Rúbricas XII Literatura y Filosofía y su relación con otras disciplinas 75 Estaba tan nerviosa que se me había olvidado gemir, sabía que ese era el punto clave para la excitación de un hombre. Según mi teoría eso era por lo que los hombres miraban porno, como para escuchar gemidos mientras se masturbaban. Quién sabe. El chico que con tantas ansias agarraba mi trasero había sido mi novio, o algo así, por casi tres semanas. Estaba hablando en mi oído, diciendo quién sabe qué barbaridades que decidí ignorar porque me parecían demasiado vulgares y me quitaban la poca excitación que llevaba entre las piernas. No era muy brillante, así que en lugar de hacerme sentir tranquila mis ansias crecían. Acordé conmigo misma que una mujer no se acuesta con un hombre la primera vez porque sea guapo. No, yo estaba buscando experiencia para que cuando apareciera un hombre con lana pudiera saber algunos truquillos sexuales que lo convencieran para quedarse conmigo. Mi madre alguna vez me dijo: “hay dos clases de hombres: los que se quedan por el buen sexo o los que se hacen pendejos y se quedan porque, según, te aman, pero se terminan yendo con alguien que los complazca mejor”. Así que empecé a gemir como recordaba haber visto en una película y su respiración empezó a acelerarse. Creo que buscaba enajenarme. Sí, enajenarme y dejarme guiar por el aura de romance que existía. Aunque eso era parte de mi imaginación, porque el baño de un antro no era exactamente lo que había imaginado. No había velas, ni música sonando de fondo, ni gran preámbulo. “Las mujeres tienen sexo para agarrar experiencia”, me recordé de nuevo. Más gemidos. ¿Y si nos cachaban? Empecé a sentir sus manos en partes de mi cuerpo que nunca habían sido tocadas por otra persona. Pero sus movimientos eran rápidos y bruscos. ¿Dónde estaba el placer? Seguro se sentiría mejor cuando me la metiera. Sí, en las películas las mujeres dejan de gemir por compromiso y empiezan a hacerlo por placer cuando el hombre las penetra.
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