Talento IBERO 2021

92 de hace dos meses, o buscar dígito por dígito la razón del error en sus procedimientos. Me regodeaba saboreando su imaginaria angustia, su desesperación, la constricción de no entender que la mente maestra detrás de aquello que iba mal en su vida era la cucaracha de la cual hacían burla constantemente. No hay momento como la noche para las cucarachas, en ningún momento del día hay tanta libertad. A fin de cuentas, si me obligaban a quedarme a tan altas horas de la noche, les debía de costar. Yo tenía la obligación moral de resarcir mi orgullo y hacerme justicia por mano propia, que es la única justicia que importa. A mi modo y mis alcances. Salí de la oficina un poco antes de la media noche. Dudé por un rato si poner llave o no. Por un lado, me daba tirria seguir al pie de la letra cualquier tipo de instrucción, por otro, de llegar tarde (como quizá ocurriría) recibiría otra humillación, un doble regaño por parte de del jefe, tanto por llegar tarde como por no poner llave. ¿Qué hacer? El húmedo frío de la noche me impedía pensar con claridad, sentía que el peso de la oscuridad pausaba el ritmo de mis pensamientos. Opté por dejar sin llave y hacer el verdadero esfuerzo de llegar al otro día temprano; no dormiría de ser necesario, se me hizo imperante estar presente antes que ningún otro. Debía tragarme mi orgullo para aparentar ese benéfico efecto que el jefe pronosticaba en mí, consolándome con la secreta fechoría de dejar la oficina sin protección. ¡Ay!, debí dejar la oficina protegida para darme la altiveza de llegar tarde al día siguiente, exigiendo para mí las horas de sueño a las que por repetición estaba correspondido; incluso hubiera saboreado el placer de dejar plantados a quienes llegaran temprano. Eso si el guardia vespertino no portaba su llave. ¿Pero qué digo?, es notorio lo comprometedor de mi situación, y admito con vergüenza que pudo más el capricho a mí.

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