Rúbricas 8

88 Primavera 2015 Las epistemologías del Sur, por derecho propio y por sus pertinentes propuestas dentro de esta crisis civilizatoria del mundo hegemónico, tienen mucho que aportar. Ese Otro Mundo alternativo que soñamos no será un universo utópico, sino un pluriverso de heterotopías de Otros Mundos posibles. En palabras más sencillas lo explican los zapatistas, […] y si la banda sonora de esta película tiene ritmo de polka-balada-corrido-ranchera-cumbia-rock-ska-metal-reggae-trova-punk-hiphop-rap-y-los-que-se-acumulen no es porque no tengamos noción musical. Es porque esa casa tendrá todos los colores y todos los sonidos. Y habrá entonces miradas y oídos nuevos que comprenderán nuestro empeño… (ezln, 2013). También, me parece, este proceso de construcción de alternativas debe asumirse desde una perspectiva personal, colectiva, de valores, pero sobre todo espiritual. Xuno López (2010) explica que el ser humano no se desdomestica si el conocimiento no se descoloniza, y viceversa. Mientras sigamos domesticados seguiremos reproduciendo la colonialidad del ser y del saber, que es el propio yugo que nos oprime. Para recuperar la vida buena de los pueblos debemos descolonizar nuestros corazones, nuestros sentipensares y sentisaberes. Debemos asumir que los cambios que requerimos no se tienen que dar allá “afuera”, sino dentro de nosotros y nosotras. Y aunque asumamos este esfuerzo descolonial, si este cambio no es espiritual, si no hay un cambio en nuestra conciencia, nada lograremos; a lo mucho podremos crear versiones modificadas del mismo mundo una y otra vez (Tolle, 2005; 259). Ya Gandhi decía: “sé el cambio que quieras ver en el mundo”, e Iván Illich lo expresaba en términos de convertirnos en ejemplos de la era que deseamos crear. El llamado es a vivir en carne propia el cambio que deseamos ver en el mundo. Nuestras luchas sólo tendrán sentido en la medida que asumamos que la lucha es contra nuestra concepción parcial de la realidad –contra este ego moderno– y más allá, que asuman que el reto no es el de la resistencia sino el de la construcción de alternativas que partan de transformaciones interiores y espirituales, el cambio en ese mundo externo será una consecuencia de esto. Esta transformación ya se está dando. Pigem (2013) resume algunas de las características de esta nueva conciencia con la cual –poco a poco– vamos intentando empezar a imaginar y construir. Lo primero a asumir es que no hay una realidad última y que los objetos que vemos en este mundo son más bien relaciones y relatos. Nuestra mirada no “observa” el mundo desde fuera, es parte de él y de esa realidad; es por eso que nada existe sin nuestra participación observadora y por lo que no somos simples espectadores sino co-creadores activos de eso que llamamos realidad. En este sentido se trata de un diálogo con el cosmos, el pluriverso, incluyendo las otras conciencias que somos –humanos, animales, Naturaleza, estrellas y todo el cosmos–. La materialidad es sólo una ínfima parte de una realidad vastísima,13 inalcanzable para nuestra experiencia humana, cuya base es la conciencia y la percepción, siempre en el presente. 13 Sobre esto la física también ha avanzado. Desde esta disciplina ya se reconoce que la materia, como la conocemos –compuesta por quarks, leptones, bosones, neutrones, protones, átomos, etc.–, sólo representa alrededor del 4% de la masa del Universo, mientras que la materia oscura sería alrededor de 21% y la energía oscura el 70%. Valga anotar que el calificativo de “oscuro” no nombra una condición de esa materia y energía, más bien nombra el problema de no tener la menor idea de qué se trata. Así pues, para terminar, dos ideas que me parecen importantes para las luchas y construcciones que realizamos. La primera es que los cambios que buscamos y soñamos ver en todo el mundo no van a llegar en el corto plazo. Es muy difícil cambiar la inercia de una visión del mundo que se ha expandido e impuesto en los últimos siglos. Esto invita a las mentes impacientes a la desazón y la desesperanza, a luchar precipitadamente desde la rabia y la ira contra ese sistema que está destruyendo la vida en el planeta. Es más fácil luchar reactivamente contra aquello que está mal en el mundo que ponernos a construir aquello que deseamos.14 Pero esta forma de resistencia nos va desgastando y amargando, nos hace infelices y nos convoca a ver el mundo a partir del odio, la destrucción, la violencia, la escasez, el despojo y la opresión. Y esta aproximación epistemológica, como hemos intentado mostrar, nos lleva a darle más realidad y a perpetuar esa situación contra la que luchamos. También nos lleva a perder nuestros últimos bastiones de libertad: nuestro derecho al gozo, la felicidad y el placer de la vida. Pero la libertad, como la dignidad, no se pide, se asume. Y para ello habrá que tomar una postura que parta del gozo, del disfrute, del amor, de la sacralidad del mundo y la celebración de la vida. En tiempos como éstos, conservar la sonrisa, el gozo, la alegría y el amor al mundo son actos de asumida rebeldía. Este cambio es, en mi opinión, una de las descolonizaciones pendientes más importantes por realizar. Hace varios años las y los zapatistas expresaban que cambiar el mundo era muy difícil, quizá imposible, pero lo que sí podríamos hacer era construir un mundo nuevo. Y como ellos, miles de movimientos en el mundo han ido manteniendo y construyendo, desde hace siglos, otros mundos, otras formas, los suyos, los invisibilizados. Ésta es la segunda y última idea. Ese Otro Mundo Posible que queremos construir no está en el futuro –aunque también–, ya existe. Cientos, o miles, de millones de personas en el mundo están viviendo ese Otro Mundo hoy mismo –la mayoría de ellos en el Sur– que muchos de nosotros seguimos imaginando en un futuro que nunca termina por llegar. 14 Luchar contra un sistema externo –llámese capitalista, socialista, de mercado o como sea– no conlleva necesaria-mente cambios y transformaciones dentro de nosotros mismos. Pero es imposible construir estas alternativas que buscamos sin estas transformaciones.

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