Gaceta de Literatura IBERO Puebla

4 Apunte de arbol. George Vivian. 5 Ameyalli Avendaño Coronel ameyalli.avendano@iberopuebla.mx Hace un año tiraron un árbol detrás de mi casa. Había estado allí suficiente tiempo como para que yo pudiera saber algo sobre su origen. Su identidad la delataron sus largas ramas santas y un llanto cuyo sentimiento hacía vibrar mis huesos cada que el viento del otoño se aproximaba. Era un pirul que, desde mi perspectiva, venía de la Tlaxcala colonial. Un desliz de ternura fresca. Viven en mí los recuerdos del sonido de sus hojas fantasma revoloteando con el aire; la comezón que provocaba su ramaje rasposo arañándome la piel, y su figura fractal multiplicándose al acercármele con la mirada. Testigo del tiempo, espectador de la modernidad y tierno voyerista. Muerto en medio de un luto sin nombre, con gentes caminando su sepulcro. Durante mucho tiempo tuve miedo de perder su memoria. Tal vez es sólo la ansiedad del futuro la que me mantiene atenta a la remembranza de lo que ya no está. Llevo tres años sin escribir en mi diario. Empiezo a olvidar. Mi preocupación es sólo momentánea, me alivia dejar testimonios sueltos, saber que puedo volver de alguna manera, aunque no tenga la intención de hacerlo. Lo perdido duele. Con todo y la filosofía amorosa de la otredad, abrazada a lo vital y a la intensidad; el peso de la ausencia me lo pienso dos veces. En mi forma de olvidar está la experiencia del abismo que me arrebata las palabras, además de un poco de fastidio. Lo olvidado también duele, pero duele menos, desde un lugar desconocido: el hogar del hubiera y del quizás ¿Para qué recordar lo ausente si no es para que nos lleve —definitivamente— a punta de suspiros? La pérdida de este árbol que me miraba desde la ventana de mi cuarto representa la búsqueda de todos los gobiernos que, obsesionados con la modernidad, se aventuran entre la «maleza» que es el Centro Histórico de Tlaxcala con el fin de encontrar la Ciudad. Su ausencia nos nombró Centro y Capital Cultural. Pero las C y H mayúsculas no le sirven de barrera al agua, que en su anarquismo reta cualquier intento estatal de civilización, recordando su camino. Pavimentado y sin árboles se sigue inundando en verano. ¿Debería yo seguir el consejo del agua urbana y recuperar violentamente los caminos que le pertenecen a mi memoria? De árboles ausentes

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