97 nunca el sentido de mi nauseabunda existencia: ser la piedra en el zapato de todo aquél que se cruzara en mi camino. Nunca nada tuvo tanto sentido para mí, ni me había dado tanta hambre e ímpetu por vivir como la que ahora se aferraba a mis entrañas. Mi odio sería mi fundamento; mi vanidad y orgullo, mi religión; alimentar mi rencor el propósito de mis días. Y no era cobardía la que me alejaba de la muerte y me hacía aferrarme a la vida, era verdadero hambre por vivir. ¡Viviría! La cucaracha se aferraba a su retorcida existencia convencida de su propósito y su inigualable lugar en el mundo. Me enfangué y denigraron, pero me quedaba el consuelo de no ser esclavo de nadie. De ahora en adelante buscaría apaciguar mi ira y resarcir mi orgullo, lo cual sólo podía ser logrado con una corrompida voluntad. Pues bien, ¡que así sea! Consagraría mi existencia a las delicias de la maldad y al consuelo que ofrecían otro tipo de placeres similares.
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