Rúbricas 16

50 positiva. Para Han este dominio eficiente se relaciona con el psicopoder, entendido como un mecanismo de gratificación a la sumisión del sujeto al medio dominante. Se ofrece al individuo-consumidor un infinito catálogo a fin de que haga elecciones, mismas que retroalimentarán mediante algoritmos una serie de nuevas opciones. La paradoja es: mientras más elija “libremente”, más perdido estará el sujeto en el laberinto, cuidadosamente diseñado para que no salga de él. Conforme el internauta toma sus decisiones dentro de la red, poco a poco, va pasando de ciudadano a consumidor. Como tal, deja de ser activo y solamente evalúa pasivamente lo que recibe como si fuera un bien o servicio por el que ha pagado. Aun en cuestiones políticas, su reacción llega al refunfuño, al tuit descalificador que lo hace sentir partícipe de la vida pública, pero no se libera del adormecimiento de su voluntad. Conocido es el escándalo de la consultora británica Cambridge Analytica, dado a conocer en el mencionado documental de Netflix, alrededor de las elecciones presidenciales, así como el hackeo y manipulación de la información personal de los usuarios de redes sociales. A pesar de las campañas de indignación colectiva, las penalizaciones económicas y el descenso de las acciones de Facebook en Wall Street, en los años posteriores a la publicación del caso, la red social ha repuntado y la mayoría de sus usuarios continúan publicando su información personal. Ya que el sujeto en el ciberespacio forma parte de la sociedad del espectáculo es observado por otros, tanto como él observa a los demás. Para decirlo con Guy Debord, “la mercancía se contempla a sí misma en el mundo que ha creado” (2009: 22). El individuo tiene la opción de proyectarse con distintos fines, como es el caso del activismo digital. Sin embargo, Han sostiene que los intentos activistas no pasan de exabruptos y críticas, muchas de las veces anónimos y sin respeto. El espacio público digital que conforman los individuos es demasiado volátil en los movimientos de larga duración. El efecto se diluye como lo hacen las emociones y el impacto no es significativo. Si bien hay movimientos mundiales que toman fuerza y su poder de comunicación es instantáneo, no todos tienen efecto en el mundo externo a la Internet. No todas las reflexiones respecto al activismo digital son pesimistas; Pablo Lazo habla de la “resistencia en los intersticios” de la red (2020, s.p.). Propone la intencionada ruptura de patrones de conducta; que el cibernauta salga del mainstream; que adopte una posición escurridiza, no con una visión paranoica, sino en la búsqueda del libre flujo de información y libertad de expresión. Se refiere, en sí, a una actitud ante la digitalidad que implique un estilo de vida autónomo. Sin embargo, todavía hay camino que recorrer para trascender a la red si el usuario prefiere poner a la criticidad en piloto automático y dejarse guiar por lo que le sugiere la pantalla. Mientras la pregunta shakespeareana “to be or not to be” se ha transformado en “to plug in or not to plug in”, la evolución de la World Wide Web en su versión 3.0, conocida como “Internet de las cosas”, ha echado mano de todo el Big Data lanzado al universo digital. Ahora no solamente nos autovigilamos y nos exponemos en el escaparate de la compra-venta de las voluntades, también las cosas nos vigilan y hablan; más que hablarnos a nosotros, lo hacen entre ellas. Las cosas nos dan un rodeo y nos excluyen de su intercambio de información. A diferencia de la comunicación humana, que en sus narraciones recuerda y olvida, las cosas no olvidan y tampoco narran, sino hacen descripciones aditivas que descontextualizan, es decir, no lindan en el universo de lo humano. El peligro es estar cada vez más inmersos y dominados en un mundo que es imperceptiblemente ajeno a las condiciones más íntimas de nuestra humanidad. En ocasiones se llega a lo que el psicólogo crítico David Lewis (citado en Han, 2014b: 65), acuñó en 1996 como el ifs (Information Fatigue Syndrom). En su ensayo El enjambre, Han explica que el ifs es “la enfermedad psíquica que se produce por un exceso de información. Los afectados se quejan de creciente parálisis de la capacidad analítica, perturbación de la atención, inquietud general o incapacidad de asumir responsabilidades”

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