Rúbricas 11

18 Lo saludo, como en cada acercamiento, y le pregunto ¿cómo ha estado? Juanjo, muy contento, me responde ¡bien! Lo invito a pasar a la sala, donde se encuentra una mesa bajita para asegurar que sus pies descansen en el piso. Invitamos a su mamá para que juntas le expliquemos, con apoyo de un libro, que existen niños muy inteligentes, pero al contar con un cerebro que trabaja muy rápido, a veces responden antes de que se termine la pregunta; olvidan llevar o entregar la tarea debido a que hay actividades a las que en ese momento le prestan mayor atención; pierden el lápiz o los lápices de colores la primera semana de clases; regularmente, la lonchera y el suéter los encuentran en el salón de objetos perdidos, entre otros hechos. Durante la plática da la impresión de que escucha, pero el movimiento de sus ojos hacia distintos lados lo delatan. Cuando le pregunto si algo de eso le ha sucedido o si conoce algún niño al que le pase lo mismo, él responde que no. Continuamos apresuradamente con la revisión del relato que está en el libro, por la preocupación de que no pueda sostener por más tiempo su atención. ¿Por qué es necesario que un niño comprenda el origen de sus dificultades? En mi experiencia, la mayoría de los menores que experimentan esta condición de vida, no reciben una explicación de sus padres, maestros o especialistas. Lo preocupante de esta falta de información es que, como cualquier persona, el niño tenderá a interpretar qué sucede según sus vivencias, por lo que llegará a pensar que es poco inteligente, dado que a pesar de que dedica mucho tiempo a sus tareas por la tardes, sus calificaciones no corresponden a su esfuerzo, e incluso debe terminar en casa los trabajos que durante la mañana no concluyó, sus calificaciones no son como las de sus compañeros, su letra ni siquiera él la entiende, motivo por el cual constantemente su mamá le pide que borre lo que tanto trabajo le ha costado, o le arranca la hoja para que repita el ejercicio. Sin embargo, no es extraño que escuche frases como: “cuando quieres, puedes”, “otra vez con lo mismo”, “lo único que tienes que hacer es estudiar y no lo haces”, “todos los días son quejas del colegio”, “presta atención”, “deja de platicar en clase”, “pórtate bien”. En este contexto resulta imprescindible que el menor cuente con una idea lo más concreta posible de qué sucede, con la intención de que tenga la oportunidad de reestructurar la imagen que de él se ha formado con base en lo que otros dicen y contribuir con quienes conforman su red de apoyo, además de convertirse en un agente de su propio cambio. La familia A este grupo se le puede entender como la red de apoyo donde se espera, idealmente, que el niño o niña se desarrolle de forma armónica: • La autoestima de cada uno de sus miembros y el respecto de los demás • La comunicación directa y sincera entre sus miembros • Las normas claras, humanas y flexibles, apropiadas y sujetas a los cambios del ciclo vital de la familia • Las relaciones entre sus miembros y hacia el exterior; abiertas y basadas en la confianza mutua y el respeto • Valores, opiniones y actitudes comunes • Los papeles acorde a su género • La forma en la que habrán de involucrarse afectivamente los miembros de la familia • El modo cómo han de expresarse las emociones • Las reglas del comportamiento. En este contexto debería crecer un niño. Sin embargo, los padres, ante el comportamiento “irregular” de su hijo, adoptan diversas actitudes no acordes con el desarrollo armónico de éste a consecuencia de la ruptura de sus expectativas, ya que nunca imaginaron que su hijo(a) mostrara comportamientos “negativos”. Redes de apoyo para los niños inquietos, distraídos y con bajo rendimiento escolar ¿Por qué es necesario que un niño comprenda el origen de sus dificultades?

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