Gaceta de Literatura IBERO Puebla

«¿Y si me suicido? Eso va a ser muy trágico y le pesará por siempre a Roberto. No, eso es un fuerte chantaje emocional que no se merece, lo de nosotros es sólo desamor. Además, yo no tengo valor para hacerlo. Cómo me gustaría ser ave y salir de aquí y remontarme al horizonte sin rumbo fijo. Pero las aves no vuelan solas, siempre vuelan en parvadas y a mí me gusta estar sola. Bueno, en otro momento con Roberto. Al principio siempre éramos buenos compañeros de viaje, gozábamos descubrir nuevas cosas». Ella se levantó de su cómodo asiento y fue al baño, ahí se quedó un rato parada frente al espejo. Miró sus grandes ojos de color oscuro, que se empequeñecían un poco con las ojeras que revelaban su mal dormir. Su pelo era largo y sedoso, su boca roja, grande y carnosa. Su rostro era atractivo, armonioso, parecía un retrato del pintor Gustav Klimt, como le dijo alguna vez Roberto. A ella no le gustaba el pintor austriaco, pero le halagaba el comentario y pensaba, mientras salía del baño: «No soy fea, ¿por qué tendré tan mala suerte con los hombres? Dejan de quererme rápido. Quisiera ser ese cuadro de Van Gogh que tanto le gusta a todo mundo. A mí dicen quererme, pero solo les dura un tiempo, como ahora con Roberto, por suerte no tuvimos hijos». Miró la reproducción del cuadro del pintor holandés, «La habitación de Vincent en Arles», que colgaba en su sala de paredes de color hueso. «¿Y si mejor fuera un pez en el océano? No, no, tampoco. Me pescarían y me traerían a la pescadería de la esquina y, en una de esas, ¡Roberto me come!». Se oyó una exclamación: «¡Sonia! Otra vez te levantaste muy temprano». Apareció Sam en el umbral de la puerta de la cocina, casi cerrando los ojos porque le lastimaba la luz. Sonia lo miró y le dio risa la imagen de su esposo, Samuel, despeinado, en ropa interior, casi desnudo, medio dormido. «Eso de estar casado con una escritora que trabaja en la madrugada en la cocina no es sano. Además, con esa música. Ven acuéstate conmigo». Sonia sonrió, sentía que estaba lista la idea para su próxima novela. Mientras apagaba la computadora, sonaba un disco de Silvio Rodríguez en el… Amar es pensar. Y por pensar en ella casi me olvido de sentir. —Alberto Caeiro (He pasado todas las noches sin dormir, viendo...)

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