Rúbricas 8

83 En el desconcierto de esta crisis civilizatoria, estos saberes pueden aportar, sin duda, en la cuestión del equilibrio del mundo (Lajo, 2011). Su participación no sólo es una cuestión de ética sino de pertinencia. Para escucharlos es necesario dejar atrás nuestros colonialismos incorporados. Aprender a aprender de las personas ordinarias de las comunidades (Esteva, 2014) y aprender a escuchar en otros ritmos, otras formas y otros tiempos. En las cosmovisiones de los pueblos del Abya Yala no sólo se piensa con la mente, sino también con el corazón, se sientepiensa (López, 2010). El illanar (rumiar el alma) del conocimiento andino incorpora las emociones y los instintos en el proceso de conocimiento (Lajo, 2012). A diferencia de la cosmovisión occidental –donde rige la idea del sujeto individual y de lo universal– el principio ordenador es el par, todo es parido y es dualidad. Este dualismo fundacional –muy distinto del dualismo excluyente moderno que parte de lo Uno y del que surge lo No-Uno– lleva a concebir las cosas y el mundo como complemento en sí, y es de donde surge orgánicamente el sujeto colectivo (Lajo, 2011). “In Lak’ech / Hala Ken” dicen los mayas –yo soy otro tú / tú eres otro yo– o el ya famoso Ubuntu del sur de África: yo soy porque somos. En estos pueblos originarios el sentido de la vida y de la sociedad tiene su base en la comunidad –que se conforma por humanos, plantas, animales, la lluvia, el viento, las montañas, los astros, seres de otros tiempos, etc. (Ceceña, 2012). Más que individuos, son sujetos colectivos,4 nudos de relaciones reguladas por la reciprocidad que crean una “comunalidad” basada en el caminar cerca del otro, es el apoyo entre familiares, compadres, comadres y vecinos lo que teje el Nosotros (Esteva, 2013b). A esto se refería Mariátegui, quien señalaba que un mundo nuevo emergería cuando los valores de cooperación y solidaridad del mundo andino fueran la base de la integración social (Marañón-Pimentel, 2012). Más alternativas que buscamos para realizar nuestros quehaceres humanos (sociales, políticos, económicos, productivos, etcétera). 4 Así lo evidenció el ezln hace poco, al anunciar la desaparición del Subcomandante Insurgente Marcos. Y así, después de explicar por qué la persona bajo el pasamontañas no era quienes todos creían que era, dicen: No habrá entonces casa-museo o placas de metal en donde nací y crecí. Ni habrá quien viva de haber sido el subcomandante Marcos. Ni se heredará su nombre ni su cargo. (…) No habrán viudas ni hereder@s. No habrán funerales, ni honores, ni estatuas, ni museos, ni premios, ni nada de lo que el sistema hace para promover el culto al individuo y para menospreciar al colectivo. El personaje fue creado y ahora sus creadores, los zapatistas y las zapatistas, lo destruimos. Si alguien entiende esta lección que dan nuestras compañeras y compañeros, habrá entendido uno de los fundamentos del zapatismo (ezln, 2014). que una mirada romántica, esto apunta a la construcción de ese otro Mundo basado en la solidaridad y la diversidad. Otro elemento clave es la visión sagrada de la Pachamama, que no sólo es la Naturaleza, sino todo el cosmos. Esto lleva a prácticas productivas radicalmente distintas de las occidentales. Xuno López (2010) explica que desde la epistemología maya todo tiene su ch’ulel, su corazón-almaespíritu-conciencia, desde los humanos hasta los ríos y minerales. Todo tiene su lenguaje, su corazón habla, piensa y llora, todo es sagrado y consciente.5 Es por ello que –como apunta Pigem (2009: 160)– el mundo responde mejor cuando le hablamos en segunda persona. Cuando reconocemos lo sagrado de todo entramos en armonía con nuestra Pachamama y nos convertimos en una parte consciente de esa red inseparable, de esa conciencia del mundo (Tolle, 2005; 247). Así, en lugar de conocer la Naturaleza a partir de la dominación y el control –como desde el paradigma moderno se ha intentado por siglos– nos acercamos a aprender de ella, de su complejidad y belleza, a través de un sagrado respeto, de la cooperación y el diálogo (Capra, 1996: 225). Esta forma de entender el mundo establece una relación muy distinta entre sociedad y naturaleza, entre producción y consumo, en el trabajo, el tiempo libre y el lucro (Santos y Rodríguez, 2002: 56). La producción y el trabajo no son males necesarios, son espacios de gozo, actos sociales, religiosos y económicos que alegran a la Pachamama y a su vez nos alimentan (Ceceña, 2012). En ese Otro Mundo –que ya está andando– el gozo reemplazará al deseo como fuerza motriz de los quehaceres humanos, incluyendo al “trabajo”. El deseo, que mueve a las sociedades industriales, surge de la ilusión de la separación del ego; el gozo en cambio, surge del reconocimiento de ser parte y estar interconectado con el todo (Tolle, 2005: 264). Bajo este contexto –de un conocimiento sentipensante, de la colectividad como base de lo social, de una Madre Tierra sagrada y del reconocimiento de la interconexión de todas las cosas– podemos comprender esta no-separación de los quehaceres humanos de muchas comunidades indígenas del Sur. Cortar un árbol, hacer la comida, organizar la fiesta, cosechar o elegir la autoridad son actividades comunales, personales y sagradas a la vez; no hay actividades económicas o productivas separadas de las religiosas, políticas sociales y familiares (Esteva, 2013b). De esta forma se puede comprender mejor esta concepción de “vida buena” –Lekil Kuxlejal para los mayas, Sumak Qamaña para los aimaras, Sumaq Kawsay para los quechuas o Ñandareko para los guaranís–. Schlittler (2012) y López (2010) narran cómo el Lekil Kuxlejal no se entiende sólo como bienestar en términos materiales, sino como una relación armoniosa con la vida en 5 Desde una comprensión como ésta es fácil entender por qué, por poner un ejemplo, en muchas celebraciones se pide permiso y perdón al bosque y al árbol por cortarlo para ser utilizado (Pigem, 2009: 79).

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