Talento IBERO 2021

41 el exterior. Dudé si subir hacia la azotea, tenía miedo de que me descubrieran, pero el llanto del bebé no me dio tiempo para dudas. No logré encontrar una cesta o cubeta con la cual colocarlo sobre el agua, decidí que yo mismo lo metería. Trepé un desnivel que me coloca justo a la altura del tinaco, primero subí a Nathanael y luego subí yo. La tapa del tinaco estaba abierta. Al intentar meter el bebé al agua, perdí el equilibrio y me caí de bruces. Yo no podía gritar, porque se me llenaba de agua la boca. Por fortuna, mi hermana dice que tengo un ángel muy grande, porque escuchó ruidos extraños y subió investigar; cuando llegó yo ya estaba dentro del tinaco, así que rápido logró sacarme. Cuando se cercioró de que yo estuviera bien, fue de nuevo al tinaco para rescatar al hijo de Amelia. Cuando salió ya no lloraba, estaba pálido como mi pollo Blanquito, y del mismo modo, apenas abría los ojos. Nathanael no era el único así, el rostro de Laura estaba igual de pálido, hacía muecas de terror horribles. Lo llevó corriendo al cuarto de Amelia, yo le seguí el paso, pero más lento para no resbalarme. Me pidió que me quitara los zapatos y que me cambiara de ropa. Así lo hice y cuando regresé con ella, ya había sentado a Nathanael en su silla, trataba de hacerlo reaccionar. —Papilla. ¡La papilla, Carlos! ¡Pásame la papilla rápido! Tomé un Gerber y una cuchara del cajón donde los guardaba Amelia. Se lo pasé a Laura y ella trató de darle en la boca, pero Nathanael apenas si movía los labios. Laura temblaba y por eso le ensució toda su carita. Yo también temblaba, por el frío y porque sabía que algo andaba mal. El rostro del bebé estaba lleno del Gerber que no quiso meterse a la boca. Creíamos que dándole de comer podríamos hacerle reaccionar, pero no fue así. —Esto es malo, Carlitos, muy malo.

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