Talento IBERO 2021

53 Mil años de perdón Entonces todavía estaban frescos en mi memoria los inexactos horarios de la televisión vespertina, por eso puedo decirte con seguridad que era un día entre semana, soleado. Jugaba con el hijo del panadero a las canicas, no me acuerdo de su nombre, mucho menos de su rostro, las tintas con los que están impresos los recuerdos en la mente se vuelven endebles y porosas al pasar los años; me acuerdo de sus canicas, más bien de la que tenía por más valiosa, o por lo menos conservo la idea de su valía. Él me prestaba de las otras, no eran feas, pero ni de lejos se comparaban con la hermosura de la que con presunción rodaba entre sus palmas. El chico, mayor por un par de años, se ausentó por unos minutos, algún encargó que le habrá mandado su padre. Esa fue la primera vez que sentí un vomitivo gusto por lo ajeno. A su regreso me hice el desatendido ante su desesperación, ayudándole a buscar su caniquita (es decir, mi nueva caniquita) entre las sombras de las matas y los recovecos de las macetas. Salí de ahí pasados los minutos, con aquella canica de distintos colores en mis bolsillos. Me gustaría confesarte que el objeto hurtado se encuentra en algún escondrijo de mi cuarto o que por descuido la perdí, o incluso que me deshice de ella en un arranque autodestructivo. Pero no. Y no es poca la vergüenza al contarte de la imbecilidad de mi carácter, llamémosle inoportuna inocencia, acomódale el adjetivo que más convenga. Con orgullo se la mostré a mi mamá. ¿Quería demostrar acaso que era un ladrón profesional de baratijas?, ¿quería probar verdaderamente algo? ¿Fue mucha la culpa que me impulsó a actuar con necedad? Lo más seguro es que fuera el inicio del auto sabotaje que hasta el día de hoy me persigue; dime si no es auto sabotaje andar confesando a medio mundo mis hurtos. En este punto de la narración, me es preciso hacer una breve distinción entre significados; en el diccionario encontramos robar como la acción de quitar o tomar lo ajeno

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