Talento IBERO 2021

75 Al momento de quitar los vendajes, ambos quedaron en silencio. Habría dejado que el silencio se extendiera, pero la ansiedad me estaba matando. Fui la primera en hablar, sustraje todo el valor del que fui capaz (para mover los músculos de la boca nunca había necesitado tanto esfuerzo) y pregunté: —¿Soy bonita? —Sí, bonita; muy bonita. —¿Y hermosa? ¿Soy hermosa, doctor? —Sí, bastante hermosa. —¿Verdad que mi belleza no se compara a la de nadie? ¿Verdad que es única?, ¿inigualable? El doctor trastabillaba al hablar, como si dudara; ante mis interrogaciones se mostraba perplejo. Pero yo supe que era mi esplendor lo que lo cautivaba al grado de enmudecerlo. Después del chasco con la niña, había pedido al museo vitrinas que se interpusieran entre la Domina gemmata y su vulgo. Sin la vista no podía desplazarme con libertad, el museo tampoco permitía que me moviera de mi asiento, debía cuidar el rostro que valía por sí solo millones; pensaban que la Domina gemmata era de su propiedad. No me quedaban fuerzas para protestar, ni para debatir sobre la libertad y el albedrío que puede obtener una obra con vida y voluntad propia. Me resigné a pasar las horas en mi silla, atrapada entre los muros de las vitrinas. De vez en cuando me alimentaban y aún menos veces me movían de la tarima para ir a hacer mis necesidades. La obra más perfecta y acabada del mundo aún necesitaba cagar.

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