79 eternidad. ¿No intuyes que esta carga fue hecha para dos? Estas cadenas me esclavizan a un hubiera (lo único que tengo) y a un ojalá (acaso imposible). Te pienso y me ahogo de la agitación; espero no hartarte, que en mí toda cursilería es posible. Razón de mi sinrazón, vivo al borde de una exaltación embriagadora y un irrefrenable miedo; como ola que nunca llega a tocar orilla, y vuelve a intentarlo una y otra vez, desvaneciéndome entre miles de olas igual de salinas. Camino por la vía pronunciando en susurros tu nombre, disfruto como se cristaliza y quiebra entre mis dientes para enterrarse en mis encías, suave aroma bien derramado. Tu nombre se deslinda mientras saboreo cada una de sus letras y mi lengua, aunque sangrante goza con este lingüístico juego de rayuela. Oración absurda dirigida a ninguna parte, pero fuera de mi oración nada tiene sentido, todo me parece absurdo y fastidioso. Sólo una cosa pido: ser la suavizada cera en que se imprime tu sello; la roca donde tus olas embistan con furia; una pestaña enraizada eternamente entre tu párpado y la almendra de tu pupila; la hiedra enroscándose a tus paredes con violenta docilidad; el caracol que guarda en sí el eco de tus olas. Quiero ungirme con los mismos óleos que te ungieron; que mi sal se mezcle con la salobridad alcalina de tus finos granos humeantes, lo deseo con la ansiedad del ave primeriza anhelando ser crucificada al cielo, para que nuestra única confusión sea dónde acabas tú y dónde termino yo. ¿Es mucho pedir? ¿Te parecen excesivas mis exigencias? Sería la burla del colegio si supieran que eres tú mi constante letanía, la razón de mis desvelos y mi poco interés en las clases. Y más se burlarían por acusarte de llevar una vida de costumbres licenciosas. Difamaciones que por supuesto ignoro. A ti, olor al que no igualan los olores, deberían dirigirse todos los homenajes. Mi letanía, mi canción, mi llanto, la razón de mi desvarío. Mi. Pronombre posesivo pobremente empleado. Sigo cayendo en la trama de
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