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67 Rúbricas XV Humanidades digitales de los usuarios, misma que “se convierte en propiedad de compañas privadas que pueden almacenarla, aumentarla, clasificarla, y en muchos casos venderla en forma de bases de datos o productos ciberneticos (p. 9). Tal como señala Mejías, la opresión sobre el usuario no viene dada por la naturaleza digital de las redes sino por ser trasunto de las dinámicas capitalistas fuera de la red. Delante de este escenario valdría la pena considerar el análisis del periodista norteamericano Eli Pariser respecto a la personalización emprendida por Silicon Valley a partir de la década de los noventa. Pariser formula el concepto “burbuja de filtros” con el que describe algunas conductas en Internet, cada vez más individualistas a medida que empresas como Google, Apple, Facebook y Amazon –también conocidos como el grupo gafa– personalizan el contenido que brindan a los usuarios. Uno de los peligros que Pariser advierte en esto es el robo de información cometido por dichas compañías para venderla luego a otras que terminarán por ofrecerle sus productos y servicios favoritos al usuario en cuestión. De acuerdo con Pariser, una de las soluciones es confundir al algoritmo, esto es, pinchar nuestra propia burbuja de filtros e interactuar de modos arbitrarios con la información. A menudo somos más predecibles, por lo que nuestras decisiones, intereses y gustos determinan lo que vemos, elegimos y somos en Internet. Nuestra vida se ha vuelto un producto, y en cada clic les damos la oportunidad a los gafa de decidir y pensar por el usuario. Frente a la vigilancia de algoritmos capaces de guardar por años cada uno de nuestros movimientos, que personalizan, como ya dijimos, nuestros gustos e intereses, pero también nuestras ideas haciéndonos creer que eso a lo que reaccionamos somos nosotros, ¿de qué modo resistir? Hoy, las redes sociales son un arma de doble filo. Por un lado, no se rigen por la escala jerárquica de valores que determinaba a los medios del siglo XX, entre ellos la televisión, con mayor número de audiencia y, por ende, con gran influencia entre los televidentes. La verticalidad de la televisión ha sido sustituida, tal parece, por la horizontalidad de las redes. Sin embargo, con la personalización de nuestros perfiles, resulta más difícil tener el control de nuestra información. Con la llegada de la Web 2.0 la producción artística termina por abrirse a dinámicas colectivas que producen en conjunto y siempre de manera recíproca. El intercambio mutuo y los lazos objetivos con el otro, en este contexto, forman parte de un proceso de resistencia más que necesario. Además de restringir el acecho de un sistema cada vezmás vigilante y explotador, el anonimato de un colectivo juega un rol de suma importancia en los grupos como lbp que se organizaban bajo modelos de vinculación y producción colectiva. En su momento, Luther Blissett fue un personaje abierto y colaborativo donde todos los participantes tenían un papel fundamental, por lo que la individualidad no era la solución. Dicha apertura, concebida como un proyecto de creación grupal destinada a cobijar bajo su nombre a cualquiera que así lo desee, nos obliga a buscar nuevas formas de organización que reconozcan en “la ‘creación artística’ aquello que no se cierra en ningún momento, que queda abierto –sujeto a múltiples e imprevisibles modificaciones que hagan de ello una creación nueva–” (Cotillas, 2017). Las prácticas sociales colectivas de naturaleza contestataria representan una buena oportunidad para recuperar los medios de comunicación digitales y subvertir su uso cotidiano. La última vez que Luther Blissett escribió como tal fue en 1999. Al año siguiente, el grupo se cambió de nombre a Wu Ming (“sin nombre” en chino), con el que sigue firmando su obra en el presente. Sin embargo, ya no es lo mismo; su encanto residía en la reapropiación de espacios en los medios de comunicación mainstream, así como en la reivindicación del trabajo en conjunto. Los orígenes de Luther Blissett son los de insolencia de la organización colectiva frente a los despóticos medios de comunicación, y hacia allá hay que volver.

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