La 4T bajo la lupa

— 118 — La situación económica, como hemos visto, cambió en el 2019 con una caída de ocho puntos en el PIB. El gobierno tomó la decisión de no instrumentar medidas contracíclicas, lo que implicó no generar apoyos a empresas y familias por motivo de la crisis, mantener el programa de infraestructura que había diseñado, no incrementar la deuda y mantener los programas sociales que había implementado, incluyendo nuevos aumentos al salario mínimo para 2020 y 2021. El segundo componente, la política social, se ha vuelto controvertido por distintas razones. Dos elementos muy importantes, y los más institucionalizados, la salud y la educación, se vieron comprometidos con la crisis de Covid-19. Ambos sectores presentaban rezagos acumulados por décadas, no obstante, la pandemia ha empeorado la situación y la respuesta gubernamental ante la crisis es insuficiente. En educación, particularmente la básica, aún no contamos con suficientes indicadores, pero sí con muchos indicios de que la situación durante los dos últimos años significará un retroceso en términos reales. De entrada, las condiciones de infraestructura de las escuelas ya eran muy malas, por ejemplo, 27.2% de las primarias y secundarias no tenía acceso al agua potable y 32.4% no contaba con servicios básicos de lavado de manos (Coneval, 2021). A esto se añade el abandono propiciado por la pandemia y la vandalización que han dejado escuelas deterioradas y que enfrentan pésimas condiciones para el retorno. A nivel de educación superior la respuesta ha sido muy variada dependiendo de las capacidades de cada institución. En general, puede señalarse que enfrentaremos un incremento en la desigualdad educativa. Aquellos estudiantes que tienen la suerte de pertenecer a instituciones con capacidad de respuesta han podido seguir, con diferentes ritmos, sus estudios a distancia. En la educación básica estas instituciones son privadas, lo que no quiere decir que no hay escuelas públicas que hayan respondido adecuadamente, ni que todas las escuelas privadas hayan tenido capacidad de hacerlo. Un factor determinante lo es la propia condición de los estudiantes: si antes de la pandemia la desigualdad digital era un problema, la pandemia la ha hecho un problema crítico. En la educación media y superior la diferencia también es notable, pero aquí el factor privado y público no es tan significativo, ya que muchas instituciones públicas tienen mayor fortaleza que las instituciones privadas. Es posible sostener la hipótesis de que en general las instituciones públicas, en este nivel, han respondido mejor a la crisis, acompañadas de las instituciones privadas más fuertes. Pero de nueva cuenta la situación de los estudiantes es crítica y su acceso a redes y dispositivos marcan una diferencia sustantiva. El otro factor, salud, implicó una triple dinámica. Primero, un sistema de salud deteriorado y sobrepasado. Segundo, la decisión de transformarlo de forma acelerada sin tener la nueva configuración institucional lista y con insuficiencia de recursos. Tercero, la demanda súbita de atención a la que ha sido sometido el sistema durante la pandemia.

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