus acciones carecen de peso además en mi estado quién me va a querer me siento atado pero en todo caso a la mejor de las cárceles todas las relaciones tienen sus altibajos no ya he tomado mi resolución no puede ser de otro modo sí esta misma tarde compro el anillo para proponerle casarnos.

53 Mil años de perdón Entonces todavía estaban frescos en mi memoria los inexactos horarios de la televisión vespertina, por eso puedo decirte con seguridad que era un día entre semana, soleado. Jugaba con el hijo del panadero a las canicas, no me acuerdo de su nombre, mucho menos de su rostro, las tintas con los que están impresos los recuerdos en la mente se vuelven endebles y porosas al pasar los años; me acuerdo de sus canicas, más bien de la que tenía por más valiosa, o por lo menos conservo la idea de su valía. Él me prestaba de las otras, no eran feas, pero ni de lejos se comparaban con la hermosura de la que con presunción rodaba entre sus palmas. El chico, mayor por un par de años, se ausentó por unos minutos, algún encargó que le habrá mandado su padre. Esa fue la primera vez que sentí un vomitivo gusto por lo ajeno. A su regreso me hice el desatendido ante su desesperación, ayudándole a buscar su caniquita (es decir, mi nueva caniquita) entre las sombras de las matas y los recovecos de las macetas. Salí de ahí pasados los minutos, con aquella canica de distintos colores en mis bolsillos. Me gustaría confesarte que el objeto hurtado se encuentra en algún escondrijo de mi cuarto o que por descuido la perdí, o incluso que me deshice de ella en un arranque autodestructivo. Pero no. Y no es poca la vergüenza al contarte de la imbecilidad de mi carácter, llamémosle inoportuna inocencia, acomódale el adjetivo que más convenga. Con orgullo se la mostré a mi mamá. ¿Quería demostrar acaso que era un ladrón profesional de baratijas?, ¿quería probar verdaderamente algo? ¿Fue mucha la culpa que me impulsó a actuar con necedad? Lo más seguro es que fuera el inicio del auto sabotaje que hasta el día de hoy me persigue; dime si no es auto sabotaje andar confesando a medio mundo mis hurtos. En este punto de la narración, me es preciso hacer una breve distinción entre significados; en el diccionario encontramos robar como la acción de quitar o tomar lo ajeno

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3