Rúbricas 16

66 La conductora de Chi l’ha visto?, Giovanna Milella, cayó en el juego junto con los productores del programa. Los desaparecidos que presentaban a cuadro generalmente eran personas que un buen día decidieron abandonar sus casas, su familia e incluso sus trabajos y la paga del alquiler para esfumarse sinavisar anadie. Tanto lamisma gente como la policía participaban en entrevistas o llamadas durante cada transmisión, querían que todo mundo encendiera su televisor y se involucrara en el asunto. Por esta razón, que un artista conceptual dejara de existir, en plena producción de su obra, representaba morbo, y el morbo entretenimiento, y el entretenimiento desde luego, dinero. Como respuesta al desconcierto, […] la gente envió fotos, dio a conocer entrevistas y declaraciones del extraviado. Así se formó un personaje inexistente que muchas personas conocían. El programa preparó una emisión con todo lo sabido sobre Kipper. Además, la radio y la prensa difundieron noticias sobre el creador: se escribió y comunicó sobre su infancia, amigos, gustos, e inclusive sobre la obra gráfica que había realizado (Munguía: 67). Un par de días antes de estrenar el programa dedicado a la desaparición de Harry Kipper, los productores se enteraron de que habían sido timados y decidieron cancelar el episodio. Pero ya era demasiado tarde: su ambición los había llevado a ser el hazmerreír a nivel nacional. La desinformación, en tanto práctica artística, arremete contra la ausencia de verdad y el uso abusivo de los acontecimientos. Los historiadoresmás entusiastas de lbp describen su terrorismo cultural como una manera de derribar las nociones occidentales de identidad, individualidad, valor y verdad, además de dar un duro golpe a la presunción de eficacia y objetividad de los medios de comunicación de finales del siglo pasado. Otras bromas ejecutadas por lbp – entre ellas, el hackeodel sitiowebdel Vaticanoy el engaño alrededor de la obra de Lotta, el chimpancé artista– terminaronpor diseccionar la televisión italiana que lucraba con poca seriedad. En una entrevista, el colectivo señaló: Nosotros no solamente estamos sentados escribiendo. No, sino que participamos en persona en las manifestaciones. […] Para nosotros no hay diferencia entre el intelectual y el militante, por eso nuestra literatura está impregnada de ideología, que no es otra que la que quiere detener los efectos negativos de la globalización, que solo es de mercancías y dinero, pero no de derechos humanos y civiles (Rodríguez, s.p.). Tan solo dos décadas más tarde, el clima político es otro, al igual que otros los medios para hacer política. La televisión ha perdido fuerza al adoctrinar a sus espectadores y un sector amplio de las redes sociales ha promovido la desbandada del intercambio colectivo. Sin embargo, la Internet, tecnología que inicialmente abogaba por una retícula de intercambio y compromiso mutuo, pronto replicaría dinámicas individualistas y formas de poder basadas en el lucro con la información personal del usuario, abiertamente acechantes hasta el día de hoy. En Desmantelando a la red, Ulises Mejías desliza una premisa sugerente: “La red se ha convertido en el medio a traves del cual el capitalismo (que genera desigualdad como un subproducto de la generacion de riqueza) puede obtener ganancias a partir del intercambio social y la produccion cultural” (p. 9). Para demostrarlo toma prestado de Mark Andrjevic el término “cercado digital”, con el que remite a la transición del feudalismo al capitalismo entre los siglos XV y XVIII, así como a la dinámica de apropiación y cercamiento de tierras por parte de intereses privados que caracterizaría a este periodo histórico. Siguiendo a Andrjevic, Mejías escribe: El cercado digital de hoy tambien mercantiliza al publico en si –e incrementa la brecha economica entre los propietarios de los medios de produccion (las redes digitales) y “aquellos que venden su trabajo para acceder a estos medios”–; el trabajo, en este contexto, se refiere a la participacion en la red, que genera informacion

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