Rúbricas 16

92 Introducción En las décadas de 1940 a 1960, la historieta mexicana tuvo un papel fundamental en la alfabetización de un amplio sector de la sociedad; al menos en esto coinciden algunos estudiosos del tema, como José Quintero (2011) y Rafael Barajas (2017). La popularidad del cómic nacional fue tan grande que, en su época de esplendor, alcanzó a hacer tirajes de dos millones y medio de ejemplares semanales. Lo anterior fue posible porque además de tener una gran audiencia, existía una industria que permitió cierto desarrollo del medio. Sin embargo, con el arribo de la televisión, fue perdiendo adeptos. En esto concuerdan José Quintero y Rafael Barajas, alias El Fisgón. En su texto “La historieta no tiene quién le escriba”, Quintero (2011) anotó lo siguiente: “la televisión absorbió al público lector de manera uniformemente acelerada y lo transformó en teleadicto, destruyendo su interés por la cultura escrita y alejándolo de manera definitiva de los medios impresos” (p. 24). Mientras que el caricaturista político, El Fisgón, señaló: “el auge de la televisión desplazó a las historietas como forma de entretenimiento y la industria del cómic entró en crisis” (Barajas, 2017: 7). Ambos autores convienen en que la llegada de la televisión –es decir, un nuevo medio tecnológico– produjo cambios significativos a nivel cultural y de producción en el medio. Un fenómeno similar surgió en los años 90 con la llegada de Internet y de los nuevos dispositivos tecnológicos y digitales. En un proceso más o menos lento –que aún llega hasta nuestros días–, la televisión empieza a ser relegada por unmediomuchomás versátil, dinámico, con una comunicación horizontal, y cuyos contenidos no dependen de la aprobación de grandes corporaciones. La popularidad del cómic nacional fue tan grande que, en su época de esplendor, alcanzó a hacer tirajes de dos millones y medio de ejemplares semanales. Fotografía: chamanic.com

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