Rúbricas 9

14 primavera verano 2015 El axioma biocultural El axioma biocultural establece que toda cultura es coterránea a una cierta naturaleza, con la cual establece una relación de reciprocidad e incluso un nexo co-evolutivo (Nietschmann, 1992). Esta relación será más compleja e intrincada en aquellas culturas que llevan habitando un territorio por largos periodos: decenas, centenas e incluso miles de años. Los pueblos indígenas u originarios tienen como rasgo esencial el mantenimiento de una identidad cultural en territorios que han sido habitados por largos periodos y, por lo tanto, mantienen íntima e indisoluble relación con su naturaleza, es decir, con su territorio. Cultura y naturaleza: relación recíproca Toda cultura que habita un determinado territorio, subsiste, persiste y resiste por su soporte o envoltura natural. La naturaleza soporta a la cultura y la cultura da sentido a la naturaleza inmersa en su territorio. La naturaleza es apropiada intelectual y materialmente a través del trabajo humano, y termina siendo humanizada por medio de la domesticación de las especies, del agua, de la vegetación y de los paisajes. Se trata de una domesticación recíproca, pues al mismo tiempo la cultura va siendo domesticada (civilizada) por la naturaleza. Este reciprocamiento o acción recíproca entre cultura y naturaleza se fue perfeccionando a lo largo del tiempo, y como experiencia acumulada se expresa hoy en las memorias de aquellos pueblos que siguen presentes en ciertos territorios tras largos periodos (Toledo y BarreraBassols, 2008). La triple relación de la cultura con la naturaleza La relación entre la naturaleza y la cultura se encuentra mediada de manera triple, con base en cómo los individuos establecen vínculos intelectuales y materiales con el universo natural: por el conjunto de creencias (kosmos), por el cuerpo de conocimientos (corpus) y por las prácticas productivas que se apropian elementos, procesos y servicios del mundo natural (praxis). Se trata del complejo k c p que define además el enfoque y el objeto de estudio de la etnoecología como multi o transdisciplina (Toledo, 2001; Toledo y BarreraBassols, 2011). Por eso, puede afirmarse que toda cultura realiza cinco acciones en relación con su naturaleza: la refleja, la nombra, la clasifica u ordena, la utiliza y la mercadea. Como espejo, la cultura refleja a la naturaleza generando narrativas, cuentos, relatos, leyendas y mitos, creando pinturas, danzas, música y textiles, celebrando fiestas e inventando gastronomías. Por medio del conocimiento, la cultura nombra y clasifica a los elementos naturales, dando lugar a una nomenclatura y a una taxonomía vernáculas de carácter local y que por lo común se va transmitiendo por vía oral y de generación en generación. Finalmente, la cultura utiliza y, en sentido estricto, maneja elementos, procesos y servicios de la naturaleza y, de ser posible, los circula o mercadea (no mercantiliza) a través del intercambio o las transacciones económicas. El holón biocultural en el espacio Obnubilados por las corrientes dominantes del conservacionismo biológico o por las tendencias estrictamente arqueológicas o folkloristas, que buscan solamente preservar pasados culturales o apropiarse con fines mercantiles las culturas tradicionales aunque contemporáneas, se ha soslayado la existencia de lo biocultural como una expresión concreta en el espacio. A través de la historia, las culturas originarias con antigüedades de cientos, miles y decenas de miles de años han dado lugar a expresiones paisajísticas derivadas de su continuo accionar con sus naturalezas locales y regionales. El resultado es la existencia de territorios donde prevalece un cierto equilibrio o balance entre lo humano y lo natural, que se expresa, por ejemplo, en los llamados mosaicos de paisaje cuyo rasgo central es la heterogeneidad espacial, la variedad de hábitats y una alta diversidad biológica y genética. Entre los autores que han llamado la atención, a veces tangencialmente, sobre este aspecto largamente olvidado, pueden citarse al ecólogo R. Margalef, para quien […] los paisajes agro-forestales tradicionales en mosaico son una buena forma de explotación de la naturaleza que incluso incrementan la biodiversidad del territorio porque mantienen integrados distintos niveles de disipación de energía antrópica por unidad de superficie en una estructura compleja capaz de combinar producció n con conservació n (Tello, 2013). Desde una perspectiva que combina la ecología del paisaje con los flujos metabólicos de materia, energía e información y los cambios históricos de uso del suelo de un cierto territorio, E. Tello ha explorado con cierto detalle lo que él llama la “Hipótesis Margalef”, confirmándola y abonándola con nuevas propiedades: […] por ello se debe entender la sustentabilidad de un paisaje no como una situaci n estática, sino como la sostenibilidad de una co-evoluci n dinámica que es funci n directa de la complejidad e inversa a la disipaci n de la energa (Tello, 2013).

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