Rúbricas 12

80 prevenir el arresto o la tortura de personas inconformes con un sistema de gobierno, la encontramos en la vida de Viktor Orekhov, un ex agente de la KGB soviética, del que nos habla el director Nicolas Jallot en el documental Le dissident du KGB (2010). En 1978 Orekhov fue condenado a 8 años de prisión por proteger y apoyar a disidentes en la ex URSS. El caso de Orekhov es paradigmático al relacionarlo con el poder que Canetti les atribuye a las palabras: […] fueron ciertas palabras, una serie de palabras recurrentes empleadas en forma consciente y abusiva, las que causaron esa situación de inevitabilidad de la guerra. Si eso pueden provocar las palabras, ¿por qué no pueden impedir otro tanto? No es extraño que quien frecuenta las palabras más que otros, también espere más de sus efectos que otra gente (353). Con Viktor Orekhov se puede verificar el poder modelador de la literatura en una persona que tuvo en sus manos el destino de muchas otras, en un agente que, por funciones propias del puesto, tenía la facultad para acceder a las palabras de los libros prohibidos por el sistema soviético. Orekhov se desempeñaba con diligencia en el llamado 5º Departamento de la KGB, área estratégica en la estructura soviética responsable de vigilar, espiar y perseguir a los disidentes del régimen y de prohibir e incautar material de lectura. Parte de las funciones de Orekhov consistían en conocer la literatura prohibida por el régimen para detectarla y poder incautarla. Entre esta literatura, cuenta el documental, Orekhov leyó tres libros que fundamentalmente le presentaron otra forma de entender la realidad en la que vivía: Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), de George Orwell, así como Archipiélago Gulag (1973), de Alexander Solzhenitsin, libros que transformaron su porvenir y con él, el de muchos otros disidentes. Estos autores crearon metamorfosis y lograron metamorfosis. El interés por los libros que habían sido catalogados por el régimen como material peligroso fue creciendo con el tiempo. Con otro tipo de convicciones, Orekhov no tardó en proteger a los disidentes que debía vigilar. De forma anónima les telefoneaba para informarles que estaban siendo vigilados o que iban a revisar su domicilio. Cuando él mismo participaba en las inspecciones de los departamentos clasificaba como irrelevantes decenas de documentos que, para otro agente, debían ser considerados como subversivos o contrarrevolucionarios, esto ante el asombro de los mismos disidentes que no entendían el insólito comportamiento del agente. En 1978 fue descubierto y condenado al contactar personalmente a algunos de ellos. Poco más de una década después, al hacerse público el caso, varias personas a las que protegió o ayudó de forma anónima Orekohv, pudieron conocer su identidad y los motivos que lo llevaron a actuar de esa forma. El caso de Orekohv representa la transformación del sujeto y de la injerencia que tal metamorfosis tuvo en la vida de otras personas. Libros como Archipiélago Gulag y Rebelión en la granja modificaron una visión de mundo inculcada y nutrida durante décadas por los aparatos ideológicos del Estado soviético, para decirlo en palabras de Althusser. El neozelandés Lloyd Jones idea una extraordinaria trama para representar los influjos de la ficción sobre una pequeña comunidad y, en especial, sobre una adolescente en medio de un conflicto armado. En el otro extremo, el documental de Nicolas Jallot nos cuenta la historia de la toma de conciencia de un ex agente de la KGB gracias a ficciones como Rebelión en la granja. Ambos casos nos ayudan a entender el poder de las ficciones y comprender que la ficción, como la define estupendamente Juan El caso de Orekohv, quien protegía a los disidentes que debía vigilar, representa la transformación del sujeto y de la injerencia que tal metamorfosis tuvo en la vida de otras personas. Libros como Archipiélago Gulag y Rebelión en la granja modificaron una visión de mundo inculcada y nutrida durante décadas por los aparatos ideológicos del Estado soviético, para decirlo en palabras de Althusser. Fotografía: freepik

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