Derechos Humanos / Anuario 2020

182 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 empobrece a perpetuidad a la gente pobre y, además, el cuidado es ambiguo y torpe. En el contexto de la atención gineco-obstétrica, de modo ambiguo y torpe, el personal médico pretende preservar a la mujer embarazada de los peligros del embarazo, y a la mujer que da a luz de los peligros del parto. Esto resulta ambiguo, porque al mismo tiempo que quieren proteger, en su modo de actuar salen a la luz todos los prejuicios machistas, misóginos y sexistas, que ven a la mujer embarazada y en proceso de parto como una prostituta que quedó embarazada como castigo por ejercer su sexualidad (jamás se plantean la posibilidad de que el embarazo sea producto de violación o relaciones sexuales insatisfactorias). Asimismo, se ve a la mujer como la madre abnegada que soporta todo sin quejarse, con tal de que su bebé esté bien, y que todo el dolor desaparecerá cuando lo tenga en sus brazos. La imagen de la mujer embarazada y en trabajo de parto es, en sí misma, ambigua para el personal médico, es la madre-prostituta a la que hay que cuidar-castigar. Es torpe, porque causan sufrimiento a la mujer: los medicamentos para acelerar el trabajo de parto, la posición incómoda para dar a luz (lo importante es que el personal esté cómodo, no ella), la episiotomía (desgarrar para evitar desgarres, eso no tiene sentido), cesáreas innecesarias que dejarán a la mujer incapacitada temporalmente, como lo haría cualquier otra cirugía. Castro y Erviti (2015) aseguran que los médicos y las enfermeras, al igual que los militares, se forman bajo un estricto régimen de disciplina, basado en el castigo y en el mantenimiento de las jerarquías. Supuestamente, este modelo de disciplina forja el carácter del personal médico para que sea capaz de ejercer su profesión con la fortaleza necesaria, y mantener una distancia emocional de los pacientes. En el caso particular de la gineco-obstetricia, el racismo y la misoginia con los que casi todas las personas son criadas, se mezclan con la formación médica basada en el mantenimiento y respeto a la jerarquía, el castigo a la insubordinación; y con la creencia de que los médicos tienen el mérito de haber estudiado la carrera más difícil, de saber más que nadie, y que ese conocimiento les da autoridad, están jerárquicamente por encima de los pacientes, y que cualquier falta de respeto a esa jerarquía será castigada. En 2013, el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) publicó una investigación sobre violencia obstétrica, realizada en dos hospitales públicos de la ciudad de Cuernavaca. Los siguientes fueron sus hallazgos: El tacto vaginal fue la maniobra de la que más se quejaron las mujeres en la entrevista, en general, se reportó la realización de 1 a 40 tactos vaginales durante el proceso de trabajo de parto […] de las entrevistadas, 19 % refirió algún tipo de abuso verbal, con frases como “no grite”, “no llore”, “no se queje”, así como comentarios humillantes y alusivos a la vida erótica y sexual de las mujeres. En algunos casos las pacientes indicaron haber sido ignoradas por el personal que debía atenderlas. […] alrededor del 8 % de las mujeres informó abuso físico, descrito a través

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