Pasos 10

4 i n n o v a n d o El examen escrito Blanca Victoria Romero* L os exámenes han representado durante mucho tiempo los instrumentos que los do- centes utilizamos con mayor frecuencia para conocer el nivel de aprendizaje que nues- tros alumnos han alcanzado. Con frecuencia nos preguntamos ¿cuál es el mejor método para evaluarlos? Un examen oral, un examen escrito, o evaluarlos sólo por la calidad de los trabajos presentados a lo largo del curso. Los exámenes escritos y con preguntas de opción múltiple, falso o verdadero, o correlacionar columnas, permiten al maestro evaluar de una manera más justa puesto que se califica el primer examen con la misma exactitud que el último examen; si colo- camos en el examen una hoja de respuestas impresa, podemos calificar con una hoja perforada con las respuestas y sin ver siquiera el nombre del alumno evitando equivocar- nos. Entre las ventajas que representa un examen escrito está la rapidez con la que se puede calificar una gran cantidad de exámenes, además de que un sólo maestro puede aplicar muchos exámenes en un sólo salón y en una sola clase, además le permite al maestro hacer un banco de preguntas, redactarlas bien, seleccionar las adecuadas para ese grupo, darle un determinado número de preguntas a cada tema revisado y la im- presión del examen. Al estar impreso el examen y ser de respuestas cerradas no habrá que descifrar la mala letra de algún alumno, lo que nos puede llevar a incurrir en alguna injusticia. El alumno se comporta con más tranquilidad en un examen escrito que cuando se encuentra solo ante el examinador, y posiblemente cometa más errores sin la ventaja de regresar a revisar las preguntas anteriores. No todos los alumnos tienen el mismo tipo de inteligencia, así que en un salón encontramos aquellos que aún cuando no hemos terminado de hablar, ya tienen la res- puesta y otros que se irán a casa, reflexionando y tal vez hasta la noche han logrado una comprensión más profunda. Erróneamente muchos maestros piensan que el alumno que responde con rapidez el examen es el más inteligente mientras que el que tarda mucho en responder podría ser menos inteligente. Los estudios demuestran que en ocasiones los que contestan rápidamente el examen cometieron más errores en sus respuestas y no siempre son los mejor evaluados, mientras que los que se tomaron su tiempo, re- flexionan y repasan, tienden a sacar mejores notas. Cuando se hace un examen de preguntas abiertas o bien un examen oral, la ca- lificación es subjetiva, pues aunque no lo desee, el maestro puede verse influido incons- cientemente por la simpatía o falta de ella hacia el alumno. Cuando ya se han aplicado muchos exámenes orales, el cansancio y la distracción empiezan a influir en la percep- ción del maestro. Al finalizar el examen escrito, uno puede darles en ese momento las respuestas para que despejen sus dudas. Es un gran método que refuerza el aprendiza- je porque les permite saber en cuáles respuestas acertaron y en cuáles fallaron. La ven- taja es que no se van a casa con la incertidumbre de su calificación. El examen escrito permite conocer en parte qué tanto han comprendido los te- mas revisados, pero también le permite al alumno entrenar habilidades de los lóbulos prefrontales que no se lograrían del todo con un examen oral. Gracias a los avances de las neurociencias, hoy sabemos que no es lo mismo leer en voz alta que leer en silencio. Para cada uno de estos métodos se activan diferentes áreas cerebrales, por lo que re- sulta ahora imprescindible usar ambos métodos si queremos tener un mejor aprendizaje. Los lóbulos prefrontales son los encargados del juicio, la autocrítica, la memoria pros- pectiva, la planeación, el establecimiento de fines y objetivos, los planes de acción nece- sarios para alcanzar dichos fines, coordinar habilidades y aplicarlas en el orden correcto. En el examen escrito el alumno tiene que leer con detenimiento y tiene tiempo para re- flexionar en la pregunta, si no encuentra la respuesta puede avanzar a la siguiente ocu- rriendo que alguna de las siguientes preguntas y respuestas le dan luz sobre la pregunta faltante. Así, en un examen escrito se activan áreas cerebrales diferentes y más amplias que cuando se responde un examen oral. El alumno puede empezar a desarrollar bue- nos hábitos de estudios al darse cuenta que para contestar este tipo de examen necesita reflexionar varias veces la pregunta, lo que les ayuda a organizar sus ideas de manera coherente. *Docente en la licenciaturas en Procesos Educativos y en Psicología autolib2004@yahoo.com.mx

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