Rúbricas 17

Rúbricas XVII Formar ciudadanos globales... 58 59 Rúbricas XVII Retos y perspectiva de la Educación Media Superior en Universidades Jesuítas Para entender los desafíos a los que las instituciones educativas confiadas a la Compañía de Jesús deben enfrentarse en el contexto actual, resulta conveniente retomar las invitaciones de Kolvenbach (1998), quien inspirado en Ignacio de Loyola, recuerda la importancia de no perder de vista la composición del lugar, es decir, comprender cuáles son los signos de los tiempos para orientar el quehacer educativo de manera pertinente; a más de 20 años de su texto Los desafíos de la educación cristiana a las puertas del tercer milenio, es ineludible, como él propone, la tarea de formar hombres y mujeres para los demás ante las terribles condiciones sociales generadas por el capitalismo como modelo económico imperante y que, desde entonces, Kolvenbach puntualizaba. La violencia estructural, resultado de ese modelo económico, es visible en las más de 55.7 millones de personas que, en un país como México, viven pobreza multidimensional, es decir, que no tienen bienestar económico y que el ejercicio de sus derechos se ve limitado por las carencias sociales (imco, 2021); o en los 978 presuntos delitos de feminicidio que se registraron en nuestro país en 2021 (sesnsp, 2022); y, de la misma manera, en las 96 mil desapariciones que se han registrado en México desde 2006 hasta la fecha (onu, 2022). Una violencia que refleja lo que Calveiro (2015) denomina “la política del miedo”, el cual se instaura como parte de los intereses de las minorías hegemónicas para ejercer un mayor control en las personas. La ideología neoliberal permea todos los ecosistemas y se ve reflejada en la forma de pensar, de actuar, de elegir, en los deseos de las personas. Las relaciones humanas y el vínculo con la casa común se construyen en un clima de hedonismo, utilitarismo y consumismo. Frente a este escenario la escuela tiene la obligación de asumirse como espacio político, en el que se formen personas que conozcan la realidad, pero que también la cuestionen y la reinventen (Ellacuría, 1999). Es decir, formar ciudadanos que crean en otro mundo posible y que se comprometan a construir la paz. - La formación de identidades y la experiencia educativa en la educación media superior Los jóvenes entre 15 y 18 años invierten gran energía para descubrirse y elegir quiénes quieren ser en el mundo. Se encuentran atentos a lo que sucede con las personas que los rodean, principalmente de los compañeros de su edad, y aunque tal vez lo hagan con la intención de averiguar qué es lo que los otros pueden reflejarles, esta mirada atenta a los demás puede ser un detonante importante para favorecer el desarrollo de la empatía. En esta etapa los jóvenes realizan innumerables ensayos de relación con sus compañeros, que les permiten responderse sobre quiénes son, por ello se observa que a ratos se distancian, otras veces se enmascaran, en algunos momentos se mimetizan con otros, establecen relaciones afectivas en una constante de encuentros simulados y también auténticos que van a devenir en la construcción de su identidad (Giménez, 1997). Kaplan (2020) hace un llamado a que la escuela considere las marcas subjetivas que los contextos sociales han dejado en los jóvenes y asuma su papel como el lugar simbólico que cobije y genere esperanzas en ellos. Desde la propuesta educativa de la Compañía de Jesús, la formación debe ser integral, es decir, las instituciones educativas tienen la encomienda de facilitar escenarios en los que los jóvenes puedan reconocer las distintas dimensiones de su persona: afectiva, ética, espiritual, cognitiva, comunicativa, estética, corporal y sociopolítica (Vásquez, 2006) y experimentarse a sí mismos en plenitud. Las instituciones de educación media superior tienen la oportunidad de incidir en la vida de los jóvenes quienes están construyendo su identidad, al propiciar experiencias educativas que dejen marcas en su subjetividad. Saur (2016) plantea que la “experiencia educativa” va más allá del currículo y de lo formal, pues todos los entramados, entre escenarios y actores, interpelan a una persona para que, ya sea de manera disruptiva o no, viva procesos de transformación ante situaciones que le permiten incorporar nuevos aspectos en su subjetividad.

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