Rúbricas 16

Rúbricas XV Humanidades digitales 113 Mis pensamientos fueron interrumpidos por la mirada juguetona de la anciana. No sé, perome sentí…desnudo. Como si pudiese leermispensamientos –nome preocupaba que lo hiciera, sinomi ignorancia–, mi ignorancia y la falsa parquedad de mis palabras. –Estoy sembrando un jardín –afirmó–. Metió la mano derecha en una de las bolsas de su babero, removió y removió hasta extraer varias bolitas de papel, con su otra mano tomó una entre tantas, me la acercó e invitó a leer su contenido. Sembré un ovario en tierra fértil Llovió en verano El sol bañó de amor la tierra-vientre por nueve meses Flor, colibrí… naciste con dulce de miel Hijo mío, te regalo una estrella. Quedé mudo. Asombrado, no sabía qué decir y esas fueron exactamente las palabras que escaparon de mi boca: –No sé qué decir. –Las palabras no siempre dicen lo que quisiéramos, ¿verdad? –preguntó sin mirarme–. –Y, ¿espera que “brote” algo de los papelitos? –me escuché preguntar tontamente–. –¿Cómo qué? –reviró la pregunta–. –No sé, quizás si sembrara algunas semillas entre las bolitas… –Y qué te hace pensar que mis pensamientos no germinarán. –Se requiere mucha imaginación o… –O ¡estar loca! –interrumpió sin mostrarse ofendida–. –Si siembro un jardín sólo para mí, uno como éste –dijo, señalando todos los hoyitos que aún faltaban por rellenar–, uno que sólo yo veo, entonces estoy loca, como dicenmis vecinos y todos cuantos prestanoídos a esas habladurías. Guardé silencio. Tenía razón cuando dijo que las palabras son como los nenes. Me reproché a mí mismo la torpeza de mis pensamientos. Me sentí obligado, de buena manera, a dar la cara. Además, con ella como ejemplo, parecía llegada la hora de enfrentar mi pobreza de imaginación y sopesar la fidelidad de mis sentimientos. Y, por qué no, de enfrentarme a mí mismo y ver la realidad con otros ojos (veamos, un hoyito, dentro una neurona; otro hoyito, otra neurona; un hoyito más, su respectiva neurona), con los ojos de la imaginación, de fantasía. –Loca… loca, bueno, no necesariamente se debe estar orate para…–lamujer se había arrodillado una vez más para continuar su tarea de sembrar bolitas de papel–. –¿Qué es la locura? –sonó su voz, como si fuese de otra persona y ésta, a su vez, estuviese ajena a la labor de la anciana. –No sé, creo que el no estar consciente del mundo que nos rodea es la locura –solté esperando dar una respuesta acertada–. No pregunté –me hizo notar–, es la pregunta guardada en esta bolita. Espero que cuando germine, su flor ofrezca alguna respuesta y yo esté aquí para cosecharla, me gustaría hacer con ella un ramo para adornar lamesa de la sala. Me quedé corto de imaginación ante su respuesta. ¿Serámejor vivir loco que carente de imaginación? Creé que debo escribir eso en una bolita y sembrarla en mi cabezota.

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