La 4T bajo la lupa

— 115 — La pobreza no disminuyó, esto a pesar de los 20 años de continuidad de la política social con los programas de Oportunidades, Progresa y Prospera. Estos se construyeron sin considerar el componente estructural de la pobreza que se relaciona con la distribución inequitativa de los recursos. Mientras que podemos pensar en el pobre en forma singular, en la desigualdad es imposible que pensemos de otra manera que no sea en términos relacionales, es decir, la desigualdad implica la comparación con otros que la determine, la desigualdad evidencia las diferencias estructurales. Así, la pobreza puede observarse en sí misma, pero no puede entenderse sin tomar en cuenta las relaciones sociales, pues la pobreza es fruto de relaciones sociales desiguales. Cuando las desigualdades entre las personas son muy grandes generan prácticas de subordinación que impactan los niveles de vida de las personas, prácticas de servidumbre que generan un deterioro del bienestar. La pobreza refleja las distancias en términos de poder, en términos económicos y capacidad de las personas, hogares y comunidades para satisfacer sus necesidades. La pobreza está determinada por la disponibilidad de recursos para satisfacer las necesidades y esto no depende sólo de los pobres —individuos, hogares o comunidades—, depende de la distribución general de los recursos en el conjunto de la sociedad. Con el arribo del llamado gobierno de la Cuarta Transformación encabezado por Andrés Manuel López Obrador se esperaban cambios significativos en la política social. Efectivamente, la política social ha sido transformada por una que busca canalizar recursos directamente a los pobres y a grupos específicos de la población como los adultos mayores. Se abandona la idea de las condicionalidades y se retoma la política social como política de alcance general, apareciendo la idea de universalidad que, aunque no se aplica en todos los programas, sí es un principio que se hace notar. El cambio de estrategia ha tenido implicaciones muy significativas en el funcionamiento de la política social. Se han eliminado programas que venían funcionando por décadas, en algunos casos se les ha sustituido por otros, que suelen no tener un diseño y estrategia de operación precisas; en otros casos, simplemente se han eliminado programas y se ha dejado un vacío. Además, en el entorno discursivo del gobierno existe una reivindicación de la solidaridad familiar como instrumento de atención a las necesidades de sus miembros. Este punto no sólo es polémico, también va a contracorriente de las propuestas más avanzadas sobre la política de cuidados que propone una mayor presencia y responsabilidad del Estado (Arroyo Rueda, Ribeiro Ferreira & Mancinas Espinoza, 2011). El cambio de la política social en México se dio tan pronto el nuevo gobierno tomó posesión. Aparecieron nuevos programas: Producción para el bienestar; Programa de becas escolares; Pensión para el bienestar de las personas adultas mayores; Jóvenes construyendo el futuro; Pensión para el bienestar de las personas con discapacidad permanente; Sembrando vida; y Atención a la salud y medicamentos gratuitos para la población sin seguridad social laboral. Este último programa se integra con el del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi).

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