Rúbricas 16

76 como elementos de un collage escénico. Y que, aprovechando la noción de maquinaria como principio de la teatralidad (pues da cuenta de su materialidad, de su carácter de artificio y de su espectacularidad), puede usarse para poner enmarcha dispositivos multimedia y/o performáticos. El Teatro Línea de Sombra que dirige Jorge Vargas los implementa de manera destacada en sus espectáculos, sobre todo en la instalación, entrando en la intermedialidad, que define Kozak como una fusión conceptual a partir de formas de arte preestablecidas, por ejemplo, mezclar el teatro con cine, con lo museístico, con la fotografía u otros medios (2012). El ejemplo emblemático del trabajo de este colectivo interdisciplinario de artistas es su espectáculo Amarillo (2009), presentado alrededor del mundo. En él, Jorge Vargas hace de la migración una poética de la ausencia, indagando entre lo virtual y lo real. Plantea una escenografía/instalación que pone de relieve la repetición de objetos –en este caso botellones de agua que usan los migrantes al cruzar la frontera– y sus posibilidades semánticas, así como las de los dispositivos tecnológicos utilizados: proyecciones de sucesos reales, emisiones radiofónicas, imágenes de circuito cerrado de televisión, los cuales resignifican el espacio y los planos expresivos de los personajes. La forma en que los actores se relacionan con objetos simples como el simbólico y enorme muro que funge también como pantalla de fondo, la arena, o los botellones infinitamente repetidos, arma una consistencia estética que consigue sensibilizar a quien observa. Textos, voces, efectos e imágenes, se suman como videopoesía, refiriéndonos al uso del lenguaje audiovisual de una manera poética. Este uso de imágenes digitales, audios y material plástico, con raíces tanto performáticas como posdramáticas, conforman un espectáculo de teatro expandido, esto es, con dispositivos que transcurrieron fuera del espacio escénico y volvieron al teatro. Contamos con transdisciplina: adecuación de tecnología, investigación y acciones sociopolíticas (que pueden o no coincidir con el momento de la representación). Pero para llegar a un teatro hipermedia o hiperteatro, faltaría la vinculación transmedial que replique el tópico en distintos medios. Faltaría esa red virtual que enlace elementos elegidos por el espectador. Con ello se lograría un producto escénico transmedia, como forma de hibridación que ocuparía espacios intersticiales en la producción de nuevas variedades de arte. Así que por bella e impactante que sea esta puesta en escena, aún no podemos afirmar que Amarillo sea una obra teatral hipermediática, debido a que ésta requeriría que la historia se despliegue a través de múltiples medios y plataformas de comunicación, y que los consumidores-espectadores asuman un rol activo en ese proceso de expansión mediático. Cabe aclarar que no pienso que sus creadores se hayan propuesto lograr un teatro ni virtual ni hipermedia, pero este estupendo montaje contemporáneo permite plantear ciertas reflexiones en torno a la pervivencia y posibilidades estéticas teatrales en un contexto global. La primera implica que la supervivencia del teatro mexicano depende de los modos de producción, y un libre acceso virtual para un producto escénico tal, profesional, complicado de crear –y por ende, caro– no es factible en un país donde el teatro no recibe ni el apoyo, ni los subsidios que debiera. Para la segunda reflexión quiero recordar a Jorge Dubatti, quien establece al convivio como principio fundamental del teatro, que “implica la práctica de un ritual de concurrencias: artistas, técnicos y espectadores conforman un presente que no admite reproductibilidad tecnológica. Cada función, cada presente es a la vez inédito” (Dubatti, como se citó en Villafañe, 2007, s.p.). Si en Amarillo suprimimos al convivio, ¿qué sucedería? Esto es, si la experiencia estética se percibe asincrónica al evento, distanciada del espacio y/o sus ejecutantes, replicándose en un dispositivo electrónico o multimedia en vez de “en vivo”, como un rito de comunión entre ejecutantes y espectadores, ¿seguiría siendo teatro? Se trata de un cuestionamiento fundamental pues, para muchos teóricos, lo

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