Puebla ha sido tradicionalmente un estado migrante. Cuatro aspectos son centrales en este sentido: la inmigración y su impacto en el crecimiento poblacional, la emigración hacia Estados Unidos, la migración de retorno y la migración de paso de centroamericanos.
En términos de inmigración el principal polo lo constituye la ciudad capital y su región metropolitana. Esta zona atrae a personas de otras partes del estado y del resto de la república. Es muy diversa y constituye un reto en términos del crecimiento demográfico, urbano y de la demanda de servicios.
La emigración a Estados Unidos se concentra en California y Nueva York. La mayor parte de los poblanos que se marchan lo hacen por falta de oportunidades dentro de la entidad. Esta tiene un doble efecto, se ha convertido en una válvula de escape ante la demanda creciente de oportunidades y su exigua generación y aporta enormes recursos en forma de transferencias. En los últimos años ha presentado una disminución sostenida. Esto tiene una explicación múltiple: el aumento de los costos, riesgos del traslado y las dificultades de la estancia en el vecino país. Pero, sobre todo, estamos en presencia de un cambio demográfico fundamental: el envejecimiento de la población mexicana y por tanto la disminución de la presión de la población joven por migrar. De los más de 650 mil migrantes mexicanos registrados anualmente en la primera década del siglo, las cifras han disminuido a 170 mil en los últimos años (Giorguli 2017).
En este contexto, muchos poblanos están volviendo de los EUA. Una gran parte ha permanecido durante años en ese país y algunos, los más jóvenes, han tenido poco o nulo contacto con México. El perfil de la migración de retorno es sumamente variado, desde niños que demandan salud y escuela, adultos que demandan capacitación y fuentes de trabajo, hasta adultos mayores que demandan apoyos para el retiro y accesos a servicios de salud. Pero todos, con la necesidad de mecanismos para la reinserción en sus comunidades. Finalmente, un fenómeno que, sin ser nuevo, ha cobrado centralidad: la migración transnacional de tránsito por el país y el estado, fundamentalmente centroamericana. Esta migración responde al deterioro de la situación económica, política y social en sus países. Este flujo, se ha acrecentado y enfrenta riesgos enormes de seguridad en su cruce por México; la visibilización, por ejemplo, a través de caravanas, ha sido un mecanismo para enfrentarlos. Esto ha incrementado su seguridad, pero también ha alimentado la retórica antiinmigrante norteamericana. Es claro que va a continuar este flujo, al tiempo que las condiciones migratorias se van a endurecer tanto en México como en EUA.
La migración es un derecho humano y adicionalmente un proceso que enriquece a las sociedades, tanto a las comunidades de origen como a las de destino, e incluso a las de paso. Pero es necesario un conjunto de políticas a nivel nacional, estatal y municipal que canalice estos procesos, garantice la seguridad, combata la discriminación y genere la infraestructura y los servicios que demanda una población creciente. La migración y los migrantes no deben ser vistos en ningún caso como enemigos o amenaza.
Definir una política hacia los migrantes que considere a todas las formas de migración que se presentan en el estado y a las necesidades de los diferentes tipos y grupos de migrantes.
Establecer acciones de apoyo y protección a los migrantes de paso por el estado apoyando con recursos los proyectos sociales existentes y generando capacidades de atención del gobierno estatal.
Ampliar la oferta de servicios educativos y de salud a fin de cubrir a los migrantes de retorno y aquellos que vienen de otras entidades y países.
Establecer un programa puntual de apoyo a los migrantes de retorno para facilitar su integración a la sociedad poblana. En particular, reforzar los mecanismos administrativos ya contemplados en el marco jurídico en términos educativos, laborales, de registro civil, etcétera.
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