Rúbricas XV Humanidades digitales 83 directo del propio náufrago y del extenso formato del texto, todo lo cual le permitió explorar sosegadamente lo ocurrido. Así lo relata el propio escritor en su libro de memorias Vivir para contarla: La entrevista fue larga, minuciosa, en tres semanas completas y agotadoras, y la hice a sabiendas de que no era para publicar en bruto sino para ser cocinada en otra olla: el reportaje. […] Cada capítulo que me contaba lo escribía yo en la noche y se publicaba en la tarde del día siguiente” (p. 565). La dedicación y la atención al detalle rindieron sus frutos. El reportaje recibió una excelente acogida entre el público lector, y resultó muy redituable para las arcas de El Espectador. Entre la primera y la última entrega el diario dobló el tiraje de ejemplares. El reportaje reveló que la causa del percance no fue una tormenta, sino la mercancía de contrabando mal estibada que se encontraba en las bodegas de la nave. La sensacional declaración causó gran revuelo puesto que cambió la narrativa “heroica” de lo ocurrido. Se revelaban así la corrupción de los marinos y la complicidad de las autoridades quienes, sin investigar lo sucedido, habían colocado precipitadamente a Velasco en un alto pedestal. Como es de suponerse, el gobierno se molestó profundamente. Enviaron cartas de protesta al diario en las que tachaban a García Márquez de cronista neófito y oportunista, y advertían que cualquier futura noticia sobre el suceso tendría que ser revisada por las autoridades antes de su publicación. En su libro Sin miedo: Lecciones de rebeldes y poderosos el periodista Jorge Ramos expresa: “El mejor periodismo es el que se rebela contra el poder y el abuso. Ser objetivo y neutral –solo ‘profesional’– no basta. El buen periodismo siempre es antagonista del poder” (p. 14). El antagonismo además casi siempre tiene un costo. Por enfrentar al gobierno con la verdad García Márquez sufrió consecuencias adversas. “El relato del náufrago” lo convirtió en persona non grata para el régimen de Rojas Pinilla y fue un acicate importante que lo motivó a exiliarse en Europa meses después, donde el novelista en ciernes continuó trabajando para El Espectador, pero ahora como corresponsal extranjero. Sin embargo, hasta aquellas lejanas tierras lo alcanzó la molestia del dictador quien a los pocos meses clausuró el diario. Como consecuencia García Márquez quedó varado en Europa sin una fuente de ingresos fija. Relato de un náufrago como libro de crónica Trece años después, en 1970, todo era muy diferente. Cien años de Soledad, no sólo había obtenido el reconocimiento de la crítica, sino que se había convertido en un inesperado bestseller internacional con múltiples traducciones lo que convirtió a García Márquez en el autor más conspicuo del llamado “boom latinoamericano”. En ese momento el escritor decide recuperar el antiguo reportaje del náufrago, y después de haberlo revisado y corregido con cambios mínimos, lo publica en formato de libro con el extenso título: Relato de un náufrago que estuvo diez días a laderiva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre. En el prólogo, el autor revela el temor justificado de que la publicación del libro sea vista como un acto de mero oportunismo cuyo único fin es capitalizar su reciente fama: “Me deprime la idea de que a los editores no les interese tanto el mérito del texto como el nombre con que está firmado, que muy a mi pesar es el mismo de un escritor de moda” (p. 6). El tiempo demostrará que esta inquietud de García Márquez era totalmente infundada. De acuerdo con Gerald Martin en 2005, 35 años después de publicada la obra, se contabilizaban 10 millones de ejemplares vendidos (p. 209). ¿Por qué el Relato de un náufrago, originalmente fraguado en la inmediatez del quehacer periodístico, atado a sus circunstancias específicas de producción y cuyo fin primordial era la denuncia social de lo que ocurría en Colombia al mediar el siglo XX, logró navegar con tanta fortuna las aguas del tiempo? Marian Borja Orozco aventura una posible respuesta al afirmar que este texto es una praxis social, pero también un juego o aparato estético (p. 56). Esta doble
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