Talento IBERO 2021

64 Con tan altos propósitos en mente, invité a cenar a la casa a un viejo cirujano amigo de la familia. Le sorprendió mi llamada, nunca creyó que yo necesitaría de sus servicios. Al principio quiso disuadirme; sutilmente, sin faltarme nunca al respeto, me llamó loca. Expuse de forma hábil mis anhelos, y entre lágrimas mis miedos y frustraciones. Mis palabras y mi llanto conmovieron poco a poco su ánimo. El médico decía entenderme, después de todo vivía de la frustración humana, de la hermosura que se marchita, del repudio a la imperfección. Le prometí fortuna y renombre, sería el primero en embarcarse en una faena como la que tenía en mente. Si bien la técnica quirúrgica había avanzado al grado de hacer posible que cualquiera se hiciera injertos de diversos materiales, tanto por gusto como por necesidad, injertarse piedras preciosas en el rostro era aún un hecho insólito y quizá, hasta sin precedentes. Y si a una coja pueden ponerle una prótesis, ¿por qué a mí no habrían podido llenarme de piedras preciosas el rostro? Yo haría factibles todas las alegorías que desde tiempos antiguos se establecieron entre las gráciles partes del rostro y la orfebrería. Convencer al cirujano no fue fácil. El primer paso fue realizar una cita con un odontólogo que me recomendó, el cual no realizó muchas preguntas una vez acordada la cifra de sus honorarios. Esa es la virtud del dinero, te ahorra diálogos. Concertamos un par de citas en su consultorio antes de que me colocara la prótesis dental, me tomó medidas bucales y se me advirtió de la imposibilidad de masticar alimentos sólidos por un tiempo, al menos hasta que me hubiera acostumbrado a mis nuevos dientes, desconocía el modo en que reaccionaría el material una vez finalizada la operación; tan inédito era su uso para la ciencia dental que querían evaluar la prótesis antes de probar su resistencia. Llegué a mi cita con el dentista a la hora acordada, estaba nerviosa, mi corazón palpitaba con fuerza, pero ni tiempo me dio para templar mis ánimos; no demoré mucho en

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