Talento IBERO 2021

66 tipo de cosas, pero desde la eterna oscuridad en que me sitúo, los recuerdos son lo único que aparece ante mí con nitidez Por una semana me arrepentí de haberme sometido al procedimiento. Tenía las mejillas hinchadas y el más ligero movimiento me hacía maldecir mi suerte. Detestaba sobre todo lo enormes y moradas que se encontraban mis cachetes. Verme en el espejo se volvió por un tiempo algo insoportable. Desde esa cirugía, me alimento sólo con licuados y jugos. Por no ingerir sólidos, adelgacé. Pasado el tiempo, el problema no se volvió tanto dañar la solidez de la prótesis, sino opacar su impoluta blancura. Sobre todo, cuando, acentuado el rubor de mis labios, lavarme los dientes se tornó una actividad dolorosa de extrema dificultad. Dos semanas después, la hinchazón había cedido completamente, continué yendo con el dentista por citas de rutina y protocolo. Todo había valido la pena, al sonreír brillaba entre mis labios unos cándidos dientes simétricos y cautivadores, mi sonrisa era una elegante sarta de perlas. Por un tiempo mi actividad favorita se volvió sonreír, quería mostrarle al mundo la perfección de mi sonrisa. No hacía sino mirarme al espejo y sonreír desinhibida. El menor de los acontecimientos me hacía reír a carcajadas; no recuerdo otra época en mi vida en que mi espíritu haya tenido tanta ligereza, excepto quizá mi juventud; el sólo hecho de querer hacer gala de mi inmaculada sonrisa me hacía sentir risueña. Por unos meses el tiempo se me pasó en sonreírle al espejo, ni falta hizo volver a los calmantes y antidepresivos para dormir; en mí se albergaba toda la felicidad y plenitud que creía posibles. Eso, al menos, hasta cierta ocasión en que mientras sonreía con placidez, divisé en mi reflejo una invasora línea de edad dibujándose con claridad en la comisura de los labios. Mi júbilo dio paso al horror. A fin de cuentas, sonreír mucho también arruga las facciones y repercute en la piel.

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