27 En 1900 puede observarse que 41.76% de la población económicamente activa de la ciudad de León6 trabaja en la pequeña producción textil (sobre todo el rebozo) y de artículos de piel, dos sectores caracterizados, entre otros, por tener actores colectivos organizados que se basan en la familia y el barrio, con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida. Aquí es posible subrayar la importancia de considerar el territorio en una perspectiva histórica de largo plazo. De hecho, el estudio que realicé en 2007 sobre la pequeña producción en esta ciudad pone de relieve que hoy hay tres barrios de León donde se concentra la pequeña producción de artículos de piel: Barrio Arriba, Coecillo y San Miguel. Es interesante notar que no es un hecho nuevo. En realidad estos barrios surgieron años después de la creación de León en 1576 y constituyeron los primeros pueblos que rodearon esta ciudad. Desde su creación destacaron por la importancia de su pequeña producción, por la capacidad de movilizarse para defender sus derechos sobre la tierra y el agua, y por organizarse para construir viviendas, la iglesia, etcétera. La lógica económica no está aislada, se articula a una lógica más de tipo social. A nivel de las características de las actividades es posible precisar que son unidades de producción de pequeño tamaño, con una intensidad en trabajo muy fuerte y una pequeña inversión en capital. Con el transcurso de los siglos, cada barrio fue especializándose en una fase de la producción: »» Coecillo trabaja todo lo relacionado con la materia prima y la herramienta »» San Miguel realiza la producción »» Barrio Arriba comercializa. 6 Calleja, M.M. et al. (1980). Unidad Doméstica y Organización del Trabajo de la Industria del Calzado en León, Guanajuato. Tesis de licenciatura en antropología social. México: Universidad Iberoamericana, p.34. Además, también es notorio que todo el proceso se basaba en los recursos locales. Esencialmente, una articulación de recursos mercantiles y voluntarios permitían esta producción. Con la crisis económica de los años 1980 y 1990 aparecieron estudios que tienden a mostrar que la existencia de pequeñas unidades de producción de este sector en dicha ciudad, como en otras, es un fenómeno “nuevo” (acercamiento en términos del “sector informal”). Sin embargo no es una estrategia nueva dada en un contexto de crisis. Por supuesto que este sector se adapta al contexto y conoce cambios, pero no aparece de la nada. Las organizaciones de los pequeños productores siguen existiendo y movilizándose por su actividad económica, aunque también por la seguridad, la formación, las actividades recreativas de sus hijos…, como lo vienen haciendo desde siglos. Estas actividades de producción en unidades productivas donde laboran pocas personas, aunque organizadas, representan una de las tantas realizadas por los pobladores en sus vidas cotidianas para enfrentar sus necesidades. Así, la economía popular es un proceso social, un conjunto amplio y heterogéneo de actividades socioeconómicas. La economía social El objeto de estudio de la economía social es el de las organizaciones privadas no capitalistas. El proceso democrático de toma de decisiones es una característica regularmente subrayada en este acercamiento: no hay relación proporcional entre detención del capital y poder de decisión. Esta característica nos remite al principio cooperativo, “un hombre-un voto”, y representa, en los hechos, prácticas muy diversificadas dentro de las organizaciones de economía social, lo cual pone de manifiesto, antes que nada, el hecho de que la calidad de miembro y la participación en la toma de decisiones no es función primaria de la importancia del capital que uno tiene, como lo sería en las empresas clásicas.7 7 Nyssens, M. (2004), op. cit., p.130. La economía social es, antes que nada, la historia de hombres y mujeres que toman colectivamente iniciativas, quienes lanzan actividades para responder a los retos de una época, y se ponen al servicio del hombre y no de la remuneración de los capitales… En el fondo, la economía social es uno de los grandes campos de iniciativas que intentan conciliar la libertad –en particular la libre empresa– y la solidaridad.8 De hecho, es importante entender cómo nació el concepto de “economía social” en Europa. Los orígenes del concepto nos remiten a la realidad de los grupos asociativos y solidarios que se desarrollaron en el siglo xix, como reacción a los daños causados por la expansión del capitalismo industrial. Fundadas sobre la solidaridad y la “autoayuda”, estas organizaciones de interés mutuo prefiguran el nacimiento de un Tercer Sector en la medida en que toman distancia en relación, por un lado, con la modalidades clásicas de la producción mercantil con fines lucrativos y, por otro, con la intervención de los poderes públicos. Esta proliferación de asociaciones se inscribe en un contexto de industrialización, de proletarización y de pauperización donde aparecen nuevas necesidades para los obreros, campesinos y artesanos. Estas asociaciones son multifuncionales y buscan crear un espacio de solidaridad a nivel de la producción y a nivel de la distribución local. Aun cuando se apoyan en las solidaridades de tipo tradicional (como las familiares o corporativas), las asociaciones obreras se diferencian de ellas al basarse en los principios de libertad e igualdad entre los miembros, cuya adhesión es voluntaria. Las asociaciones evolucionan en un espacio público. Vemos nacer sociedades de socorro mutuo que no sólo aseguran alguna protección social (en caso de enfermedad, por ejemplo), sino desarrollan una sociabilidad entre miembros, marcada por los eventos de la vida cotidiana.9 8 Delpesse, J. (1997), op. cit., p. 6. 9 Nyssens, M. (2004), op. cit., p.130.
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