48 S. Weil los valores son una guía para el pensamiento y la vida de quien practica la filosofía. Y, al mismo tiempo, como subraya Gabellieri (2001): “la filosofía es la interrogación constante sobre la escala de valores que orientan el pensamiento y la vida” (31). Lo anterior muestra que la filosofía, como la concibe S. Weil, no se reduce a una reflexión fría y sistemática sobre un conjunto de conceptos. Tampoco consiste en una pura “adquisición de conocimientos” –como en el caso de la ciencia– sino en un “cambio de toda el alma” (OC, IV, 1: 57). Como ya se ha dicho, la filosofía no solamente se relaciona con la parte reflexiva del ser humano, sino también con su sensibilidad y con su acción, con la “práctica de la vida”. Por eso una filosofía auténtica debe aspirar a una transformación de todas las dimensiones del ser humano. De manera que “no hay reflexión filosófica sin una transformación esencial en la sensibilidad y en la práctica de la vida, transformación que tiene igual alcance respecto a las circunstancias más ordinarias y más trágicas de la vida” (OC, IV, 1: 57). De hecho, para S. Weil, la propia existencia debe encaminarse hacia una continua transformación, hacia un constante cambio. Como ella misma afirma: “Existir, para mí, es actuar […] actuar no es otra cosa para mí más que cambiarme a mí misma, cambiar lo que sé o lo que siento” (OC, I: 142). Inspirada en los términos que utiliza Platón en la República (VII, 518 c), la autora define a la filosofía no sólo como una “búsqueda de la sabiduría” sino también como una virtud que consiste en un “cambio de toda el alma”, en una “transformación del ser” (OC, VI, 1: 174). La transformación del ser a la que dirige la práctica de la filosofía, no se refiere solamente a una parte sino a todo el ser humano, a todas sus dimensiones: espiritual, psíquica y corporal. Entre estas dimensiones el cuerpo juega un papel importante porque, como subraya S. Weil, “es el intermediario indispensable a través del que el alma ejerce sobre el alma una acción real” (OC, VI, 4: 337). El cuerpo es importante en tanto que es el medio para realizar el cambio del alma porque a través de él se realizan las acciones. Siguiendo a la autora: Una parte del alma quiere cumplir una obligación […] otra no quiere. Ellas luchan. El cuerpo es la balanza. El cuerpo es la única balanza capaz de hacer del alma el contrapeso del alma. […] Esta es la eminente dignidad del cuerpo (OC, VI, 4: 339). De acuerdo con lo precedente, se sigue que la filosofía es para S. Weil un ejercicio en donde el filósofo hace un trabajo sobre sí mismo con la finalidad de transformarse. Esta transformación pone de relieve el enfoque ético que debe tener la filosofía y el progreso moral que hace experimentar a quien la practica. Más aún, la unidad entre el pensamiento y la vida, la transformación del ser, el progreso moral de quien practica la filosofía no se entiende sin la orientación del filósofo hacia el bien. 3. La filosofía como orientación hacia el bien El ser humano por naturaleza está llamado hacia el bien, naturalmente lo desea y, por lo tanto, “orienta siempre sus pensamientos y sus acciones hacia algún bien” (OC, IV, 1: 54). De ahí la importancia de que todos aquellos que practiquen la filosofía sepan elegir “los modos de acción que contienen en ellos mismos un entrenamiento hacia el bien” (E: 269). Esto revela la insistencia de la autora por dirigir toda actividad humana –incluida la de la filosofía– y todo pensamiento hacia un bien. Cuando el ser humano se orienta hacia el bien, es inspirado y conducido a alcanzar la unidad entre su pensamiento y su acción, entre su pensamiento y su vida. Como se ha señalado con anterioridad, S. Weil se inspira en la filosofía griega, particularmente en Platón, para quien la filosofía, además de ser una sabiduría, es una trasformación del ser. Más concretamente, la autora ve en la sabiduría platónica “una orientación del alma hacia la gracia” (SG: 79), una orientación hacia el bien. En sentido platónico, el bien inspira y conduce al ser humano hacia una verdadera transformación de sí mismo y hacia una articulación auténtica entre su pensamiento y su Filosofía dirigida hacia el bien S. Weil se inspira en la filosofía griega, particularmente en Platón, para quien la filosofía, además de ser una sabiduría, es una trasformación del ser. Más concretamente, la autora ve en la sabiduría platónica “una orientación del alma hacia la gracia”, una orientación hacia el bien. En sentido platónico, el bien inspira y conduce al ser humano hacia una verdadera transformación de sí mismo y hacia una articulación auténtica entre su pensamiento y su vida.
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