La 4T bajo la lupa

— 5 — PRESENTACIÓN Hace poco más de tres años, el 1 de julio del 2018, Andrés Manuel López Obrador era declarado ganador de la jornada electoral más grande de la historia hasta ese momento. Con una legitimidad irrefutable, de la mano de una fuerza discursiva que traducía eficazmente los principales agravios de las masas populares, la autodenominada “Cuarta Transformación de la vida pública del país” devino gobierno hacia finales de aquel año, rodeada por una infinidad de expectativas sociales alentadas por su propia narrativa. Fruto de un proceso de casi tres décadas como principal opositor a los regímenes del PRI y del PAN, y gracias a una certera interpretación de los dolores y necesidades de las mayorías empobrecidas del país, López Obrador llegaba a Palacio Nacional con la promesa de emprender nada menos que un cambio de régimen, vieja aspiración ciudadana que había quedado frustrada en el 2000, y que ahora se reavivaba con una narrativa sostenida sobre la denuncia del fracaso de los gobiernos neoliberales y el anuncio del despliegue de una nueva forma de hacer política dirigida a priorizar el bienestar social, el combate a la corrupción y la impunidad; un manejo integral de la crisis de violencia e inseguridad, y el compromiso de eliminar el régimen de privilegios que ha beneficiado a una pequeña élite. “Por el bien de México, primero los pobres”, fue la divisa de la oposición triunfante. Hoy, a medio camino del sexenio, la realidad ha golpeado con dureza las enormes expectativas generadas por la 4T entre la sociedad, y la consistencia de su narrativa suscita cada vez más dudas en la medida en que los diversos sectores de una sociedad fragmentada y polarizada siguen sometidos básicamente a las mismas problemáticas que atravesaron a los regímenes precedentes. Hoy, el gobierno de la 4T avanza de manera irregular y entre claroscuros; sostenido más por sus fortalezas discursivas, por el diestro manejo de la agenda del debate público de su líder y por la inoperancia de la oposición política, que por la efectividad de su política pública. Ciertamente, el gobierno de López Obrador ha iniciado un conjunto de medidas orientadas a desmantelar el régimen de privilegios que ha sostenido la desigualdad política, económica y social del país a expensas de las mayorías empobrecidas; lo cual supone un cambio incipiente de enormes proporciones. Tampoco es mérito menor el hecho de que, a pesar de la imprevisible pandemia que ha azotado al mundo entero y ha provocado una incertidumbre generalizada en todas las dimensiones de nuestra vida, la economía nacional haya mantenido una apreciable estabilidad y se haya evitado, hasta hoy, un descalabro mayor al provocado por la crisis sanitaria. No obstante los anteriores méritos, ante la realidad pero también frente a su propia narrativa, el gobierno actual arrastra una enorme deuda. Si bien se ha visto acotado por una serie de resistencias, prejuicios y obstáculos estructurales, lo cierto es que el

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3