Talento IBERO 2021

91 Naturalmente hice de todo menos trabajar. Tenía libertad para hacer y deshacer a mi antojo. Lo único que tenía prohibido era largarme de ahí, debía pasar tarjeta para demostrar mi buena voluntad para quedarme a tan altas horas en el trabajo. Primero debía cerciorarme que nadie se quedara a hacer horas extras, pero todo estaba tranquilo y callado. Por algunos minutos intenté manipular la máquina del registro de la jornada laboral, pero por temor a estropearla dejé la cosa como estaba. Tan mala no era la quietud y autonomía del impuesto turno nocturno. Me dediqué a realizar imperceptibles cambios en el avance de los demás, pequeños cambios en uno y otro dígito para entorpecerles la ecuación. De haber algún quisquilloso, se habría percatado de las modificaciones en sus equipos en horarios que no correspondían a los de la jornada laboral, pero confiaba en que su estupidez les impediría darse cuenta. También me dediqué a robarles algunos utensilios de uso diario, bolígrafos, borradores, papeles para notas, ese tipo de cosas que abundan en las oficinas; me dediqué a abastecerme para los próximos meses o simplemente los tiraba en la basura. No por necesidad, no tenía ningún interés en volverme experto ladrón de chucherías de oficina, quería más que nada demostrar un punto. Fui muy cuidadoso en ocultar mis huellas; la maldad requiere de no poca astucia, por eso no es para cualquiera. En caso de ser descubierto, el reproche estaría más que justificado por no haber sido lo suficientemente precavido para esconder mi rastro. También borré archivos no tan recientes, pero que entorpecerían su trabajo cuando llegaran a necesitarlos. Sentía placer al dedicar mi tiempo y esfuerzo a estas maldades pequeñas, digamos imperceptibles, pero a la vez molestas. La mejor piedra es aquella que no se ve cuando la lanzan. Me complacía imaginándome algún día en el futuro próximo en que su desesperación fuera tal por no lograr encontrar el archivo de la declaración de impuestos

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