Pasos 4

4 i n n o v a n d o La ciudad se aprende, si se vive E n 1996, el director de la Facultad de Arqui- tectura de la UNAM, Dr. Xavier Cortés Rocha, me invitó a dar clases de construcción en la licenciatura de Arquitectura, aún siendo estu- diante de último año de la carrera. Me propuse llevar a los alumnos de diversos semestres a obras en proceso dentro de las instalaciones de la misma Ciudad Universitaria. La experiencia fue enriquecedora, im- pactante y satisfactoria para ellos al poder presenciar el proceso constructivo en cuatro dimensiones, ya que no sólo se veían los de- talles sino además se apreciaba el trabajo de la gente, la dirección y ejecución del maestro de obra, la limpieza y organización del lugar. A lo largo de los años, he seguido pro- bando y fortaleciendo este tipo de prácticas que me permiten mostrar una parte de la ciu- dad; cómo está compuesta, cómo los arquitec- tos somos responsables de parte de su cons- trucción y, en ocasiones, de su desolación. Lo anterior queda de manifiesto cuando al reali- zar una clase (Elementos urbanos, Paisaje ur- bano o Fenómeno metropolitano, en la Ibero Puebla), salimos de las instalaciones de la uni- versidad y vivimos la ciudad de manera breve y somera, y sin embargo, significativa. La experiencia es simple: consiste en caminar una ruta con paradas preestableci- das, donde se identifiquen elementos tangi- bles e intangibles a través de los sentidos y las emociones. Algunos ejemplos tangibles: las muje- res cuando traen zapatos de tacón, identifican más rápido que un hombre a través del tacto de la planta de sus pies la textura del pavi- mento por el que caminan; sentir la molestia de la radiación solar, al no encontrar el confort que representa la sombra de los árboles en un día de verano; llegar a las 13:00 horas al acceso de la mayoría de las escuelas y perci- bir con el olfato la presencia del vendedor de papas a la francesa y a través de un efecto sinestésico, sentir cómo se nos hace “agua la boca”; encontrarnos en el cruce de dos vías primarias en una hora pico y no poder escu- char por la contaminación auditiva existente; y lo más común, percibir la ciudad y su paisaje a través de la vista, apreciando y valorando los elementos naturales y artificiales que la con- forman o la deforman. En este último caso, se tiene el ejemplo clásico de encontrarnos ante un anuncio espectacular, que nos limita la visión del paisaje como el que representan los volcanes: Popocatépetl, Iztaccíhuatl, Citlal- tépetl, Malinche, etcétera. La percepción de la ciudad por medio de las emociones es de las más divertidas, intensas y en ocasiones frustrantes, ya que se puede identificar lugares para “echar novio” por su aislamiento y comodidad; sitios que generan aversión o miedo por diversas ra- zones, como son la presencia de olores desagradables, la ausen- cia de alumbrado público o la pre- sencia de grupos de personas en estado inconveniente (drogados, alcoholizados, etc.); y en ocasio- nes se generan sentimientos de coraje al ver cómo atravesando una calle por el paso peatonal, los conductores de automóviles no respetan al peatón aventán- dole el auto. Sin duda, este tipo de ex- periencias han sido muy significa- tivas tanto para los alumnos como para uno mismo como profesor. Una de las mayores satisfaccio- nes de los estudiantes es que en lugar de aprender de la ciudad en función de una descripción ais- lada dentro del aula, lo hacen a partir de una sensación, de una emoción, de una vivencia in situ , de una experiencia que –valga la expresión– se siente en cuer- po y alma, y eso es muy fácil de entenderse y comprenderse a lo largo del tiempo; muy difícilmente se llega a olvidar –como común- mente pasa con una fecha– un nombre apuntado en el pizarrón o una narración platicada den- tro del aula, pues se favorece un aprendizaje situado, donde se logra contextualizar un objeto o un contenido, comprendiendo las condiciones que lo originan y que lo explican como producto de la sociedad y la cultura. *Coordinador de la Maestría en Gestión y Diseño Urbano Sustentable victorhugo.hofmann@iberopuebla.edu.mx Víctor Hugo Hofmann Aguirre*

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