Rúbricas 12

54 Aquel que sin esta especie de locura se acerca a las puertas de la poesía, creyendo, en efecto, que por pura técnica artística llegará a ser poeta, se esforzará inútilmente y su poesía creada en plena razón será oscurecida y anulada por aquel que la creó bajo la locura de las musas (245 a). O incluso ya desde Demócrito: “No se puede ser un gran poeta… sin inflamación de ánimo y sin una especie de hálito de locura” (Poratti, Eggers Lan, Santa cruz de Prunes, Cordero, 1997: 358) o en el mismo Demócrito: “lo que un poeta escribe con entusiasmo e inspiración divina es sin duda bello” (Kirk, Raven, Schified, 2008: 168). Incluso, es posible ubicar referencias más antiguas desde la poesía, en el primer verso de la Odisea, con las constantes invocaciones a las musas: “Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío” (1982: 97). El poeta no habla desde sí mismo, sino que necesita invocar la locura divina para decir algo a nombre de los dioses. Las numerosas referencias en torno al poeta y a la poesía en la obra platónica sugieren que es labor más bien del filósofo dilucidar en torno al quehacer y los alcances de la poesía, lo que de algún modo constituye también otro de los grandes aportes de Platón: situar a la poesía como un tema filosófico. No deja de ser curioso cómo Platón pone sobre la mesa la poesía como uno de los temas importantes para la filosofía a la vez que quita a los poetas la potestad sobre su capacidad de reflexionar su propio quehacer. Una propuesta de Xirau sería que, además de los filósofos, los mismos poetas pueden pensar su propia creación; el filósofo y el poeta, encarnado en una misma persona, es quien lleva a cabo la dilucidación en torno a la naturaleza y alcances de la poesía. Naturalmente es identificable esta misma posición en el Romanticismo, sobre todo alemán, en donde el filósofo tenía que ser necesariamente poeta y viceversa. Muchos filósofos se han ocupado de la poesía como motivo de reflexión. Desde Platón hasta H. G. Gadamer, la poesía es un tema sobre el cual se ha insistido. Tal es el caso de Alexander G. Baumgarten, quien en sus Reflexiones filosóficas acerca de la poesía, publicadas originalmente en 1735, afirma lo siguiente: […] intentaré, pues, demostrar varias consecuencias derivadas del concepto de poema, fijar en la mente muchas cosas dichas desde hace tiempo y cien veces repetidas, pero ni una sola vez probadas. Por esto mismo, trataré de descubrir que la filosofía y el arte de componer un poema, tan repetidamente tenidos por antitéticos, están, por el contrario, en la más estrecha unión (1975: 21). Es posible identificar en el anterior fragmento un intento por la reconciliación entre filosofía y poesía. En el ámbito de nuestra lengua, el referente más importante en este sentido es María Zambrano, quien en 1939 publica Filosofía y poesía. Libro esencial que considera a estas dos disciplinas no como actividades contrapuestas, sino como complementarias. La reflexión de Xirau, pensador cristiano tal como Zambrano, parte de una preocupación filosófica porque su búsqueda intenta encontrar los fundamentos que unan, de manera definitiva y unívoca, estas dos disciplinas que, en apariencia, parecen haber estado en pugna desde hace muchos siglos. No hay que olvidar que la relación entre filosofía y poesía ha sido disfuncional. El signo de esta relación lo ha determinado un vaivén de diversos matices que, en diferentes épocas y contextos, han alejado y acercado estas dos disciplinas humanas. La idea de que filosofía y poesía están en pugna es también muy antigua, puede documentarse a partir de la expulsión de los poetas en la República. De entre los diversos tratos que ha dado Platón hacia la poesía y los poetas, el de este diálogo podemos considerarlo como el de mayor peso, porque lo hace ya desde la teoría de las ideas, que para este momento de su obra está plenamente configurada, sobre todo reconociendo que, desde esta perspectiva, la poesía se encuentra en el último de los grados ontológicos, tal y como lo ilustra Guthrie: “una forma, sus copias imperfectas en el mundo físico y las copias o representaciones de un artista de las mismas” (1981: 523). Si bien la República no es el único de los diálogos en donde Platón abordó el tema de la poesía, el peso de la expulsión de los poetas ha sido referido por diversos autores, como María Zambrano y Emilio Lledó (El concepto de “poíesis” en la filosofía griega) como el punto de quiebre en la relación de estas dos disciplinas. Es desde Platón, en este mismo diálogo, donde es posible situar esta pugna, también por él asumida, como ya de muchos años (para su época) y que todo nace a partir de que en la poesía se le ha dado un trato indigno a la filosofía, considerándola “perra gruñona que ladra a su amo”, “importante en la charla vacía de los hombres” y, refiriéndose despectivamente a los filósofos como “la multitud de las cabezas excesivamente sabias”, “los pensadores sutiles porque son pobres” y mil otras señales más de este antagonismo. No obstante, quede dicho que, si la poesía imitativa y dirigida al placer puede alegar alguna razón por la que exista en un Estado bien gobernado, “la admitiremos complacidos, conscientes como estamos de ser hechizados por ella” (Platón, 1992: 607 b-c). Conrado Egger Lan, siguiendo a Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff, señala que esta misma idea es posible encontrarla también en las Leyes, allí “los

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