Talento IBERO 2021

54 con violencia; por su parte, hurtar es tomar bienes ajenos contra la voluntad de su dueño sin intimidación ni fuerza de por medio. El ladrón roba, el pícaro hurta. Neciamente se colocan como sinónimos, pero como se puede apreciar, hay niveles de alevosía entre uno y otro. Nunca amenacé al niño con el afán de hacerme con la canica, es más, no me considero una persona violenta, ni siquiera de chiquillo. Él la dejó ahí, y yo tuve que tomarla, no podía ser de otro modo, con las muchas prohibiciones puestas sobre su pequeña circunferencia. Y espero sea de tu conocimiento que para el pícaro las prohibiciones no son límites, son metas; yo no me considero violento, pero sí un pícaro y, para mi mal, uno acosado por una profunda ingenuidad. A mi mamá le dio mucha vergüenza volver con el panadero para devolverle la caniquita robada a su hijo. Pensando en ello me doy cuenta que vergüenza-vergüenza no sentí, era más bien un inentendible (debido a mi corta edad) desprecio hacia mí mismo por haberme revelado así de fácil. ¿No es curioso que el recuerdo que con mayor necedad tengo por escribir sea mi primer atraco? Por supuesto luego me volví más astuto, ya te enterarás. ¿Quieres que te cuente de la vez que atraqué a la caridad? Resulta grato destapar las culpas ante extraños, el oficio del confesante es como el de una vedette primeriza, le acosa la fría condena silenciosa de la multitud, pero por nada se baja de la tarima, cualquier cosa por dar un buen espectáculo, desnudarse de miedos con la desesperación de saciar el hambre por el alimento del artista. Mi única estrategia es mostrar los ases sin tapujos, para hacer decidir al adversario si toma o pasa. No entiendo bien el póker, me resulta más divertido exhibir las cartas, pero por lo mismo siempre pierdo. De niño los del salón me veían como un bicho raro, sin embargo, no es mi propósito contarte aquí de aquellos aciagos días en los que mi inocencia se reducía a cenizas, lo digo

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