Rúbricas 12

Rúbricas XII Literatura y Filosofía y su relación con otras disciplinas 43 higiénico se relaciona con lo transparente, lo carente de secreto o ambivalencia, de interpretación. ¿Se sugiere, acaso una innecesaridad de lenguaje, para la que se prepara el homo videns, aquel que ha sustituido, con una imagen, toda una historia de más de mil palabras? En una sociedad conformada por subjetividades, ¿no es la transparencia obra de una subjetividad más? Hasta aquí se cuestionaría no sólo la experiencia estética al nivel de la búsqueda de lo bello y lo sublime. Ahora se problematiza también el uso del lenguaje, afectado por la estética de lo pulido, lo transparente, lo evidente, lo pornográfico frente a lo erótico. La comunicación instantánea no pide recepción ni asimilación, una simple regurgitación es lo esperado. Ante la muerte de los metarrelatos es aventurada una generalización totalizante que pretenda dar cuenta del fenómeno de manera exhaustiva y menos, de manera predictiva. Si acaso, se puede aspirar a caracterizar pequeñas tribus urbanas o rurales en su microcosmos. No se podría hablar de una tendencia universal hacia alguna parte de la historia, porque sería asumir que seguimos siendo modernos, pensando que la historia es lineal y que todos llegaremos, antes o después al mismo lugar. Tal vez, no se pueda generalizar lo que sucede en Japón y podamos pensar que a la sociedad que nos rodea esto no le sucederá, sin embargo, existen condiciones de expansión en el ámbito global que marcan el espíritu de los tiempos que corren, como el carácter imperialista de la lógica de mercado, el neoliberalismo, el exceso de positividad, el culto a la comodidad y al egocentrismo. El final del documental deja abierta la cuestión: “¿Japón es muy diferente o va sencillamente por delante?” Afortunadamente, para el humanismo, todavía hay grupos salpicados de parejas felices, o de quienes no se han dado por vencidos ante la idea de encontrar una relación de pareja o a quienes, al menos, les causa extrañeza la posición de los sexless y el lapidante halo de soledad que los envuelve. ¿Por qué a estos grupos “más humanos”, en cuanto a su dimensión afectiva, no les ha impactado el exceso de positividad al grado de vivir solos? Quizá haya llegado el momento de comprender los límites de Eros, antes de darle sepultura. André Comte, en su texto Ni el sexo ni la muerte, hace un breve repaso del origen mitológico de los dioses que representan al amor. Nos recuerda que Eros no es el dios de la sexualidad, sino de la pasión amorosa y que la diosa de los placeres sexuales es Afrodita, madre de Eros. En el Banquete35 de Platón, Sócrates explica la naturaleza de la pasión amorosa: es el deseo de lo que le falta; el amor de Eros es incompletud, búsqueda, en suma: negatividad. Todo lo contrario a la positividad hedonista en donde no hay espacio para la otredad. Por tanto, es un contrasentido buscar en el erotismo la felicidad, entendida bajo el esquema del hombre fractal. Hasta aquí no hay amor feliz. Por otro lado, el sufrimiento no se extingue al erradicar a Eros, pues está fuertemente enraizado en nuestra naturaleza, asociado a la pulsión de autoconservación, es decir, a nuestro vitalismo. ¿Es posible desprenderse de la pulsión erótica? Mientras la respuesta sea negativa, por más que se busque edificar la felicidad sobre la negación del erotismo, la idea está condenada a lo inviable. Y, entonces, ¿las parejas felices, cómo lo logran? ¿Lo suyo es realmente felicidad o tedio? ¿Cómo trascender al deseo que desea cuando ya se tiene el objeto deseado? Sobra aclarar que la felicidad no se vive todo el tiempo, pero en lo que Proust llama “las intermitencias del corazón”36 se viven intervalos que oscilan entre vivir la felicidad y buscarla. Comte esboza una respuesta que incluye otro tipo de amor: el amor filial o “la alegría de amar”37 –amor por lo que no falta, apego, afecto, amor conyugal– y en esto sigue a Aristóteles en su Ética eudemia. Concluye su propuesta con el enfoque spinocista de la pasión amorosa, no como lo que hace falta, sino como la potencia del deseo, cuando se desea lo que se tiene. De acuerdo con el pensamiento de Spinoza, “el amor es una alegría que acompaña a la idea de una causa exterior”.38 Se entiende aquí potencia como la fuerza o energía vital: “es la fuerza en cada uno de nosotros que nos mueve y nos conmueve […] para existir lo más y lo mejor posible”.39 Entonces, de regreso a lo erótico, ¿se puede escapar realmente de la experiencia? ¿Morirá finalmente el Eros, que agoniza? O simplemente, ¿estamos condenados a no perder nuestra humanidad esencial, por más que demos tumbos entre el ser y la nada? ¿Qué hay del compromiso que tenemos con nosotros mismos de vivir “una vida examinada”40 para que valga la pena vivirse, para tener un itinerario ético con nosotros y con el otro? 35 Diálogos III. 36 Citado por Comte: 44. 37 Ibídem: 59. 38 Ibíd.: 68. 39 Ibídem: 62. 40 Alusión a Sócrates, en la Apología. Afortunadamente, para el humanismo, todavía hay grupos salpicados de parejas felices, o de quienes no se han dado por vencidos ante la idea de encontrar una relación de pareja.

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