Rúbricas XII Literatura y Filosofía y su relación con otras disciplinas 31 Tal armonía y vitalidad precisamente se encuentran, según Schiller, en la exposición de la persona frente a las expresiones del arte, que para el romántico alemán significaba esa búsqueda de la belleza que otorgaba libertad. Sólo mediante la manifestación de una composición cultural, el hombre tendrá la oportunidad de recuperar el genio que rompe límites y crea condiciones que lo quitan de ser esclavo de un oficio o del mismo pensamiento corrompido por la ardua tarea de tener que subsistir. De ahí que Schiller se pregunte también si no debe la cultura teórica hacer surgir la práctica y si no debe ser ésta, a su vez, la condición de aquella. Es más: si se pretende el ennoblecimiento del carácter, “¿cómo puede éste ennoblecerse bajo los influjos de una constitución política bárbara?” 24 Si el Estado desde su constitución no abarca los estratos de las artes como vía para la unión del ser humano con lo divino, con el ser creador en potencia que lleva dentro, ningún discurso visual o literario podría perdurar vivo si no se le alimenta. En el caso contemporáneo es igual de válido, puesto que las legislaciones establecen a la libertad de expresión como un derecho, pero nunca se estipula la medida en que tal derecho debería ser apoyado, por el mismo prejuicio de su poca utilidad socioeconómica. En términos de esta concesión de libertad, aunada a la opresión auto-impuesta por la persona subyugada a sus necesidades laborales, se crea, según Schiller, una “tensión de fuerzas espirituales aisladas que puede engendrar, desde luego, hombres extraordinarios, pero sólo la proporción equilibrada de aquellas puede hacerlos dichosos y perfectos”. 25 La propuesta de Schiller es utilizar el instrumento del denominado “arte bello” para hacer brotar manifestaciones como modelos inmortales del bien común y el buen convivir. Si bien la ocupación del Estado en promover tales manifestaciones “ennoblecedoras” del espíritu humano es una petición bastante improbable, sí existe la posibilidad y evidencia de que el individuo encuentre estos principios de estética en su experiencia personal. Si para Schiller el artista es un hijo de su época, y puesto que cada momento histórico genera material suficiente para crear una crítica social, un discurso capaz de ser contenido ante los ojos y/o ante el intelecto, es totalmente viable que los conceptos de las distintas artes se conglomeren para ajustarse a esta necesidad integral. Tiene razón Frances A. Yates cuando afirma que en el fenómeno de volver lenguaje “a las imágenes por 24 Ibíd.: 83. 25 Ib.: 76. las que el discurso se ha de recordar, [a las cuales] se las coloca dentro de la imaginación”, se verá este roce significativo con el apremio visual que una obra literaria busca exponer.26 La frontera difusa entre las artes se vuelve significativamente indefinible por el primer principio de que está sobreentendido en su discurso o definición; más aún cuando es fácil para las instituciones y la sociedad encasillar las características de una manifestación artística en una personalidad u obra específica. Sin embargo, es posible crear una comunión entre la literatura y la pintura, consideradas como el arte capaz de delinear a cada una de las otras artes que le son distintas. Si bien las palabras del lienzo literario y el escrito gráfico remiten a la descripción —vista como acto basado en las características de su correspondiente técnica— es posible que esta unión de capacidades lingüísticas sea el medio perfecto para inculcar a la gente de la polis letrada, el ánimo de desentrañar la descripción de la realidad mediante el conocimiento de las imágenes. La enseñanza que nos deja la identificación de las fronteras artísticas, en específico de lo literario y pictórico, es la apertura de las denominadas artes hacia una práctica sensible y posible, capaz de reivindicarse en la cotidianidad de las personas actualmente. Sin embargo, la lucha de la manifestación artística por abrirse un espacio en el entorno civilizado, enfocado al fin último de la producción de un Estado políticamente correcto, no ha sido nueva. En palabras de Schiller: […] durante siglos enteros los filósofos y los artistas se han esforzado por hacer descender la verdad y la belleza hacia el abismo de la humanidad vulgar; ellos se pierden en el empeño, pero la verdad y la belleza, abriéndose paso gracias a su vitalidad indestructible, ascienden victoriosas.27 Siguiendo a Schiller, si “lo útil es el gran ídolo de la época, al que deben someterse todas las fuerzas y tributar homenaje todos los talentos”, podemos considerar ahora, después de todas las distinciones aplicadas a la literatura y a la pintura, que ambas se encuentran en estratos prácticos de la realidad y que deben buscar un perpetuo diálogo para retroalimentarse e invitar a las distintas manifestaciones culturales a combinarse y encontrar una reflexión más honda. 26 Yates, op. cit.: 18. 27 Schiller, op. cit.: 83.
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