Rúbricas 17

Rúbricas XVII Formar ciudadanos globales... 62 63 Rúbricas XVII Retos y perspectiva de la Educación Media Superior en Universidades Jesuítas No basta con desarrollar en los alumnos la compasión con quienes se convive cotidianamente; son necesarias experiencias de encuentro con aquellas personas que viven realidades de pobreza y desigualdad. Y no se trata de convivencias que solamente conmuevan o que se propicien para ser recuerdos inolvidables; se trata de facilitar, a través de proyectos educativos, verdaderos encuentros que permitan a los jóvenes encarnarse en la realidad de aquellos que, por su condición de clase, no les habían permitido mirar (McVerry, 2014). Esto plantea retos a las instituciones educativas, pues este tipo de experiencias siempre conllevará riesgos en un contexto tan convulso como el de México. Sin embargo, algo que ha caracterizado a las instituciones educativas confiadas a la Compañía de Jesús es que sean generadoras de alternativas ante este tipo de desafíos. - Permitir a los jóvenes desenvolverse como ciudadanos globales Para la Compañía de Jesús, los ciudadanos globales son aquellas personas que estando conscientes del mundo globalizado en que vivimos, encuentran la posibilidad de crear vínculos y redes para construir un mundo sostenible y más humano (sjeducatio, 2019). El ciudadano global asume un verdadero compromiso para colaborar en la transformación social. En las instituciones jesuitas, los docentes, al relacionarse con sus alumnos, deben creer en su capacidad crítica y reflexiva, además de dejarlos tomar decisiones, cuestionar, disentir con sus maestros, apropiarse de proyectos escolares, asumir roles de liderazgo, y permitirles la equivocación. Las instituciones de educación media superior tienen que enfrentar los estigmas que la sociedad ha impuesto a los jóvenes de entre 15 y 18 años, como problemáticos, indiferentes, inconscientes, etc. (Callejas y Piña, 2005). El compromiso social requiere que ellos se sensibilicen, se involucren y tomen conciencia de los acontecimientos de su comunidad y su entorno, para generar alternativas de solución y participación ante las problemáticas sociales de su contexto. Los movimientos juveniles, como “Los Pingüinos” en Chile y #YoSoy132, en México (Rodríguez, 2012), dejan en cuestionamiento prejuicios sobre la apatía y falta de involucramiento en temas sociales y políticos por parte de sectores de la juventud. Otros movimientos de jóvenes, o con participación importante de ellos, que han surgido en los últimos años en México, como respuesta a realidades nacionales son: las protestas y demandas de esclarecimiento y justicia frente a la desaparición de los 43 normalistas en Ayotzinapa; la respuesta y acción ante la catástrofe del temblor ocurrido el 19 de septiembre de 2017; o la Megamarcha juvenil, llevada a cabo en la ciudad de Puebla, para exigir acciones del gobierno frente a la inseguridad y violencia en 2020. Anteriormente se ha mencionado que la escuela es un espacio en el que, a partir de las interacciones, los jóvenes configurarán gran parte de su identidad, por lo tanto, resulta conveniente que en el espacio educativo puedan descubrirse capaces de incidir positivamente en el mundo. Se debe repensar continuamente el currículum evaluando si lo que se ofrece en los programas escolares contribuye a formar ciudadanos constructores de paz, además, la transversalidad de las asignaturas tendría que plantearse en términos de la valoración de lo público, del cuidado de sí, de los otros y del planeta. En conclusión, formar hombres y mujeres para los demás, comprometidos con la construcción de paz en todos los ámbitos en los que se encuentren, y compasivos y promotores de la justicia social, requiere que las instituciones de educación media superior den a los jóvenes todas las oportunidades que les permita poner en práctica habilidades y desarrollar valores necesarios para ser ciudadanos globales. Propiciar la convivencia, la reflexión para ser empáticos, la solución de conflictos a través del diálogo, la visibilización y denuncia de las violencias, el encuentro con las personas que viven pobreza e injusticia y la participación ciudadana, son algunos elementos que una institución educativa que pertenece a la Compañía de Jesús no debe perder de vista. Es decir, la “experiencia educativa” va más allá de las consideraciones positivistas y han de considerarse diversas las posibilidades en las que los jóvenes pueden asimilar en su subjetividad roles protagónicos como ciudadanos globales constructores de paz. Esto es asumir a la institución educativa como un espacio transformador.

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