Derechos Humanos / Anuario 2020

180 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2020 era una sociedad de la vigilancia, y una sociedad disciplinaria), y la medicina fue cómplice de los “racismos de Estado”. En La Sociedad Punitiva, Foucault (2016) describe cuatro “tácticas finas de sanción”, entre las que se encuentran excluir y marcar. La definición que Foucault da de “excluir” consiste, entre otras cosas, en prohibir la presencia del culpable y desterrarlo de manera física de un lugar. En el caso de las mujeres embarazadas y en trabajo de parto, este destierro se da en la toma de decisiones sobre sus cuerpos: el personal médico les impone métodos anticonceptivos, bajo amenaza de no recibir atención médica si no los aceptan, se les imponen cesáreas innecesarias, se les administran medicamentos, y ni siquiera les avisan o les explican qué son, o para qué son. La otra táctica que aplica a este caso es la de marcar: Dejar una cicatriz, poner un signo en el cuerpo; en síntesis, imponer a ese cuerpo una disminución virtual o visible, o bien de no atentar contra el cuerpo real del individuo, infligir una mancha simbólica a su nombre, humillar a su personaje, hacer mella en su estatus. Como sea, la cuestión pasa por dejar sobre el cuerpo visible o simbólico, físico o social, anatómico o estatuario, algo semejante a una huella. El individuo que haya cometido la infracción quedará así marcado por un elemento de memoria y reconocimiento. En este sistema la infracción […] es […] lo que debe subrayarse, lo que debe escapar al olvido, quedar fijado en una especie de monumento, aun cuando este sea una cicatriz, amputación, algo que gira alrededor de la vergüenza o la infamia […] el poder que ha impuesto la pena que por ella ha impreso en el cuerpo del torturado la marca de su soberanía. En la cicatriz o la amputación lo visible no solo es la falta, es el soberano (Foucault, 2016: 23). En el caso de las mujeres embarazadas y que acuden a dar a luz a hospitales públicos, ¿cuál sería esta amputación? La esterilización forzada. ¿Cuáles son “las manchas simbólicas a su nombre”, “la humillación a su personaje”, “la mella en su estatus”, lo “que gira alrededor de la vergüenza y la infamia”? Los insultos y humillaciones por parte del personal médico. En el insulto y la humillación, en la anticoncepción y la esterilización forzadas, en la episiotomía y en la cesárea innecesarias, el personal médico de los servicios de salud públicos, imprimen en el cuerpo y la mente de la mujer embarazada o en proceso de parto, su poder como autoridad médica en sí misma, y como funcionarios públicos representantes del poder del Estado. Foucault (2016) habla de las relaciones políticas de poder que se dan en el hospital psiquiátrico hacia los pacientes. Yo pienso que ocurre lo mismo en los servicios gineco-obstétricos de los hospitales públicos con las mujeres que acuden a dar a luz. […] un foco de construcción y reconstrucción de una racionalidad que se instaura autoritariamente en el marco de las relaciones de poder dentro del hospital y que será reabsorbida fuera de este mismo bajo la forma de un discurso científico que circulará en el exterior como saber sobre la locura, cuya condición de posibilidad para que sea precisamente racional es el hospital. Dentro de este, el loco es blanco de cierta relación de autoridad que va a enunciarse en decisiones, ordenes, disciplinas, etc. Esa relación de autoridad se funda en cierto poder, que es político en su trama última, pero que también se justifica y se enuncia sobre la base de una serie de condiciones de racionalidad –como se las llama–, y la relación que se ejerce en forma permanente sobre el loco dentro del hospital, por la manera misma como el discurso y el personaje del médico funcionan en la comunidad científica y la sociedad, se reconvierte en elementos de información racional que van a realimentar las relaciones de poder características de la sociedad. Lo que es vigilancia, en términos de relaciones de poder dentro del hospital, va a ser observación científica en el discurso del médico, por el hecho mismo de que este, por un lado, ocupa una posición de poder dentro del hospital, y por otro, actúa como dueño y titular del derecho a sostener un discurso científico fuera de él (Foucault, 2016: 20). Al igual que el paciente psiquiátrico internado, la mujer que está internada en el área de gineco-obstetricia de un hospital público está sujeta a relaciones de autoridad, fundadas en un poder político, que se traducen en “decisiones, ordenes, disciplinas”. Estas relaciones se fundan en el conocimiento científico de la medicina, de la gineco-obstetricia; el personal médico cree que sabe qué le conviene, qué es lo mejor, y sus acciones y decisiones son apoyadas por la ciencia y la sociedad y, a su vez, estas relaciones de poder sirven para

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3