Talento IBERO 2021

87 público? Evidenciaba un desesperado grito de atención, un desdén por la intimidad de la muerte. Aunque, pensándolo mejor, quizá este fuera el fin: una muerte estruendosa, un escupitajo a la acelerada vida moderna. Ahí residía la intención poética. Ganas no me faltaron para pararme y aplaudir estrepitosamente por la proeza de aquella chica. Me lo impidió mi timidez. Sin embargo, no pude dejar de celebrar para mis adentros. Mis cavilaciones generaron un sentimiento de bienestar para conmigo mismo. Ciertamente mi mañana no había sido un lecho de rosas. A este incidente había que agregarle otro que hasta repulsión me causa referir; yo venía sentado al lado de una anciana que se cortaba las uñas de su mano sin el menor pudor. Las uñas salían disparadas y se perdían en el mugroso suelo del vagón al chasquido del plateado cortaúñas. Me acobardé al intentar reprocharle, lo cual dio pie a un sentimiento de ira contra mí que laceraba mi vanidad. Era cobarde incluso para sostenerle la mirada a desconocidos; siempre era el primero en apartar la vista en ese curioso juego entre extraños, no duraba ni una fracción de segundos. Hubiera deseado recurrir a todas mis fuerzas internas para demostrar a través de los ojos la repugnancia que me causaba. Pero me era más fácil acogerme a la pusilanimidad de mi carácter, a la cual ya estaba acostumbrado. Me atormentaba la vergüenza, ¿por qué no era capaz de sostenerle la mirada con desprecio? Desprecio por cierto justificado. Era ella quien debía sentir vergüenza, no yo. Y, sin embargo, me veía imposibilitado para reprocharle, para darle voz a mi asco. Quizá me intimidó la pulcritud con que venía vestida, así como el fuerte olor de su nauseabundo perfume. Yo, por mi parte, llevaba puestos unos pantalones roídos, la camisa desgastada y unos calcetines agujereados. No pude soportarlo más cuando una uña cayó sobre mi regazo, la barrí con furia; a punto estuve de espetarle, de gritarle que se largara y me

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