Rúbricas 16

77 Rúbricas XV Humanidades digitales esencial del teatro es la presencia del actor frente a un público, como un arte vivo. Sin embargo, el confinamiento global impuesto por la pandemia del SARS-CoV-2 ha renovado el debate, relajando entre algunos creadores escénicos la oposición al tecnovivio, entendido éste como un modo convivial altamente tecnológico. Adicionalmente, “no podemos desconocer que la experiencia de muchos públicos se sustenta en la mediatización y las nuevas tecnologías” (Kozak, 2012: 200). Esto es: gran parte de la población nunca ha asistido al teatro y quizá no pueda, o no le interese. ¿Cómo llegar a ellos, entonces? La tercera reflexión es que el teatro practica su propia interactividad, tanto en el espacio escénico, como con los espectadores, al menos en un sentido dialéctico, y esas son características performáticas y teatrales. Dicho todo lo anterior, ¿valdrá la pena dirigirse hacia un territorio virtual o hipermedia?, ¿a qué costo?, ¿con qué adecuaciones? Por su parte, saliendo del terreno de la ejecución, la ciberdramaturgia ya existe como literatura, como texto. No en un papel sino en otro soporte y, por ende, no tiene problemas con ser leída o consumida en varias plataformas, o incluso con ser modificada por los lectores de manera hipertextual. Un claro ejemplo es el de la mexicana Fernanda del Monte, con Mis humores. Estudio poético sobre la enfermedad, texto interactivo en un sitio web que utiliza la pantalla como posibilidad de juego y lecturas personalizadas. Usado y montado en diversos formatos escénicos y audiovisuales, se trata sobre todo de la experiencia: al arrastrar los textos y fijarlos, o intercambiar las ilustraciones, se despliega una lectura personal, además de otras lecturas transversales en el espacio digital, con variaciones del tema (tipos de “humor”: sangre, lágrimas, sudor…), que pueden leerse por separado o como un todo. Incluso pueden insertarse “los humores” de los lectores, construyendo un texto infinito a partir de nuevas voces y personajes. Ciertamente, la dramaturgia –en tono posdramático o no– lo tiene más fácil en el terreno virtual. Habría entonces que indagar qué es lo que pasa con las puestas en acción de Del Monte (como juego escénico, ejecutado para un público), y si éstas pueden ser igualmente virtualizadas o hipermediatizadas. Así que las dudas persisten: ¿qué pasa con el drama?, ¿qué pasa con la acción?, ¿qué pasa con el rito de convivencia? En el Audiotour Escénico de BiNeural-MonoKultur, grupo performático de Córdoba, Argentina, un personaje da un recorrido por la ciudad a un grupo de espectadores que en un dispositivo mp3 escuchan a un narrador. El espacio urbano se vuelve escenario de historias ficcionales o documentales y el espectador también queda implicado como actor (Kozak, 2012). Sin embargo, y a pesar de que existe un texto y se involucra una relativa convivencia entre posibles personajes y espacios, no existe la acción dramática, ni una progresión dialógica. Más aún, tampoco hay transmedialidad. Ejemplo similar existió en la ciudad de Puebla, donde el dramaturgo Pablo Cano creó un website de donde el espectador puede descargar a su celular algunos audios breves sobre la historia de edificios emblemáticos de la localidad. Luego, con la ayuda de un mapa digital se traslada a dichos edificios del centro histórico, para escucharlos mientras los visita. Pero en esta experiencia existe menos teatro aún, pues el audio (que no es transmedial) es narrativo, sin personajes o diálogos, ni convivencia. Solamente la coincidencia diacrónica entre autor y receptor, en espacios emblemáticos de la ciudad. ¿Qué se puede desear entonces para el futuro de un teatro virtual? Ciertamente que los registros a cámara abierta o las grabaciones teatrales reproducidas (refiriéndome a un re-play y no a una re-creación) desde un sitio web, dejan mucho que desear. Aun si se produce un video de calidad con varios tiros de cámara y edición, seguiría siendo “teatro en video” (¿o televisión?); en los casos más estéticos, se incorpora a la propuesta el lenguaje cinematográfico, resultando un corto o largometraje que se replica de manera asíncrona y nos devuelve a la cuestión de considerarlo como teatro, o no.

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