Rúbricas 16

78 La pandemia irrumpió, originando variantes: el teatro #LiveOnlineNow, o Zoom Teatro, o llámele como guste, pero que ha permitido a los teatristas trabajar. En la mayoría de las opciones, actores y quizá decenas de espectadores coinciden en tiempo real, pero no en espacio, sino de manera virtual, utilizando plataformas para videoconferencias y/o streaming. El mecanismo puede ser de acceso libre, o con taquilla, apoyando la economía de productores y artistas, pero las partes más limitadas han sido la dramática y la de producción. No siempre se cuenta con un buen texto, progresión o conflicto y abunda la interpretación narratúrgica del performer, casi siempre ejecutando conmuy poco apoyo escenotécnico y de levantamiento de imagen o edición. Las opciones más pulidas, con un equipo técnico interdisciplinario, en un set televisivo y con varias cámaras, registran y transmiten en vivo las funciones. Su encanto “en vivo” se diluye ante su semejanza con la televisión, pero conserva una sensación de intimidad teatral, junto a un público selecto. Eso sí, ningún caso (que yo haya visto hasta enero de 2021) optó por la deseable hipermedia o incluyó decisiones interactivas de los espectadores. Aunque cuando físicamente se prohíben la convivencia y las actividades “no esenciales” (difiero fuertemente respecto a que el teatro y las artes lo sean), estas iniciativas son sumamente agradecibles y aportan tanto a la pervivencia teatral como actoral. ¿Es factible entonces el arribo a lo que denomino hiperteatro? Quizá. Entendámoslo como una estructura escénica en tiempo real, preferiblemente presencial, a la que –con la respectiva medida artística– se hibrida una variedad de contenidos en múltiples formatos (texto, imagen, sonido, video, hologramas, animaciones) a los que se puede acceder vía una dinámica de elección con hipervínculo. Al margen de las restricciones sanitarias, la ruta evolutiva la marcarán los creadores escénicos y aquel financiamiento que promueva la investigación tecnológica y la creación de dispositivos, así como el fomento a la transdisciplina, especialización y producción escénica. Sería deseable reunir lo mejor de cada propuesta aquí revisada, para conformar el futuro teatral en México: un contenido inteligente con una estética depurada; instalaciones plásticas, tecnopoéticas; espacios cerrados o abiertos, pero apropiados a la interacción… Imagino un teatro sin problemas de dinero, know-how o tecnología, donde los espectadores, gracias a la novedad, abarroten las funciones, puedan tomar decisiones vía sus pantallas y dispositivos y quizá transitar en diferentes espacios escénicos según su elección, para ver actores reales junto con juegos de representación holográfica y consignas performáticas, pero sin olvidar la acción y progresión teatral dialéctica. Se antojan la develación de intrigas vía circuitos cerrados de televisión, conflictos, aromas, informaciones íntimas susurradas por los personajes solo a un segmento del público. Fragmentos breves y determinantes para la trama vía otras plataformas, acciones bifurcadas, con grupos del público separados durante el recorrido, pero reunidos para un clímax que convoque a público y actores, y tenga su desenlace en lo real, la emoción, lo presente, el convivio. El convivio teatral y el posterior: el abrazo, la copa, la charla intelectual o entre amigos, haciendo honor a la creación de pensamientos que provoca el teatro e invitando al público a regresar a otra función, que nunca, nunca será igual. Estos conceptos y prácticas que planteo son un ideal teórico, nacidos del creador que observa a otros, del estudioso que mediante el análisis y algo de experimentación, aspira a la novedad y sugiere a sus pares una categoría escénica particular de algo que no existe: el hiperteatro. Pero que abre un abanico de posibilidades por imaginar, explorar y aplicar a futuro. Si algo nos ha enseñado el encierro pandémico, es que el teatro no sucumbirá ante la tecnología, lo virtual ni lo hipermediático, sino todo lo contrario: son fuerzas creativas a sumar. Quizá las formas se hibriden; quizá las denominaciones cambien; habrá que superar conflictos, dentro y fuera de la ficción, pero las artes escénicas están en primera línea en la lucha por mantener vivos nuestros espíritus. Y no veo la hora de que el resguardo acabe, para volver a ese rito social maravilloso que es el teatro.

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