Talento IBERO 2021

63 mucho para hablar del tiempo, por eso juntar “tiempo” e “inexorable” se volvió otro lugar común; inexorable, frío ante nuestro sufrimiento. No debería maldecir lo que en el pasado me causó tanta alegría. Pero después de mis veinte años todo se volvió pesadumbre y malestar. Me estaba haciendo vieja, sentía las líneas de expresión acrecentándose en mí; la sola mención del paso del tiempo me aterraba. Prefiero mil veces la muerte a seguir padeciendo esta vejez ‘inexorable’. Pasé mis horas de insomnio recordando una canción que de niña me cantaba mi madre a la hora de dormir. Ahí estaba la semilla de la Domina gemmata. Iba algo así: “Muñequita linda, de cabellos de oro, de dientes de perla, labios de rubí”. Aunque quisiera hoy no podría cantarla; en mi juventud, cuando lo hacía, todos se quedaban callados para aprehender mejor el tono de mi voz, y aplaudían efusivamente al terminar de escucharme. Recordando la voz de mi madre, se me ocurrió una idea. O más bien, la pregunta de la que nacería la idea. ¿Por qué dejar esta comparación entre los labios y los rubíes, y los dientes y las perlas, en el inasible mundo de los tropos literarios? ¿Acaso no era posible, por los medios que fueren, tener dientes perlados y labios con el rubor de la grana? ¿Por qué quedarse ahí y no darle a un rostro eterna firmeza, la candidez de la nieve y el coral? Costara lo que costara, mi meta se volvió burlar el corrosivo paso del tiempo; si éste es caprichoso como ninguno, yo lo sería aún más. El dinero era lo de menos, no era problema. Por muy elevado que fuera el precio, estaba dispuesta a cuanto fuera necesario para salir triunfante. Inmortalizaría la jovialidad de mi rostro, el natural brillo rubro de mis labios, la pulcritud inmaculada de mis dientes. No sólo quería perpetuar mi belleza hasta el fin de mis días, deseaba también llevarla a otros límites.

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