27 nivel estatal ha resultado clave para vigilar a los activistas y poderlos neutralizar mediante amenazas, acciones legales, fabricación de delitos, y en casos extremos, el uso de la fuerza. Todo esto hace pensar en una activa complicidad del Estado con las corporaciones inversoras, para despojar y desarticular a las comunidades. Las palabras de comuneros y comuneras, habitantes de territorios donde hay concesiones mineras, son claras al respecto: “ellos quieren matarnos, pues quieren matar nuestra agua, nuestra tierra”, “no queremos el proyecto porque no es de beneficio para nosotros”, “queremos frijoles, queremos maíz, fuera mineras de este país”.4 La resistencia de las comunidades no sólo es por la defensa de sus territorios sino que hay una conciencia ecológica distinta a las de los grupos sociales “desarrollados” (Toledo, 2003; Escobar, 2012; Di Donato-Martínez Alier, 2014). La disputa de fondo, como reconoce y argumenta la economía social solidaria y otras críticas al desarrollo, es entre dos mundos: el campesino/indígena y el empresarial/ capitalista; entre el paradigma de la sobrevivencia a largo plazo de las comunidades y los ecosistemas que las sostienen, y el paradigma económico extractivista que se apresta a “llevarse todo a cambio de nada”.5 El Informe Planeta 4 Me baso en testimonios directos de comuneros y activistas vertidos durante el Seminario “Megaproyectos, territorialidad y autonomía en el México Rural”, al cual asistí, de marzo a junio de 2014. 5 Según afirma Claudio Garibay (2010, 2014): Las contraprestaciones de los proyectos extractivos mineros que la ley contempla para los dueños Vivo 2014 de wwf Internacional, recientemente presentado en Perú, aporta datos estremecedores6 sobre la pérdida de biodiversidad en el mundo y especialmente en América Latina. Este informe, a mi entender, no sólo refleja la profundidad de la crisis ambiental, sino las dinámicas geopolíticas neocoloniales, en donde los países más ricos en biodiversidad juegan un papel de proveedores de recursos naturales, para sostener la riqueza material de los países que dominan el juego de la economía global. En el fondo, la reforma energética forma parte de este proceso de recolonización y de reconquista, pero más profundo, pues en el afán de extraer las riquezas del subsuelo, arrasará en un tiempo récord con territorios habitados, biodiversidad –lo poco que queda de ella–, culturas y prácticas económicas, sin las cuales quizá, en muy poco tiempo, ya no podremos reconocernos a nosotros mismos.7 de la tierra apenas alcanzan el 0.8% de las ganancias generadas para las compañías que los realizan. Mientras que las comunidades se quedan con territorios devastados de forma irreversible. 6 El Informe de wwf muestra datos de que, en promedio, Latinoamérica perdió el 83% de las poblaciones de peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles en los últimos 40 años. Las pérdidas de vida silvestre de la región son mayores que las pérdidas globales de 52% en el mismo periodo. 7 Sigo aquí la teoría del control cultural de Guillermo Bonfil, para quien el territorio, sus paisajes y recursos, forman parte de los elementos culturales que constituyen la identidad de las comunidades humanas, particularmente aquellas que forman parte de la matriz cultural mesoamericana. “ellos quieren matarnos, pues quieren matar nuestra agua, nuestra tierra”
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