Talento IBERO 2021

81 quien duda tomar la Eucaristía de manos del cura por vergüenza de sus pecados inconfesos. Aun así, cometo el nefando acto, aunque la culpa después me carcoma, aunque me espine la mano, debo saciar mi apetito por este prohibido fruto. Acaricio las cerdas con la lengua, con cuidado de no morderlo, como desde tierna edad me enseñaron a no masticar la carne de mi salvador. Paso los segundos en este gozo inimaginado y sórdido. Sigo sin escuchar el ruido de tus pasos. Devuelvo el cepillo a su lugar y ante tu trono caigo de rodillas; es este el único medio que se me muestra para acceder a tu intimidad. Mis dedos acarician ansiosos sus curveados lindes, mi lengua impaciente por recorrer su lisa superficie. ¡Sirva el contenido de este cáliz para calmar la sed de mi espíritu! Escucho tus pasos acercándose veloces. La puerta de tu baño está abierta de par en par. Yo de rodillas bebiendo con gusto de su húmeda concavidad. De este modo habrás de encontrarme, me es imposible dejar de calmar la aridez de mi voz quebrada —¡Oh ambrosía! —, mi voluntad no me responde por estar sometida a poderosas pasiones. Decido que me conformo con tu odio; te lo imploro, siente algo por mí, para que mis vocales tengan algún sentido entre tus labios. No podría importarme menos lo que pase conmigo; yo ya me encuentro bien lejos, ante las puertas del paraíso. La timidez me ha impulsado a colocar la dedicatoria al final de este breve relato. Ojalá nunca te enteres que escribí esto pensando en ti. Y si acaso te enteras, encontrarás entre estas líneas tu nombre.

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