Talento IBERO 2021

88 dejara solo, pero al momento de abrir la boca, el vagón dio una abrupta sacudida y frenó en seco. Logré a tiempo poner las manos para aminorar el impacto contra los asientos de enfrente. La anciana salió disparada, con todo y sus uñas y su dichosa elegancia. Esto me consoló. También observé con placer a los demás pasajeros tropezándose los unos con los otros, azotar contra el suelo y las ventanillas, algunos incluso siendo excitados del poco sueño que el viaje de su casa a sus ocupaciones les permitían. Todo era conmoción, quejidos, golpes, el llanto de un niño. Debido a mi poco interés por llegar temprano al trabajo, di una vuelta a la cuadra. Llegué una hora tarde. Me esperaba la habitual cantaleta de mi jefe, un hombre menor a mí en años que quedó en el puesto gracias a lamer las suelas correctas. Algo bueno de nosotras las cucarachas es que nuestra única relación con las suelas es únicamente de odio, no le lamemos ni debemos nada a nadie. La razón por la que me comparo con este animalejo es bastante simple: todas las mañanas despierto con la agonía y certeza de ser una horrible cucaracha. Es el peso de los años el que vuelve al hombre un desecho de lo que fue. Me sentía una alimaña más en esta ciudad gris y monstruosa infestada de todo tipo de alimañas. Mi jefe no era de los nuestros, pertenecía a ese grupo de aspiracionistas pretenciosos que se la pasan subiendo a las secretarias en su carro del año; el único motivo por el cuál repararía en una cucaracha como yo es por la molestia que causa nuestra presencia ante su inmaculado panorama; es decir, porque alguna acabó sus días bajo la suela de su reluciente zapato. Permítaseme hacer una pausa en la narración para escupir en su recuerdo. Yo escuchaba su regaño con sorna bien disimulada, desconozco si esto se debía más a mi pusilanimidad o a la prudencia; de lo que estoy seguro es que disimular es de las mejores habilidades de las cucarachas. Sin embargo, la discusión subió de tono, parecía notar el poco

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3