41 Rúbricas XV Tópicos de Ciencias Sociales En el presente artículo daremos un esbozo de cómo los ejercicios de ES se conocieron en América Latina, sobre todo de la mano de los movimientos sociales, al nutrir las demandas de estos para hacer frente a las repercusiones derivadas de las reformas estructurales neoliberales, y de cómo a lo largo del siglo XXI se han expandido a distintos sectores económicos generando opciones reales y tangibles de trabajo digno para sus miembros y también para los territorios donde están insertos. Asimismo, retomamos el debate de construcción de paz con el fin de reflexionar el papel de los distintos ejercicios de Economía Social en dicho propósito. - LOS MOVIMIENTOS DE ECONOMÍA SOCIAL Los movimientos sociales en América Latina han ocupado el centro del escenario político desde la década de los noventa del siglo XX y la primera década del siglo XXI, a partir de su resistencia activa al desmantelamiento de los Estados benefactores para aplicar las políticas de ajuste estructural de corte neoliberal signadas por el Consenso de Washington. Cabe precisar que entendemos los movimientos sociales como procesos históricos que construyen significados y enmarcan la acción colectiva que generan, para alcanzar las demandas consensuadas, a partir de objetivos definidos, creación de identidades y soluciones a problemas específicos. Estos objetivos, identidades y formas de llevar a cabo la acción colectiva no son procesos lineales, se construyen a lo largo de la formación y/o articulación de un movimiento. Los movimientos sociales parten de supuestos iniciales que articulan y dan sentido a la organización y a las primeras fases de la acción colectiva, pero las demandas secundarias o complementarias, así como la agenda para canalizar las protestas, se construye y negocia entre los integrantes de un movimiento, dependiendo de la Estructura de Oportunidades Políticas (EOP) que se presente, es decir, de las coyunturas en el escenario social que faciliten, o no, la irrupción pública (Tarrow, 1997). A partir del neoliberalismo, en América Latina los movimientos sociales han transitado por múltiples campos de conflicto. Estas tensiones muestran la vitalidad de distintos sujetos sociales —que viven en condiciones de pobreza y/o exclusión social— a través de variadas organizaciones, redes y movimientos. El conflicto de clase relacionado con el despojo, iniciado desde la acumulación originaria del capital y que se traduce en la pérdida o nula existencia de derechos sociales y económicos de grandes sectores poblacionales, sigue siendo una de las lógicas permanentes en las demandas de estos sujetos, como es el caso de los movimientos de Economía Social. Cabe señalar que la economía solidaria es, fundamentalmente, la Economía Social surgida en Francia en la década de los setentas del siglo XX (Cadena, 2005). Con el término solidaria se acentúa la noción del proyecto político de desarrollo social-local en territorios históricamente empobrecidos por la acumulación de capital. Entonces, la economía solidaria enfatiza una estrategia económica que prioriza las necesidades y los mercados locales y nacionales, privilegia en estos últimos el acceso de los pequeños y medianos productores, mejora los rendimientos de sus productos alimenticios, fomenta la pequeña industria y orienta la infraestructura y la interconexión de las comunidades rurales. Lo anterior permite entender que la Economía Social (ES) en conjunto es una respuesta a las desigualdades e inequidades históricas consecuentes de la acumulación del capital y agravadas por la etapa neoliberal que privilegia la generación de capital a través del despojo (Harvey, 2004); es decir, la libre circulación del capital financiero en detrimento del trabajo, generando con ello desempleo, más pobreza y, por consecuencia, ensanchando la brecha de la desigualdad. Por tal motivo, la ES coloca al trabajo como el elemento principal para generar valor en beneficio de las personas que participan en estas cadenas productivas, privilegia la propiedad de los medios de producción y, con ello, el valor de uso sobre el valor de cambio, repartiendo los beneficios de manera equitativa entre sus miembros y en beneficio de los territorios donde se insertan estos ejercicios. De esta manera, la ES reúne en su cuerpo teórico un conjunto heterogéneo de prácticas que se manifiestan en todas las esferas del proceso económico que busca garantizar los medios de vida de las personas y democratizar los procesos económicos (Pérez y Etxezarreta, 2014). Los fundamentos de la ES son la introducción de niveles crecientes de trabajo, cooperación y solidaridad en las actividades, organizaciones e instituciones económicas, a manera de generar un conjunto de beneficios sociales y culturales que trasciendan la esfera del beneficio económico que favorezca a la sociedad, es decir, que se recupere el valor de uso de un determinado bien. Desde el punto de vista práctico, todas las organizaciones que son contempladas como parte integrante de la economía solidaria forman parte de la Economía Social. Como podemos observar, la ES representa una búsqueda teórica y práctica de formas alternativas de hacer economía, basadas en la solidaridad y el trabajo. Su principio o fundamento es la introducción de niveles crecientes y cualitativamente superiores de solidaridad en las actividades, organizaciones e instituciones económicas, tanto a nivel de las empresas como en los mercados y
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