Rúbricas 15

12 haber constatado que a su juicio había un gobernador que representaba fielmente los intereses del priismo y que, por tanto, no había ninguna necesidad de hacer oposición. De esta manera, los poblanos se quedaron sin representación política genuina. Con el congreso y los partidos políticos capturados por el ejecutivo, la oposición tuvo que ejercerse en otras arenas de la vida social y política. En suma, el vaciamiento de los partidos políticos, vía control político desde el ejecutivo estatal, constataría una vertiente de “enclave autoritario subnacional”. - EL GOBERNADOR COMO PROBLEMA DEMOCRÁTICO A mediados de 2017, el país observa con cierta expectación el rumbo penal de ciertos exgobernadores. Ya en 2006, Mario Marín y Ulises Ruiz se erigían como el preludio de lo que se agudizaría en los siguientes años: gobernadores ejerciendo el poder sin contrapesos. La creciente intolerancia social ante el abuso de poder de los gobernadores condujo a una docena de exgobernadores a la cárcel, a la fuga o a enfrentar procesos judiciales, casi todos ellos por millonarios desvíos de recursos. Javier Duarte, de Veracruz, César Duarte, de Chihuahua, Roberto Borge, de Quintana Roo, son los que encabezan la pira, pero están también los exgobernadores panistas Guillermo Padrés, de Sonora y Luis Reynoso, de Aguascalientes. Los gobernadores se convirtieron en un serio problema para la consolidación de la democracia en México. El grave retroceso que hemos vivido en el sexenio de Enrique Peña Nieto en materia de derechos humanos, corrupción, violencia e impunidad, no puede explicarse sin la intervención directa en estos flagelos por parte de los gobernadores de los estados. La excesiva concentración de poderes en el ejecutivo estatal, aunado a la intencionalidad del gobernador de no tener contrapesos, hizo de los territorios subnacionales el reino de los “neo virreinatos”, la erección de nuevos señores feudales con enormes capacidades para usar la ley en su beneficio y violar la ley, también en su beneficio. Un gobierno sin contrapesos es, por definición, un mal gobierno. Y eso fue lo que ocurrió en el morenovallismo. En su objetivo de alcanzar la candidatura presidencial, RMV tuvo que cuidar que su abuso de poder no fuera evaluado en el cambio de sexenio, por lo que se aseguró un “maximato” de dos años con buena parte de su gobierno repitiendo en la minigubernatura (2016-2018). En 2010, el sexenio del “góber precioso” dejó a Puebla como el cuarto estado con menor desarrollo democrático, abajo de Oaxaca, Chiapas y Guerrero. Dicho de otra manera, al caer la hegemonía de ocho décadas del PRI en Puebla, el estado encabezaba la lista de las entidades con mayor autoritarismo en el país, con problemas serios en derechos humanos, falta de protección a las garantías individuales y un estado de derecho sumamente frágil. La alternancia de gobierno con la llegada de una alianza PAN/ PRD a Puebla hacía suponer avances importantes en aspectos claves del desarrollo democrático. Como lo muestra el Índice, el gobierno de RMV no pudo ser más decepcionante. Hacia 2015, el sexenio morenovallista estaba más que consolidado y para entonces ya se podía apreciar la marca del gobierno: ejercicio arbitrario del poder. Si Marín dejó a Puebla en el cuarto lugar de los estados más autoritarios del país, Moreno Valle lo dejaba en 2015 en el segundo lugar, solo abajo de Guerrero. Impensable. El gobierno de la alternancia, según los 29 indicadores del Índice, fue más autoritario que el gobierno de Mario Marín: el segundo estado del país con mayores problemas para la existencia de un estado de derecho; la segunda entidad donde los ciudadanos no tienen la protección de la ley ni de las instituciones frente al abuso de poder. Con estos resultados no solo se confirma el grave retroceso político que hemos experimentado los mexicanos y los poblanos en los últimos años, sino reafirma la necesidad de poner más atención en lo que sucede en la política subnacional. La coyuntura política que vive México aún no permite observar el país democrático que no acaba de nacer, ni tampoco podemos ver el enterramiento del país autoritario que se niega a morir. Como en otros momentos de la historia de México, la respuesta está en la sociedad civil. En esa parte de la población que se articula con algunos sectores democratizadores tanto del gobierno como de algunos partidos políticos, de los medios de comunicación, de las iglesias, de las universidades y del sector privado. Ahí hay una coalición social y política que empuja a México hacia mayor bienestar y democracia. Es nuestro deseo que la ruptura fundante que vivimos termine decantándose hacia el país, el gobierno, la oposición y la sociedad civil que merecemos. - Referencias bibliográficas: Gibson, L. (2008). Subnational authoritarianism and territorial politics: charting the theoretical landscape. EU: American Political Science Association. Linz, J. (1971). The Transition from Authoritarian Regimes to Democratic Political Systems and the Problems of Consolidation of Political Democracy. EU: Yale University Press. Pasquino, G. (1998). La oposición. Madrid: Alianza Editorial. http://www.reforma.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=117444

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3